<p>El Premio Nobel 2025 de física acaba de otorgarse nuevamente al área de computación cuántica, a los investigadores John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis, de tres universidades estadounidenses en California, por sus avances en el desarrollo de la tecnología cuántica. <strong>Esta tecnología consiste en aplicar los principios de la mecánica cuántica</strong> – una rama de la física – para manipular átomos y desarrollar aplicaciones prácticas: la llamada segunda revolución cuántica que se centra en la ingeniería de sistemas cuánticos. Según datos actuales de The Quantum Insider, existen más de 250 startups de computación cuántica en el mundo con inversiones que superan los 1.250 millones de dólares.</p>
Los investigadores premiados han logrado importantes avances en el desarrollo de la tecnología cuántica
El Premio Nobel 2025 de física acaba de otorgarse nuevamente al área de computación cuántica, a los investigadores John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis, de tres universidades estadounidenses en California, por sus avances en el desarrollo de la tecnología cuántica. Esta tecnología consiste en aplicar los principios de la mecánica cuántica – una rama de la física – para manipular átomos y desarrollar aplicaciones prácticas: la llamada segunda revolución cuántica que se centra en la ingeniería de sistemas cuánticos. Según datos actuales de The Quantum Insider, existen más de 250 startups de computación cuántica en el mundo con inversiones que superan los 1.250 millones de dólares.
En mayo de 2022 tuve la suerte de conocer al profesor John M. Martinis en un evento de The Economist sobre comercialización de tecnologías cuánticas en Londres. Él acababa de fundar Qolab, una startup enfocado en construir cúbits (bits cuánticos) de alta calidad y a gran escala utilizando la tecnología de superconductores. Cuando hablé con él, se le notaba algo incómodo ya que en cierto modo había perdido su estatus. Mal que nos pese, aunque las startups simbolizan innovación y riesgo, socialmente a veces se perciben como un paso atrás, especialmente cuando vienes de un puesto tan icónico como líder de hardware cuántico de Google.
Antes de fundar esta startup, Martinis había liderado el área de hardware de Quantum AI de Google, donde consiguió demostrar por primera vez la llamada «supremacía cuántica». En este experimento, realizado con el procesador Sycamore, de 54 cúbits, logró ejecutar en 200 segundos un cálculo de muestreo aleatorio que habría tomado al superordenador más rápido del mundo 10.000 años en producir un resultado equivalente. Este experimento marcó un hito en el campo de la computación cuántica: fue la primera demostración real del potencial computacional del ordenador cuántico, incluso con un sistema limitado en tamaño y afectado por ruido operacional. Fue un gran logro de ingeniería cuántica. Además, supuso el punto de partida para centrarse en la corrección de errores cuánticos, una técnica esencial para lograr operaciones más fiables, dado que la fragilidad de los cúbits sigue siendo su principal talón de Aquiles: el obstáculo que aún les impide escalar la tecnología y resolver problemas de interés real para el mundo empresarial.
Google había fichado a Martinis desde su puesto como profesor en la Universidad de California, en Santa Bárbara, en 2014, para construir su ordenador cuántico. Definió la estrategia del hardware, ideó modos de escalar los cúbits, y encontró la manera de mostrar al mundo el potencial del ordenador cuántico. A pesar de este éxito, surgieron muchas tensiones entre el grupo de Quantum AI de Google casi como una mezcla entre un episodio del «The Bing Bang Theory» – donde las tensiones sobre la superioridad intelectual entre el físico teórico (Sheldon) y el experimental (Leonard) son constantes – y «The Office» donde la inseguridad del jefe, Michael Scott, ahoga las iniciativas de los empleados y se entromete en su trabajo interrumpiéndolo constantemente. Todo esto hizo que finalmente Martinis decidiera dimitir, para gran sorpresa de la comunidad cuántica.
El Nobel de Física 2025 ha terminado premiando a John M. Martinis por sus contribuciones a la tecnología cuántica, devolviéndole el crédito que el mundo corporativo le negó, recordándonos la soledad – y, a menudo, la incomprensión – del verdadero innovador.
*Elena Yndurain es directora ejecutiva, consejera independiente y profesora de Tecnología en el IE Business School.
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