<p>Medem, como los más míticos y recordados de sus personajes (Otto y Ana en <i>Los amantes del círculo polar)</i> y como la esencia misma de un cine vuelto sobre sí mismo en un bucle infinito y prodigioso, empieza como acaba y termina exactamente igual que su primer paso. Es el sentido mismo del palíndromo en general y del cine palindrómico del director vasco muy en particular. Ahora, <strong>Julio Medem (San Sebastián, 1958) vuelve con </strong><i><strong>8</strong></i> (así, con el número cardinal sinuosamente vuelto sobre sí mismo) y se diría que es un regreso a lo más íntimo de sí mismo. La película se abre con la más célebre de las citas de Machado sobre las dos <i>españas </i>y ahí se resuelve un drama que rescata ocho episodios conflictivos de la España reciente desde la Guerra Civil a nuestros días a través de dos personajes (a los que dan vida Ana Rujas y Javier Rey) fatídicamente enfrentados y, sin embargo, inseparables. Los dos nacen el día que empieza la guerra, uno en un bando y el otro en el otro. Y los dos, con el corazón helado, recorren el camino de una vida entera hasta, tal vez, un final que también es principio. Y viceversa. El más célebre de todos los palíndromos <i>(In girum imus nocte et consumimur igni)</i> ya lo dejaba claro y en latín: «Damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego», sería la traducción al castellano en la que se pierde la circularidad, pero no la noche ni el mismo fuego. Y ahí, del derecho y del revés, Medem.</p>
El director vasco regresa a la esencia de su cine palindrómico y simétrico con ‘8’, una reflexión sobre la obsesión cainita española de la mano de dos personajes desde la Guerra Civil a nuestros días
Medem, como los más míticos y recordados de sus personajes (Otto y Ana en Los amantes del círculo polar) y como la esencia misma de un cine vuelto sobre sí mismo en un bucle infinito y prodigioso, empieza como acaba y termina exactamente igual que su primer paso. Es el sentido mismo del palíndromo en general y del cine palindrómico del director vasco muy en particular. Ahora, Julio Medem (San Sebastián, 1958) vuelve con 8 (así, con el número cardinal sinuosamente vuelto sobre sí mismo) y se diría que es un regreso a lo más íntimo de sí mismo. La película se abre con la más célebre de las citas de Machado sobre las dos españas y ahí se resuelve un drama que rescata ocho episodios conflictivos de la España reciente desde la Guerra Civil a nuestros días a través de dos personajes (a los que dan vida Ana Rujas y Javier Rey) fatídicamente enfrentados y, sin embargo, inseparables. Los dos nacen el día que empieza la guerra, uno en un bando y el otro en el otro. Y los dos, con el corazón helado, recorren el camino de una vida entera hasta, tal vez, un final que también es principio. Y viceversa. El más célebre de todos los palíndromos (In girum imus nocte et consumimur igni) ya lo dejaba claro y en latín: «Damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego», sería la traducción al castellano en la que se pierde la circularidad, pero no la noche ni el mismo fuego. Y ahí, del derecho y del revés, Medem.
- La última vez que estuvo en Málaga fue para presentar Habitación en Roma hace 15 años…
- Sí, pero lo relevante es que me dieron un premio por toda mi carrera. Lo que fue muy emocionante, pero me dejó un poco impresionado. Parecía que me estaban echando cuando todavía tenía y tengo infinidad de proyectos en marcha. Es más, el año pasado estuve a punto de inaugurar Málaga con una película, que no es 8 y que aún no se ha estrenado. No pudo ser porque faltaban los efectos digitales. Hablo de Minotauro, Picasso y las mujeres del Guernica. Es un poco mi película fantasma, pero ya está lista. Dejaré pasar este año, puesto que este es el año de 8, y el que viene se estrenará. Y en 2027 se estrenará la siguiente que es Jai Alai y que se rodará en 2026. Un proyecto con el que llevo años, demasiado tiempo. A punto estuvo de ser una serie.
- Eso me recuerda su vieja relación con la pelota vasca que dio título al documental La pelota vasca, la piel contra la piedra.
- Es fascinante. Tiene mucho embrujo. La cesta punta tiene algo que me sedujo desde adolescente. Es la pelota más rápida. Puede ir a 300 kilómetros por hora. Es muy espectacular y por eso llegó a todo el mundo. Fue deporte olímpico en 1900 en París. Ahora se está recuperando poco a poco.
- Vamos a 8. ¿Debemos entender esta película como un regreso a lo más íntimo y personal de Medem?
- Sí, ya me han dicho que Octavio y Adela, los personajes de 8, son simétricos a los de Otto y Ana en Los amantes del círculo polar. Pero, la verdad, no había caído. No estoy tan pendiente de mí mismo para analizar mi filmografía. No soy consciente de algo así como mi carrera y, además, no quiero serlo. Me gusta no saber nada de adonde me va a llevar una idea que me fascina. Y siempre procuro ir por el menos previsible de los caminos. Complicarme la vida es un juego creativo y lo asumo como tal. Y al complicármela encuentro mucho gozo y mucho descubrimiento. Si estoy buscando es porque quiero descubrir algo, quiero encontrar.
