<p>La economía española continúa mostrando una gran resiliencia en un complejo contexto internacional. El escenario no está, ni mucho menos, exento de riesgos, tanto en el ámbito externo como a nivel interno, pero la fortaleza que reflejan los grandes indicadores coyunturales, impulsados por el consumo privado y la inversión, está alentando el optimismo respecto a la evolución del Producto Interior Bruto (PIB) y del empleo en 2025.</p>
El supervisor anticipa una ralentización en la creación de empleo, desde un aumento de los ocupados del 2,6% en 2025 hasta el 1,3% y el 1% en 2026 y 2027, respectivamente
La economía española continúa mostrando una gran resiliencia en un complejo contexto internacional. El escenario no está, ni mucho menos, exento de riesgos, tanto en el ámbito externo como a nivel interno, pero la fortaleza que reflejan los grandes indicadores coyunturales, impulsados por el consumo privado y la inversión, está alentando el optimismo respecto a la evolución del Producto Interior Bruto (PIB) y del empleo en 2025.
Así lo constata el Banco de España en su última actualización de las proyecciones macroeconómicas, donde eleva la previsión de crecimiento para 2025 en dos décimas, hasta el 2,6%, cifra que iguala la que mantenía hasta ahora el Gobierno y que este mismo martes ha elevado el Consejo de Ministros, tal y como adelantó ayer el presidente Pedro Sánchez. Este mismo lunes también el Panel de Funcas revisaba al alza su previsión, hasta el 2,6%, después de un desempeño del PIB en el segundo trimestre del año mejor de lo esperado por los analistas.
Con ese punto de partida -una tasa intertrimestral del 0,7% en el segundo trimestre- el supervisor bancario constata un impulso motivado por «el buen desempeño de la demanda interna y, en particular, del consumo privado y la inversión«, así como «unas condiciones financieras favorables -caracterizadas por un menor coste del crédito y un aumento de los flujos de financiación a hogares y empresas-«. Y en este contexto, pronostica que «la economía mantendrá un ritmo de crecimiento robusto, con una tasa estimada entre el 0,6% y el 0,7%» en el tercer trimestre.
En consecuencia, se revisa al alza -en dos décimas- la perspectiva de crecimiento de la economía española en 2025, hasta el 2,6%. Una modificación que obedece a dos factores de signo opuesto. Por un lado, el buen comportamiento de la actividad en los últimos meses implica un ajuste al alza de tres décimas en la tasa de crecimiento del PIB del conjunto del año. Y por otro lado, la incorporación de los nuevos supuestos -en particular en lo referente a los precios de la energía y al tipo de cambio- dibuja un escenario ligeramente más adverso que en junio, y resta una décima a la actividad de 2025.
Respecto a 2026 y 2027, las proyecciones de crecimiento del PIB se mantienen intactas, en el 1,8% y el 1,7%, respectivamente. Si bien el Banco de España explica que «la ausencia de cambios en la previsión de 2026 enmascara una ligera revisión al alza por el efecto arrastre del mayor crecimiento proyectado para 2025, que se compensa con una revisión a la baja por el efecto de un empeoramiento en el entorno exterior de acuerdo con los supuestos técnicos -en concreto, sobre los precios de la energía, el tipo de cambio y los mercados mundiales-.
Así, el organismo que gobierna José Luis Escrivá plasma en su informe que «en los próximos trimestres, el escenario central contempla una desaceleración gradual de los ritmos de avance del producto hacia tasas compatibles con el crecimiento potencial de la economía española, estimado ligeramente por debajo del 2% al final del horizonte de proyección«. Un crecimiento que, en todo caso, descansará en el dinamismo de la demanda interna y el consumo privado, al tiempo que el consumo público, que encadena dos trimestres consecutivos de contracción, moderará su aportación, aunque podría verse impulsado por el aumento previsto del gasto en defensa.
