<p class=»ue-c-article__paragraph»>La voluntad de <strong>Pedro Sánchez</strong> de engordar hasta el último día su autoleyenda de líder indestructible domador de tormentas entra desde hoy en fase crítica. Cuentan las crónicas gubernativas que Moncloa está muy satisfecha con el balance de las últimas jornadas, porque <strong>Yolanda Díaz </strong>y <strong>Gabriel Rufián</strong> no criticaron mucho al presidente en el Congreso. Veníamos de una semana en la que un juez había mandado a la cárcel a la mano derecha del presidente hasta hace un mes y en la que un Comité Federal del PSOE, convocado para resucitar al partido, lo había terminado de hundir la espantada del tal <strong>Salazar</strong>. Pero qué será eso frente a una palmadita de los socios en el hombro.</p>
«Yolanda Díaz está ligada a la corrupción y excesos que rodean a Sánchez»
La voluntad de Pedro Sánchez de engordar hasta el último día su autoleyenda de líder indestructible domador de tormentas entra desde hoy en fase crítica. Cuentan las crónicas gubernativas que Moncloa está muy satisfecha con el balance de las últimas jornadas, porque Yolanda Díaz y Gabriel Rufián no criticaron mucho al presidente en el Congreso. Veníamos de una semana en la que un juez había mandado a la cárcel a la mano derecha del presidente hasta hace un mes y en la que un Comité Federal del PSOE, convocado para resucitar al partido, lo había terminado de hundir la espantada del tal Salazar. Pero qué será eso frente a una palmadita de los socios en el hombro.
El Gobierno de las cosas progresistas y los mil asesores siempre tiene un plan y, en esta ocasión, no iba a ser menos. Mantenerse en La Moncloa ha pasado a ser una cuestión vital y, si en circunstancias normales el poder genera una adicción natural, en el estado comatoso actual de Sánchez es una necesidad fentanílica, que proporciona, entre otros tesoros, tener a la Abogacía y la Fiscalía de defensores personales, propaganda gratis en la RTVE de todos y a Tezanos y Pumpido en firme posición de revista.
La parte crítica empieza hoy, como decimos, con el cupo catalán. Si cuando Sánchez aún se creía emperador, los socios le sacaron las tripas del Estado, qué no intentarán conseguir ahora. La financiación privilegiada a Cataluña a costa del resto de los españoles se da por descontada. El martes le toca el turno al lehendakari Pradales, que tampoco pondrá precio pequeño al ridículo que está soportando el PNV que, a diferencia de otros, todavía aspira a parecer un partido respetable. Habrá una nueva ofensiva para hacer oficial el catalán y el euskera en la UE. La deserción en la OTAN por el gasto militar también hay que leerla en este contexto. Está sobre la mesa un CGPJ propio para Cataluña. Queda en agenda la cumbre con Puigdemont en el extranjero. Y en el horizonte permanece el referéndum, que Junts asegura que se negocia en Suiza.
En paralelo, la segunda parte del plan contempla la ofensiva contra el Poder Judicial, ley Bolaños mediante, y el cerco a la independencia de los medios de comunicación y sus molestas exclusivas.
Falta la última parte, que es cómo juntar fuerzas en las elecciones para que el frente popular resista el vaticino de las encuestas. Con los datos de hoy, ni haciendo magia entre los escombros saldría el Gobierno de la derrota contundente. Pero buscarán sus fórmulas. Un miembro del Ejecutivo aseguraba hace unos días que, pese a todo, si Sumar y Podemos volvieran a presentarse juntos en las siguientes elecciones tienen un 50% de posibilidades. Pero hay otra vía por explorar para evitar la división del voto de la izquierda: que Yolanda Díaz se presente con el PSOE. Su intervención del miércoles en el Congreso fue con probabilidad la disolución de Sumar. Si alguna vez fue alternativa en la izquierda (y lo fue para más de tres millones de españoles en 2023), ha dejado de serlo por méritos propios.
Es seguro que han echado las cuentas. En la última encuesta de Sigma Dos, con el PSOE en su peor momento, la suma de ambos partidos daba un 34,3% de intención de voto, muy cerca del 34,7% del PP. Es decir, disputándole la victoria en muchas provincias, con sus correspondientes escaños. Con Podemos recogiendo a quienes quieren votar a la izquierda pero nunca lo harían al PSOE, es más que posible que a alguno de los mil asesores le cuadre el escenario.
Son las cuentas de la lechera, por supuesto, y la unión de las dos izquierdas ha sido siempre conflictiva en España desde que el PSOE y el PCE se declararon odio eterno hace ya demasiadas décadas. Pero en el punto actual de ver todos los días cosas que nunca se habían visto, nada es descartable.
La única experiencia previa, la de Joaquín Almunia y Paco Frutos en el 2000, salió horrible, en parte, por vivir ajenos a la realidad de un país que se disponía a votar a Aznar a manos llenas y, en parte, porque su coalición se limitó a pactar un programa y a organizar actos comunes, y no incluyó listas conjuntas ni la renuncia de IU a presentarse en las provincias en las que no tenía ninguna oportunidad de sacar un escaño, como quería el PSOE. Puede que ahora Sumar no ponga tantos problemas. Díaz también está en fase crítica, ligada para siempre a los excesos y la corrupción que rodean a Sánchez, No cuesta mucho imaginarlos mitineando juntos, la verdad.
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