- ¿Y cuál esa idea que le fascinó?
- La idea original es hablar de la energía que hay entre dos personas, ese hilo rojo que conecta los destinos de dos personas que nacen el mismo amanecer. Y luego, a medida que me puse a escribir, se impuso la forma del 8 como estructura y sentido del relato. Hay ocho capítulos que apelan a cada momento de la vida de los dos personajes y que es el 8 vertical. Y luego hay otro 8, que es el horizontal, que llama a la idea del infinito.
«La extrema derecha hoy ha perdido esa especie de pudor moral que quizá tenía antes. Les decir: ‘Nosotros somos así y, además, sacamos pecho de ser así'»
- Pero lo definitivo es que nacen el mismo día que se arruina todo, el día del golpe de Estado, el inicio de la Guerra Civil. No en balde, la película empieza con los versos más conocidos de Machado del poema Españolito. ¿Cuánto de actuales son estos versos?
- «Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón», dice. Se diría que fueron escritos para este preciso momento. Pero si algo justifica los versos es el trauma que aún tenemos los españoles por haber padecido una guerra entre hermanos. Es un trauma psicosocial en el subconsciente colectivo que está ahí.
- ¿Y qué hacemos con el trauma?
- Con los traumas lo que hay que hacer es sacarlos a la luz, verlos y ser conscientes de ellos para no repetirlos más. El problema es que si tú no estás viendo de dónde viene el trauma, llega un momento en que eso va a aflorar de nuevo y puede que hasta peor. Y lo que propongo es algo tan sencillo como la ceremonia del perdón. La única manera de acabar con el trauma de la Guerra Civil es celebrar juntos una ceremonia del perdón. Es esencial saber pedir perdón y saber perdonar. Y a partir de ahí es vía libre al amor. Imaginemos que las dos españas se enamoran. Bueno, esto es muy simple, pero hay que contemplarlo desde la óptica de los personajes. La película, más allá de metáforas, sigue únicamente a los personajes.
- ¿No teme la acusación de equidistancia al poner a los dos bandos a la misma altura y con la misma responsabilidad en el conflicto?
- No, no me preocupa porque lo que a mí me preocupa son los personajes. Y ellos no son ideologías. Ellos no son conscientes. Ellos son víctimas silenciosas de ese cainismo. Yo adoro a los dos personajes independientemente de su ideología. También se puede acusar al poema de Machado de equidistante y eso es absurdo visto cómo acabó Machado.
- ¿Y dónde encaja en este perdón la memoria democrática?
- Sinceramente, no entiendo cómo se puede negar algo tan básico. Negar la memoria histórica es la antiterapia, es cargarte toda la posibilidad de sanar. Lo primero es ser consciente de lo que nos ha pasado. No podemos olvidarlo. ¿Cómo no vamos a tener problemas profundos de convivencia si no superamos eso? Lo que propongo es una reflexión emocional sobre el cainismo.
- Ahora lo llaman polarización.
- Estamos, sin duda, en un impasse, pero vamos a peor. Basta ver cómo se están desmelenando todas las formas de fascismos. De hecho, la extrema derecha ha perdido esa especie de pudor moral que quizá tenía antes. Ahora es al contrario y les ves decir: «Nosotros somos así y, además, sacamos pecho de ser así». Lo cierto es que estamos yendo para atrás. Cuando ya habíamos conseguido unos logros sociales, civiles y éticos, parece que toda forma de acuerdo y solidaridad se ha roto. Y lo estamos haciendo a una velocidad increíble. Ahí está Trump, que es el ejemplo más palmario de récord de velocidad de bajada a los infiernos. Vamos en caída libre. Y Milei, y Elon Musk… Esto hace dos años nos lo cuentan y no nos lo creemos. [Pausa] Pero no me gustaría que mis opiniones se mezclaran con la película, porque en la película no juzgo. La película es muy emocional, siempre está con los personajes y está pensada para que cada uno saque sus propias conclusiones.
«Cuando ya habíamos conseguido unos logros sociales, civiles y éticos, parece que toda forma de acuerdo y solidaridad se ha roto»
- ¿Hasta qué punto esa ceremonia del perdón de la habla podría ser reproducida en las consecuencias del terrorismo de ETA?
- Creo que sí ha habido, quizá no hasta donde quisiéramos que hubiera llegado, un movimiento de perdón que, sinceramente, yo no esperaba. Cuando rodé La pelota vasca no me esperaba que pudiera pasar y ha sucedido. Y es muy interesante ese perdón a las víctimas. Tiene que ser, sin duda, pedir perdón a las víctimas. Cosa, que no ha habido jamás desde los que provocaron la Guerra Civil ni sus herederos. Ni lo habrá. Me considero en general una persona muy optimista en todo, menos en eso. Y eso que el perdón es algo que el nacional catolicismo debería conocer perfectamente por pura doctrina. Es la contradicción total.
- ¿La España cainita es para siempre?
- Espero que no. Tengo una nieta de cuatro meses y espero que las nuevas generaciones la superen.
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