<p>La primera vez que <strong>Javier Castillo</strong> estuvo en <strong>Tenerife</strong>, de viaje con su pareja, presenció un desmayo en Puerto de la Cruz. Para el común de los mortales habría sido un suceso que olvidar al día siguiente, pero para él, siempre en busca del misterio, fue la señal que necesitaba para decidirse a escribir el <strong>primero de sus libros ambientado en nuestro país</strong> -las anteriores historias se ambientaron en localidades de Estados Unidos.</p>
El rey del thriller en España sitúa por primera vez una novela en nuestro país, en Tenerife. Allí viajamos con él para conocer los secretos de El susurro del fuego
La primera vez que Javier Castillo estuvo en Tenerife, de viaje con su pareja, presenció un desmayo en Puerto de la Cruz. Para el común de los mortales habría sido un suceso que olvidar al día siguiente, pero para él, siempre en busca del misterio, fue la señal que necesitaba para decidirse a escribir el primero de sus libros ambientado en nuestro país -las anteriores historias se ambientaron en localidades de Estados Unidos.
Fenómeno de éxito ya a nivel mundial, con más de dos millones y medio de ejemplares vendidos,Javier Castillo se corona como cabeza de cartel en la novela de thriller en nuestro país, llegando a colarse en las cabezas de lectores de generaciones bien diferentes.
Para él, Tenerife era perfecto como escenario de su nuevo enigma: el poder de la naturaleza y esa fuerza que hace saber que la isla está viva bajo nuestros pies lo encandilaron. Las Islas Canarias no son un personaje más de la novela, sino que están directamente intrincadas en la historia, determinando y guiando sutilmente la trama de El susurro del fuego.
Podría decirse que esta es su novela más realista. Esto es porque, a diferencia de las que se ambientaban en Estados Unidos -en las que confiesa que se ayudaba del Street View de Google Maps- en este caso sí ha pateado cada lugar que aparece en la novela y que ahora revisita, casi en calidad de guía: lugares tan emblemáticos como La Orotava, las piscinas naturales de San Telmo, el Teide o La Laguna.
Con este telón de fondo, Castillo dibuja una historia ambientada en 2019 en la que dos hermanos mellizos viajan a las islas después de haber pasado momentos muy duros: él acaba de terminar el tratamiento de quimio y ella cree que ese viaje puede ser la manera perfecta de empezar de cero. Pero todo se complica cuando Mario sufre una recaída y tiene que quedarse ingresado unos días en el hospital. Al salir, descubre que su hermana ha desaparecido y que la única pista la sitúa en un paisaje volcánico, desolado por la lava. A partir de ahí comienza una búsqueda contrarreloj marcada por la incertidumbre y la sensación de que el fuego está siempre a punto de estallar bajo sus pies.
El discurso de Javier Castillo es un torrente en el que mezcla lo literario con lo vital, como si fueran inseparables. No solo cuenta tramas: se cuenta a sí mismo en cada historia.
- Se ha dicho de esta novela que es la más madura que has escrito. ¿Por qué crees que es así?
- Creo que porque en esta novela el tema es más trascendente y está de fondo en toda la historia. En realidad es una novela en la que obviamente hay misterio, hay muchísimos giros, un drama de fondo, pero en realidad la novela trata de algo más universal, más potente, más fuerte. Trata de esta sensación de disfrutar lo que tienes porque es súper efímero y lo pierdes de un segundo a otro, y que tienes que vivir la vida y saborearla y exprimirla al máximo. Yo creo que es un tema mucho más universal que otros que he tratado, más específicos. Este es un tema que yo creo que nos impacta a todos, y últimamente cada vez más, cuando todos estamos inmersos en una vorágine de ser más productivos, trabajar más, ganar más dinero, consumir más, enfrentarnos, discutir… Hemos perdido un poco lo que es vivir, y en la novela el tema de fondo es esta sensación de: ¿Qué quieres? Aprovecha todo, arriésgate, equivócate.
El thriller, insiste, es solo la superficie: lo que importa está debajo, latiendo, como la propia tierra volcánica de Tenerife. La novela habla mucho también de lo insignificantes que somos en el universo, hecho metáfora en el trabajo de uno de los hermanos, Laura, que estudia las estrellas en un observatorio.
- ¿Y hubo algo que provocase que hayas querido tratar este tema ahora?
- Era un tema que llevaba pensando un tiempo porque me han pasado varias cosas que me han hecho querer aprovechar la vida. Hace un par de años perdí a un amigo con 35 años que falleció de manera muy traumática y me dejó pensando en todos los planes, todos los sueños que se pierden. Es algo que pienso mucho, en todas las cosas que damos por sentadas y de repente, de un momento para otro, perdemos. Todos vivimos en un automatismo de seguir la vida hacia adelante sin darnos cuenta de que no hacemos nada, y cada vez lo veo más en mi entorno. Vamos por la vida sobreviviendo cuando en realidad debemos abrazar lo que tenemos, porque todo lo que no hagamos se quedará sin hacer. Todo el tiempo postergamos nuestra felicidad: viajaré cuando sea mayor, cuando me jubile descansaré, cuando los niños sean mayores escribiré lo que quiero. El libro tiene ese mensaje: «Despierta, incendia tu maldita vida». Obviamente es un thriller pero también te cambia, te abre los ojos.
- En tu caso, dejaste tu trabajo como consultor y no te planteas vivir en Madrid. ¿Rechazas esa vida?
