<p>El lustro en blanco del Centro Pompidou (cerrado y en obras desde este otoño y hasta 2030) ha permitido que una exposición insólita abriera sus puertas ayer en CaixaForum Madrid: <i>Chez Matisse; el legado de una nueva pintura (</i>hasta el 22 de febrero) trae desde París 46 pinturas del pintor francés y otras 49 piezas de otros artistas de extraordinario nivel que aparecen citados como sus maestros, sus discípulos, sus amigos, sus enemigos y los artistas de generaciones posteriores que encontraron en <strong>Matisse </strong>algo que los empujaba a pintar: <strong>Braque, Picasso, Bonnard, Derain, Le Corbusier, Nolde, Robert y Sonia Delaunay, Marquet</strong>… Una parte del Pompidou, una parte nada anecdótica, pasará el invierno en Madrid.Si pusiéramos todos sus cuadros en un cronograma de la historia del arte, el viaje iría desde el impresionismo y el fauvismo hasta el pop art, desde el jazz hasta el descubrimiento del arte africano. Cabría todo.</p>
El CaixaForum de Madrid muestra 46 obras maestras del artista francés salidas del Centro Pompidou, junto a piezas de Braque, Picasso, Le Corbusier, Nolde, los Delaunay…
El lustro en blanco del Centro Pompidou (cerrado y en obras desde este otoño y hasta 2030) ha permitido que una exposición insólita abriera sus puertas ayer en CaixaForum Madrid: Chez Matisse; el legado de una nueva pintura (hasta el 22 de febrero) trae desde París 46 pinturas del pintor francés y otras 49 piezas de otros artistas de extraordinario nivel que aparecen citados como sus maestros, sus discípulos, sus amigos, sus enemigos y los artistas de generaciones posteriores que encontraron en Matisse algo que los empujaba a pintar: Braque, Picasso, Bonnard, Derain, Le Corbusier, Nolde, Robert y Sonia Delaunay, Marquet… Una parte del Pompidou, una parte nada anecdótica, pasará el invierno en Madrid.Si pusiéramos todos sus cuadros en un cronograma de la historia del arte, el viaje iría desde el impresionismo y el fauvismo hasta el pop art, desde el jazz hasta el descubrimiento del arte africano. Cabría todo.
El año pasado ya se vio una exposición de dibujos y esculturas de Matisse en la Fundación Canal de Madrid pero desde 2009 no había una gran antológica dedicada al pintor francés en España (Matisse, 1917-1941, inaugurada en el Museo Thyssen). La selección de los cuadros que han viajado esta vez a España desde París está a la altura. Hay obras maestras como El sueño, los interiores de sus estudios que pintó durante la I Guerra Mundial, el retrato bizantino de su hija Marguerite, la monumental Lujo, calma y voluptuosidad, sus bailarinas españolas, sus acercamientos al arte abstracto… Hay piezas que nunca habían se habían visto en España y hay lienzos que amplían la idea de lo que el público entiende por «un cuadro de HenriMatisse».
Chez Matisse; el legado de una nueva pintura no es una exposición de tesis, de modo que no está basada en ninguna idea que invite a ver con otros ojos los cuadros. Como mucho, hay un esfuerzo por demostrar el lugar central de Matisse en la historia del arte del siglo XX. «En esta exposición volvemos a reflexionar sobre la influencia como una forma de hospitalidad», dijo Aurélie Verdier, la comisaria de la muestra.
El hilo de la exposición, en realidad, es más biográfico que otra cosa. Matisse, en la primera sala de la muestra de CaixaForum, aparece retratado como el hijo de una familia del norte de Francia que se dedicaba a los negocios.Eran gente trabajosa y de rigor y Matisse siempre se vio a sí mismo como parte de su tradición, como un trabajador cualificado que luchaba por su estatus y por su independencia.
Aunque su temperamento fuera otra cosa: «Matisse quedó para la historia como el artista de la alegría, pero fue un hombre nervioso y marcado por la ansiedad», explicó Verdier. En sus años de formación, encontró la línea de tensión que marcaría su vida: Matisse, es sabido, nació para el color pero nunca renunció al dibujo ni a la forma. Probó con el fauvismo pero no encajó del todo precisamente por ese anhelo de formas. Descubrió el arte africano en el mismo año que Picasso, quiso ir a la guerra de 1914 pero no pudo y se quedó en París durante el estallido del cubismo, en el que estuvo pero no estuvo. Su amigo e interlocutor entre los nuevos pintores fue Juan Gris. Picasso también estuvo en su mundo pero Matisse se fiaba menos de él porque veía en su colega malagueño a un pequeño ladrón de ideas. También lo veía como a su némesis, como a la bestia que podía mirarlo a la la Viajó al sur, a Niza en busca de luces más claras, y después marchó a Estados Unidos y empezó a pintar al gouache. Y se hizo viejo y perdió el pulso, pero siguió pintando con desesperación, haciendo collages a tijeretazos. A diferencia de otras exposición biográficas, Chez Matisse no se acaba en un lento apagado sino con un estallido de luces y colores fluorescentes.
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