En línea con la ralentización de la actividad, la creación de empleo se ralentizará a lo largo del horizonte de proyección, desde un aumento de los ocupados del 2,6% en 2025 hasta el 1,3% y el 1% en 2026 y 2027, respectivamente. Al mismo tiempo, la tasa de paro frenará su ritmo de caída, desde el 11,3% de 2024 al 9,7% en 2027. Todo ello, en un contexto de deterioro de la productividad y aumento de los costes laborales que supone uno de los principales riesgos internos para el crecimiento en los próximos años, según advierte el organismo.
Respecto a los precios, el Banco de España eleva en una décima la tasa de inflación prevista para 2025, hasta el 2,5%, debido al encarecimiento de los precios de la energía y, en menor medida, de los alimentos, que se ha visto compensado parcialmente por un crecimiento de los precios de los servicios algo inferior al previsto, debido a la reversión solo parcial de los descuentos al transporte público. Para el resto del horizonte de proyecciones se anticipa una desaceleración de la tasa de inflación, hasta el 1,7%, en 2026 y un repunte, hasta el 2,4%, en 2027, resultado principalmente de la introducción de un nuevo régimen de comercio de derechos de emisión de la UE.
En cuanto al déficit, en un escenario inercial, sin Presupuestos Generales del Estado y en el que el Gobierno solo ha aprobado la mejora de los permisos por nacimiento, con un «impacto presupuestario limitado», el BdE revisa su estimación a la baja en 3 puntos, hasta el 2,5% en 2025, «como consecuencia de la evolución favorable de los ingresos públicos, ligada en parte al mayor dinamismo de la actividad económica, y pese a un crecimiento de los gastos también algo mayor de lo esperado». De este modo, el déficit público se situaría en 2025 por debajo del objetivo del Gobierno del 2,8% del PIB, para bajar al 2,3% en 2026 y 2027. Y en este contexto, la ratio de deuda pública se reduciría marginalmente, desde el 101,8% del PIB en 2024 al 100,7% a finales de este año y al 100% en 2027.
En sus conclusiones, el banco central advierte de riesgos por «la evolución de las tensiones comerciales, junto con los elevados niveles de incertidumbre en torno a las políticas económicas a escala global». Aunque el acuerdo arancelario alcanzado entre EEUU y la UE «ha contribuido a clarificar el marco que regirá los intercambios comerciales entre ambas economías, lo que ha permitido disipar parcialmente la incertidumbre existente (…) persisten dudas relevantes sobre el desarrollo de la guerra comercial -entre las que destacan las relativas a las negociaciones entre Estados Unidos y China, cuyo desenlace podría generar efectos indirectos sobre la economía europea- o sobre la implementación de medidas no arancelarias u otras restricciones al comercio», avisa el supervisor.
Y respecto a los riesgos a nivel interno, destaca el repunte de los costes laborales, que «podría afectar negativamente a la competitividad externa de la economía española y dificultar el proceso de desinflación». Así, subraya el riesgo de que «se materialicen escenarios más adversos que minoren la competitividad de la economía española y, por ende, su capacidad de crecimiento». «Este riesgo se ve intensificado, además, por los indicios de tensionamiento que presenta el mercado laboral -en particular en lo relativo a la disponibilidad de mano de obra-, la fortaleza de la demanda interna y la evolución contenida que vienen mostrando los márgenes empresariales en lo que llevamos de año», concluye.
Por último, en línea con lo señalado en proyecciones anteriores, el Banco de España alerta de «una elevada incertidumbre acerca de la magnitud y el efecto macroeconómico de los fondos NGEU, así como sobre el gasto en defensa que se ejecutará en la economía española en los próximos años». En el escenario central de estas proyecciones se mantiene la hipótesis de una ejecución íntegra de todas las transferencias NGEU asignadas a España. No obstante, «ello exigirá una cierta aceleración en el ritmo de despliegue de dichos fondos durante este año y el siguiente en comparación con lo observado hasta 2024», indica.
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