<p>En mi casa hacemos el presupuesto en el último trimestre del año. Es cuando tenemos más claro qué va a pasar el año que viene y más claro lo que queremos hacer en ese periodo. Si mi mujer y yo estamos de acuerdo, el presupuesto se pone en marcha.</p>
En mi casa hacemos el presupuesto en el último trimestre del año. Es cuando tenemos más claro qué va a pasar el año que viene y más claro lo que queremos hacer en ese periodo. S
En mi casa hacemos el presupuesto en el último trimestre del año. Es cuando tenemos más claro qué va a pasar el año que viene y más claro lo que queremos hacer en ese periodo. Si mi mujer y yo estamos de acuerdo, el presupuesto se pone en marcha.
En los primeros años de casados llevábamos el presupuesto según el método de los sobrecitos: sobrecito para la comida, sobrecito para la luz, para el agua, para el parvulario, sobrecito para el servicio (teníamos servicio)… y sobrecito para diversiones, que era el primero que atacábamos cuando los otros se desviaban en negativo, cosa que ocurría con frecuencia.
Nosotros pensábamos lo que queríamos hacer y luego lo traducíamos a pesetas. El Gobierno hace lo mismo. Lo que quieren hacer son los objetivos a conseguir, con lo que el presupuesto no es más que la expresión cuantitativa de esos objetivos.
Como es natural, el Gobierno tiene la obligación de decirnos a los españoles anualmente lo que quiere conseguir y la obligación de traducir eso a euros. Esos son los Presupuestos Generales del Estado, que está obligado a presentar «al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior», según dice la Constitución.
Y la Constitución añade que si los Presupuestos Generales no están aprobados por las Cortes antes del primer día del ejercicio económico correspondiente, se considerarán renovados automáticamente los anteriores.
Eso quiere decir que los objetivos a conseguir siguen siendo los mismos o no se han conseguido todavía o… no son más que un conjunto de números que se han puesto para que quede bonito, pero que no son la realidad de lo que se quiere conseguir.
Cuando la prórroga se hace un año y luego otro y otro, se ve que el Gobierno no sabe por dónde anda, o quiere ir por su cuenta sin pasarlo por las Cortes o… ha decidido saltarse la Constitución, cosa que, llevada al extremo, hace que yo me salte las leyes y vaya por la autopista a 210 por hora, que se va muy bien.
En la autopista me pueden poner una multa. Y habría que pensar el procedimiento para multar al Gobierno. Esa multa se reflejaría en el Presupuesto, en la columna de gastos, y se debería resolver en la columna ingresos. Normalmente, con impuestos. Los impuestos los pagamos entre todos.
Como la multa al Gobierno se debería a su desidia o a que no sabe por dónde va, sería lógico que la multa fuera individual. O sea que fuera pagada individualmente por Sánchez, Montero, Díaz y todos y cada uno de los ministros, según la proporción que ellos decidieran y que fuera justa: Sánchez, más que Montero y Díaz; Montero y Díaz, más que los siguientes, y así sucesivamente.
A pesar de lo mal que les van las cosas, noto en el Gobierno un cierto ambiente de prepotencia y chulería. Quizá, si les costase su dinero, serían un poco menos prepotentes y otro poco menos chulitos.
Y chulitas, claro.
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