<p>Las páginas de economía de los periódicos, tradicionalmente impresas en color salmón, deberían ahora salir en rosa, dado lo dulce que podría parecer el momento económico que atraviesa el país. La<strong> economía española</strong> es la que más ha crecido desde el año 2019 de toda la Unión Europea y es la que tiene mayor <strong>previsión de crecimiento</strong> a corto plazo, según las principales instituciones. El <strong>empleo </strong>no para de crecer y el país sigue exhibiendo una fuerte capacidad para absorber mano de obra, con una población activa en aumento impulsada por la llegada de inmigrantes y un mercado laboral dinámico, en el que la ocupación bate récord mes a mes y la tasa de paro está cerca de bajar del doble dígito por primera vez desde antes de la crisis financiera. A eso se suma una <strong>inflación </strong>cerca de la zona de control del 2%, una <strong>demanda externa </strong>relativamente resiliente a las turbulencias del comercio internacional y un <strong>nivel de déficit y deuda público</strong> que, pese a ser muy elevados y preocupantes, van reduciéndose poco a poco gracias al crecimiento y la recaudación tributaria récord.</p>
La pérdida de poder adquisitivo, el problema de la vivienda y el ahogo fiscal hacen mella en los hogares españoles
Las páginas de economía de los periódicos, tradicionalmente impresas en color salmón, deberían ahora salir en rosa, dado lo dulce que podría parecer el momento económico que atraviesa el país. La economía española es la que más ha crecido desde el año 2019 de toda la Unión Europea y es la que tiene mayor previsión de crecimiento a corto plazo, según las principales instituciones. El empleo no para de crecer y el país sigue exhibiendo una fuerte capacidad para absorber mano de obra, con una población activa en aumento impulsada por la llegada de inmigrantes y un mercado laboral dinámico, en el que la ocupación bate récord mes a mes y la tasa de paro está cerca de bajar del doble dígito por primera vez desde antes de la crisis financiera. A eso se suma una inflación cerca de la zona de control del 2%, una demanda externa relativamente resiliente a las turbulencias del comercio internacional y un nivel de déficit y deuda público que, pese a ser muy elevados y preocupantes, van reduciéndose poco a poco gracias al crecimiento y la recaudación tributaria récord.
«¿Y a mí que me importa?», se habrá preguntado algún lector llegado este segundo párrafo. Este relato, en el que bien podría apoyarse el presidente del Gobierno cuando presume de una economía que va «como un cohete«, plantea dos problemas. El primero es que omite importantes desequilibrios de la economía española que podrían comprometer el futuro del país -como el estancamiento de la productividad o la insuficiencia del sistema público de pensiones, por citar alguno- y el segundo es que se queda en la capa alta de la atmósfera, pero no cala en el aire que respiran la mayoría de familias del país. Hay una fuerte desconexión entre la macroeconomía -el sistema económico en conjunto analizado a través de magnitudes globales como el PIB- y la microeconomía -relativa al comportamiento de los individuos y las empresas-.
Lo cierto es que pese a las brillantes cifras macroeconómicas, un 55% de la población en España cree que la situación económica actual es peor que la anterior a la pandemia, según una encuesta reciente de Funcas, y hay más hogares que aprecian que su situación personal ha empeorado (34%) que mejorado (22%).
El CIS da muestra de ello también: coincide en que un 55% de la ciudadanía cree que la situación económica general de España actualmente es mala o muy mala; si bien aquí entra en juego la orientación política de los encuestados, siendo mucho más pesimistas los que se identifican con los partidos de la oposición.
Entre los que votaron al PP en las últimas elecciones generales predomina la opinión de que la situación económica es peor que hace seis meses (un 79,5% lo ve así), un porcentaje que sube aún más para los que optaron por Vox en las urnas (83,6%); mientras que entre los votantes del PSOE abundan más los que piensan que la economía va mejor (37,5% frente a 32,8% de los que lo ven peor) y lo mismo ocurre entre los fieles de Sumar (un 37,3% cree que la economía ha mejorado frente a un 25,9% que considera que ha empeorado).
Más allá de las diferencias ideológicas, más de la mitad de la población cree que la realidad económica no acompaña las grandes cifras y ven el futuro más negro que rosa.
¿Los motivos? Son varios, pero entre todos ellos ha sido determinante la inflación que ha sufrido el país en los últimos años y de la que no se ha protegido a las familias lo suficiente. No en vano un 90% de los encuestados por Funcas cree que los salarios están perdiendo poder adquisitivo, un 70% considera que los impuestos han subido desde antes del covid y cuatro de cada diez dice tener dificultades para llegar a fin de mes.
Mientras que el nivel general de precios es hoy un 21,1% más alto que antes de la pandemia -diciembre de 2019-, las subidas salariales que se han acordado por convenio colectivo en el país han sido del 1,7% en 2020, el 1,6% en 2021, el 3,2% en 2022, 3,7% en 2023 y 3,4% en 2024. Son incrementos acumulativos, pero aún así la suma se queda en el 14%, con lo que los sueldos todavía no han recuperado el poder adquisitivo perdido.