- No es rechazo, pero creo que tienes que planear tu vida conforme tú eres, y en mi caso me encanta estar con mi familia, jugar con los niños… y en cambio soy una persona que no disfruto los eventos sociales, las fiestas literarias, no disfruto la ceja arqueada, no sé cómo llamarlo. Pero disfruto reírme con mis colegas de toda la vida, estar de cachondeo paseando por el paseo marítimo de Fuengirola. A mí me llevas una semana en Madrid y me has destrozado la semana. Me encanta Madrid, lo veo precioso, pero soy incapaz de vivir a su ritmo. Lo que yo disfruto ahora mismo es estar con mis niños jugando a un juego de mesa, y mi pasión es ver como mi hijo tira cartas al aire. Me llevas a hablar de literatura de Proust y me destrozas el alma, me arrancas un pedazo de un brazo.
Cuando Castillo ya había publicado su primera novela, todavía seguía trabajando. Tuvo a su primera hija y, al volver de su baja de paternidad -tras haber estado una semana trabajando de sol a sol- cogió a su bebé en brazos y esta empezó a llorar. Él, su padre, fue incapaz de calmarla y la niña no cesó hasta que la cogió su madre. Castillo dice que fue en ese momento cuando se dijo que lo de la escritura debía funcionar, sí o sí, porque no podía ser un extraño para su hija.
- Ya que mencionas a tus hijos, el tema de la paternidad tiene cierto peso para un personaje de la novela. ¿Cómo te inspiran a ti las vivencias con ellos a la hora de escribir?
- Yo escribo libros que leen millones de personas, y lo más importante que hago es cómo enseño a mis hijos a las tablas de multiplicar, o cómo les enseño a resolver entre ellos una pelea por un peluche. Es lo más importante, lo más trascendente que he hecho en la vida, porque en realidad tiene importancia. Es muy difícil, nadie te enseña, estás sin darte cuenta moldeando personalidades, rodeado de tus inseguridades. Me parece tan poderoso, que en la novela quería un personaje que representara esa visión del mundo, en la que ser padre tiene el poder de transformarte. Yo conozco a pocos padres que sigan siendo igual de malos que eran sin hijos. Empezamos a pensar en cómo mejorar el mundo para dejarlo mejor para ellos. Te enseña el amor más puro que existe, incondicional. Es horrible que lo diga, pero yo ayudaría a mis hijos a encubrir un crimen. Es un amor tan ilógico que es alucinante, y también es el miedo más atroz al pensar que les pueda pasar algo. Estas emociones tan puras son alucinantes para crear, porque cuando tienes una escala de lo que es el amor, si conoces el máximo, eres capaz de moldear el punto justo que quieres expresar, y cuando hay algo que aterra de verdad en el libro, eres capaz de describirlo, te da herramientas.
- ¿Consideras que esos dos pilares, el amor y el dolor, son el motor de tus novelas?
- Sí, creo que todos mis personajes desde mi primera novela tienen dolor, porque creo que es el elemento común de todos, tanto el rico como el pobre, tanto el de una cultura occidental como asiática, oriental, todos hemos vivido el dolor, todos hemos sufrido, todos hemos perdido a alguien, a todos nos han arrebatado algo que queríamos. Es algo que nos une. Siempre decimos que en todas las culturas amamos, pero hay gente que pasa toda su vida sin conocer el amor. En cambio, a todo el mundo en algún momento le duele algo, es algo tan universal que yo creo que es por lo que funciona. No todo el mundo se puede hacer una idea de lo que es amar, en cambio todo el mundo cuando conoce lo que puede ser perderá a un hermano, a tu padre, a tu hija, eso todo el mundo más o menos se lo puede imaginar, aunque luego la realidad es mucho más horrible. Es tristísimo, pero así son las cosas.
Estas reflexiones las comparte a menudo también en sus redes sociales. Castillo no es un autor encerrado en su torre de marfil. Al contrario: exhibe un entusiasmo casi adolescente cuando habla de sus interacciones digitales y de esa comunidad de lectores que lo lleva acompañando durante muchos años.
- Tú estás muy presente en redes sociales, conectando con tus lectores. ¿Sientes así más presión con un nuevo lanzamiento?
- Yo tengo la suerte de que a la gente ya le han gustado mis libros anteriores. Ojalá que este también, pero, si este no les gusta, no me cambia, lo pienso de verdad. Si de repente dejo de vender libros durante los próximos 10 años… es que yo ya me siento la persona más afortunada del mundo, hay gente que ahora está perdiendo a sus hijos, y está viendo como toda su vida se destroza. Entiendo que este momento vital es algo que se ha reflejado bastante en lo que cuenta el libro. En mi caso es ese tema, pero hay gente que tendrá otro motivo para decir que mi vida es alucinante. Hay que mirar más allá. Y con las redes me pasa que yo concibo escribir como una comunicación, es una historia que en realidad se completa en la cabeza de quien lo lee. A mí me encanta la parte del proceso de escritura, y durante todo el año voy compartiendo que a las 3 de la mañana no me salen las palabras, por ejemplo. Es algo que elimina esta barrera absurda que se construye. A mí no me gusta mucho esa figura del escritor que se sube a una atalaya y escribe un libro durante 4 años y luego aparecen los pequeños mortales que leen su obra maestra. Reniego muchísimo de esa mitificación del escritor.
Detrás del fenómeno editorial y del escritor convertido en rostro de Netflix –El cuco de cristal será su próxima serie en la plataforma-, hay un padre que, a escondidas, escribe el libro más importante de su vida. No será un thriller ni un best seller: será una novela infantil que escribe ahora con ellos, a varias manos, con giros inesperados y ese «efecto guau» que él persigue en todas sus páginas.
Quizá sea ahí, en esa tensión entre la serie que verá medio mundo y el cuento que solo leerán tres niños, donde se encuentre de verdad el misterio más poderoso de Javier Castillo: el de alguien que escribe para incendiar la vida de los lectores, pero también la suya.
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