<p>Margaret Atwood aún tiene<i> jet lag</i> cuando consigue conectarse a Zoom. «Perdón, acabo de llegar de Europa y mi reloj va tarde», se disculpa con una radiante sonrisa ante 50 periodistas de España y Latinoamérica, donde hoy sale a la venta <i>Perdidas en el bosque</i> (Salamandra), la traducción de su última colección de relatos. Pero esta es especial por sus tintes autobiográficos. «Nunca he entrevista a<strong> Geroge Orwell,</strong> ni he convertido a un caracol en una persona y mi madre no pretendía ser una bruja», matiza Atwood riendo.</p>
La escritora publica la colección de relatos ‘Perdidas en el bosque’, casi una novela camuflada de tintes autobiográficos, con dos personajes alter ego de ella y su marido Graeme Gibson, fallecido en 2019
Margaret Atwood aún tiene jet lag cuando consigue conectarse a Zoom. «Perdón, acabo de llegar de Europa y mi reloj va tarde», se disculpa con una radiante sonrisa ante 50 periodistas de España y Latinoamérica, donde hoy sale a la venta Perdidas en el bosque (Salamandra), la traducción de su última colección de relatos. Pero esta es especial por sus tintes autobiográficos. «Nunca he entrevista a Geroge Orwell, ni he convertido a un caracol en una persona y mi madre no pretendía ser una bruja», matiza Atwood riendo.
Pero antes de adentrarnos en sus cuentos y tras esbozar una reflexión sobre la historia de las utopías y distopías literarias desde el siglo XIX hasta hoy, Atwood da su opinión sobre el resultado de las elecciones en Estados Unidos: «¿Vamos a tener una especie de dictadura hitleriana? Lo dudo, pero depende de si podemos creer en algo de lo que dice Trump, porque miente tanto… Dice que va a ejecutar al jefe del ejército, que va a construir campos de concentración y que va a poner en ellos a los demócratas y a los inmigrantes…». Niega con la cabeza con una sonrisa.
La autora de El cuento de la criada, una de las mayores distopías nunca imaginadas sobre Estados Unidos (y, sin embargo, todo lo que cuenta ha ocurrido en algún momento de la historia), analiza así la derrota de Kamala Harris: «El hecho de que fuera una mujer y además de color ha influido. Muchos tenían miedo de perder su estatus y poder identitario con una presidencia de Kamala».
Desde la vecina Canadá, la escritora plantea lo que puede suceder en un futuro inmediato: «Estados Unidos ha sido el país más poderoso del mundo hasta ahora. ¿Va a colapsar? ¿Estamos viendo un imperio en declive?». Y aún va más allá: «Otra pregunta es si Trump va a sobrevivir a su mandato. ¿Cómo estará de salud a los 82 años [hoy tiene 78]? Igual en un momento dado lo incapacitan». Esta vez no ríe, lo dice muy en serio.
Atwood tiene unos fantásticos 84 años, dedicados en cuerpo y alma a la literatura. Con solo 19 años, mientras estudiaba en la universidad, autoeditó su primer poemario, Double Persephone. Ahora está escribiendo sus memorias: «No son una biografía. Unas memorias son cosas que puedes recordar. Y lo que normalmente recuerdas son cosas estúpidas o catástrofes, no si tuviste un almuerzo estupendo… No hay mucho de mis vacaciones de verano, para entendernos», explica.
Pero mientras… En Perdidas en el bosque -que toma el título del último cuento- casi esboza una novela encubierta, una colección de estampas de vida cotidiana con accidentes domésticos, pasatiempos nocturnos como limpiar la nevera o preparar gelatina de jalapeños. Los protagonistas son Tig (él) y Nell (ella), una pareja que ha compartido toda una vida, aunque vinieran de matrimonios anteriores, y que ya aparecía en otra antología de 2006, Desorden moral (en España la tradujo Bruguera, pero ya está descatalogada).
A Tig le encantan los pájaros, a Nell las mariposas: como a su marido, el escritor y ornitólogo Graeme Gibson, y como a ella misma, que dedicó uno de sus más bellos poemas a una Mariposa «del azul de unos ojos», una oda a la vocación de entomólogo de su padre (incluido en su poemario La puerta, también descatalogado: hay otra Atwood por descubrir).
En el primer cuento, Primeros auxilios, Tig muere. Como Graeme, que falleció en 2019 a causa de una demencia vascular diagnosticada dos años atrás. Murió en septiembre, mientras Atwood estaba inmersa en plena promoción de Los testamentos, la esperada continuación de El cuento de la criada, que le valió el premio Booker. El duelo por Graeme después de casi medio siglo juntos va de la dolorosa ausencia a los recuerdos luminosos. Y late en prácticamente la mitad de los cuentos de Perdidas en el bosque: Tig y Nell protagonizan siete de ellos, abren el libro con 50 páginas y, tras un interludio de ocho relatos independientes (que podrían ser historias que se cuentan el uno al otro después de cenar), vuelven para cerrar el volumen con otras 84 páginas.
«¿Qué tiene que ver la memoria con la felicidad o la tristeza? Seguramente mucho: recordamos momentos tristes y felices que ya han pasado. ¿Hasta qué punto existimos en un lugar y en un espacio que ya no es real?», plantea Atwood.
La escritora utiliza la tercera persona para describir imágenes hermosas de Tig y Nell sentados en un banco del jardín al atardecer, con albornoces blancos después de salir de la sauna que él mismo construyó para aliviar su artrosis. Están cogidos de la mano y Tig la va preparando: «No tardaré en irme».
Pero no hay un drama devastador, gracias a la fina ironía de Atwood. En realidad la muerte sobrevuela prácticamente cada historia de Perdidas…, ya sea la de Hipatia de Alejandría, que cuenta en primera persona cómo una turba de cristianos la desolló viva, hasta la del gato Smudgie, que muere de diabetes y para superar la ausencia de la mascota Nell reescribe el poema épico Morte d’Arthur de lord Tennyson con su gato como rey.
Atwood también conecta con George Orwell vía medium (madame Verity) en una divertida Entrevista post mortem. «Formaba parte de una serie en la que escritores vivos entrevistaban a los ya muertos. Yo aún no estoy muerta, así que no me entrevistaron», cuenta. Ella es así: cuando habla y cuando escribe. «Siempre me ha gustado mucho Orwell y quería plantearle una serie de preguntas. Os daréis cuenta de que sigue fumando, no ha conseguido dejarlo ni en el más allá aunque sabe que no es bueno para su salud». Y su diálogo interdimensional es una de las delicias del libro.
Hay más ciencia ficción, desde un extraterrestre con forma de pulpo experto en crisis intergalácticas (La impaciente Griselda) hasta una bruja contemporánea (Mi maléfica madre) o un futuro distópico en el que una enfermedad de transmisión sexual se ha extendido por el mundo y unas matriarcas se encargan de concertar matrimonios entre jóvenes no contaminados para garantizar la supervivencia (Pandemónium). Puro Atwood. O Nell…
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