Además, hay que tener en cuenta: (1) que se trata de una media recogida en la Estadística de Convenios Colectivos, con mucha diferencia por sectores; (2) que muchos asalariados no están protegidos por un convenio colectivo y no han tenido subidas de sueldo, y (3) que España parte de un nivel salarial históricamente bajo en comparación con otros países y con un estancamiento severo en las últimas tres décadas.
Otro factor a tener en cuenta es que aunque la inflación general ha subido un 21,1% en los últimos seis años, algunos productos que tienen un importante peso en la cesta de consumo -sobre todo de las familias con menor nivel de renta- se han encarecido mucho más, como los alimentos, cuyo precio se ha disparado un 36% desde 2019.
A este encarecimiento de la cesta de la compra y de los precios en general se suma el problema de la vivienda. Los que tengan la suerte de tener una casa en propiedad habrán experimentado en los últimos años una subida considerable de la cuota de la hipoteca -ya que precisamente la herramienta principal que tiene el Banco Central Europeo (BCE) para combatir la inflación es incrementar los tipos de interés-, mientras que aquellos que viven de alquiler habrán notado la presión de los propietarios para subir el precio. Las leyes impulsadas por el Ejecutivo, además, han actuado como freno a la oferta lo que ha alimentado la escalada de precios, mientras que otras que hubieran mejorado la situación, como la Ley del Suelo, no han visto la luz por falta de apoyo parlamentario.
A todo esto hay que añadir la llamada «progresividad en frío», es decir, la decisión del Gobierno de no adecuar impuestos como el IRPF a la inflación, lo que evitaría que los trabajadores paguen más impuestos a Hacienda cuando su salario real no ha subido. Al no hacerlo, los contribuyentes han tenido que pagar 9.747 millones de euros extra entre 2021 y 2024 a la Agencia Tributaria, según calcula Funcas, un gasto adicional que se suma también al aumento del IVA derivado del alza de los precios.
«Los salarios brutos han crecido bastante aunque menos que los precios, pero los netos mucho menos porque no se ha deflactado el IRPF y, además, las cotizaciones sociales se han merendado parte de la subida», apunta a Actualidad Económica Manuel Hidalgo, senior fellow en EsadeEcPol y la Universidad Pablo de Olavide, quien señala que la desconexión macro-micro, además de a esta realidad, se debe también a la «percepción asimétrica» que tienen las personas, por la que perciben mucho más el incremento de los precios que el alza de salarios que se ha producido después.
De entre todas, las familias con niños destacan entre los que se muestran más negativas en las encuestas sobre la percepción de la situación económica: «muestran sistemáticamente una percepción más negativa tanto de la evolución de la situación de su hogar como de la de la economía general, reflejando las dificultades adicionales que suelen enfrentar las familias durante la etapa de crianza», apunta Funcas. Influye aquí el hecho de que muchas familias pasan automáticamente a estar en riesgo de pobreza cuando tienen hijos, al dividirse sus ingresos entre más número de personas.
«El buen comportamiento macroeconómico no ha logrado mejorar los datos de pobreza infantil. Sigue estando muy por encima del promedio europeo: un 34% frente al 24,8%. Esta situación es una lacra social impropia de una economía fuerte y una democracia consolidada como la española», denuncia el Consejo Económico y Social (CES) en su memoria anual de este ejercicio. Para solucionarlo, apuntan a una única dirección: «A la hora de comprender y explicar por qué el buen comportamiento de la economía y del empleo, así como de las políticas de bienestar, no se ha trasladado a una mejora generalizada de las condiciones de vida de la población hay una respuesta que emerge de forma destacada: la vivienda».
Subir sueldos podría parecer parte de la solución, pero Hildago recuerda que no es algo «tan sencillo como darle a un botón». «A corto plazo no se puede hacer nada. Si se ha producido un shock de precio en un producto que importas, eres más pobre, y eso es lo que nos ha pasado. Lo que podemos hacer es intentar no depender tanto de esa importación y tener un tejido productivo más eficiente. Hay dos grandes retos que han impactado en los salarios reales: el energético -y ahí la transición nos ayudará- y el gran reto demográfico, que ya empieza a notarse. Por ejemplo, la reforma de las pensiones ha empezado a impactar», apunta.
Coincide en que no es factible a corto plazo resolver el problema de los salarios ni el de la vivienda Desiderio Romero, catedrático de Economía Aplicada e investigador de Funcas, quien sí ve útil que el Gobierno adapte el IRPF a la inflación. «Es una cosa importante y fácil de hacer para aliviar la renta real», señala, aunque sin olvidar los grandes retos pendientes de la economía como crear empleos de más valor añadido con un nivel salarial más alto.
Actualidad Económica