<p>Solo cuando es buena la comedia duele. Mack Sennett estaba convencido de que comedia es cuando alguien se cae en una zanja y se mata. Drama, decía, es cuando te sale un padrastro. Hace tiempo que una parte de <strong>Alberto San Juan (Madrid, 1968)</strong> milita en una forma de humor tan revelador y, a su manera, funesto que no que queda más que reírse. El último y más brillante ejemplo es <i>La cena, </i>la película de Manuel Gómez Pereira que adapta el texto de José Luis Alonso de Santos <i>La cena de los generales. </i>En ella, el actor da vida al maitre del Hotel Palace que, en plena hambruna de posguerra, recibe el encargo de organizar un banquete a la mayor gloria del dictador Francisco Franco. Solo un problema. Todos los cocineros de confianza están en la cárcel por rojos y, en consecuencia, solo si son liberados habrá menú. Y así ocurre. </p>
El actor protagoniza La cena, la película de Manuel Gómez Pereira que adapta la obra de José Luis Alonso de Santos a vueltas con un banquete de Franco justo al fin de la Guerra Civil
Solo cuando es buena la comedia duele. Mack Sennett estaba convencido de que comedia es cuando alguien se cae en una zanja y se mata. Drama, decía, es cuando te sale un padrastro. Hace tiempo que una parte de Alberto San Juan (Madrid, 1968) milita en una forma de humor tan revelador y, a su manera, funesto que no que queda más que reírse. El último y más brillante ejemplo es La cena, la película de Manuel Gómez Pereira que adapta el texto de José Luis Alonso de Santos La cena de los generales. En ella, el actor da vida al maitre del Hotel Palace que, en plena hambruna de posguerra, recibe el encargo de organizar un banquete a la mayor gloria del dictador Francisco Franco. Solo un problema. Todos los cocineros de confianza están en la cárcel por rojos y, en consecuencia, solo si son liberados habrá menú. Y así ocurre.
Lo que sigue es un gozoso disparate tan cruel, liberador y hasta triste que, en efecto, no queda otra que celebrarlo como una de las más brillantes comedias del año. Lo dice Sennett y San Juan no le quita la razón.
- Hablando de Franco, según el CIS, más del 21% de los españoles considera que los años de la dictadura fueron «buenos» o «muy buenos». ¿Qué le sugiere esta afirmación recién publicada?
- Es un dato terriblemente preocupante y creo que responde a un contexto actual en el que se está desacreditando la democracia y que obedece a una intención política de quienes están construyendo un proyecto autoritario. El 15M, por ejemplo, denunciaba una gestión fraudulenta de la democracia, pero no a la democracia en sí. Al revés, era una defensa entusiasta de ella. Se pedía más democracia, porque se consideraba que la democracia no podía ser simplemente votar cada cuatro años. La democracia es al acceso universal a los derechos básicos, incluido el derecho a la información independiente. Actualmente nos movemos en unas sombras en que el problema para esta gente ya no es cómo se gestiona la democracia, sino la democracia en sí. Por eso me parece muy peligroso que se intente erosionar la democracia, el único sistema político admisible, para consolidar una vía autoritaria. Eso se está viendo en Estados Unidos, en Europa, en América Latina, en España… Y en ese contexto se frivoliza con dictaduras anteriores como la franquista.
- ¿Qué hemos hecho mal para que el CIS arroje unos datos tan escalofriantes?
- Quizá tenemos un problema que arrastramos desde el famoso pacto de la Transición. Las élites decidieron construir una cultura democrática sin dejar claro qué fue la Segunda República, qué fue la Guerra Civil y qué fue el franquismo. Y es imposible crear de la nada una cultura democrática que haga pedagogía sobre el significado de una dictadura. Es esa ignorancia asumida la que permite que un líder como Santiago Abascal mantenga que el gobierno de Sánchez es el peor en 80 años de historia. Un gobierno democrático, por funesto que te parezca, no es en ningún caso peor que una dictadura. A mi juicio hay una cosa muy elemental que no se dejó clara en la Transición y es que la Segunda República y el gobierno del Frente Popular podían parecerte un horror, pero habían sido elegido en las urnas, en unas elecciones, en unas elecciones democráticas y legales. Eso sin tener en cuenta que en algunos aspectos la Constitución del 31 era más avanzada que la del 78. Tanto en la eliminación de la Monarquía como en la separación de la Iglesia y el Estado o en la declaración de la neutralidad de España ante cualquier guerra. No se reivindicó nunca lo que había de reivindicable de la República, sino que, al revés, se decidió olvidar. En definitiva, se contó la Transición a la democracia como si la democracia en España empezara en el 77, olvidando la experiencia de la Segunda República, que fue una democracia avanzada, al menos como proyecto.
- Todo el problema es, pues, de memoria democrática…
- El problema es que el principal partido de derechas de este país fue fundado por ministros franquistas que habían participado en los consejos de ministros que firmaban sentencias de muerte. Y el PP de ahora no ha sido capaz de romper ni con VOX ni con el franquismo que reivindica VOX. Y luego sucede que el partido que ocupa el lugar de la izquierda, el PSOE, tampoco ha sido capaz de acabar definitivamente con las fosas comunes y con los desaparecidos en este país. Hablamos de personas que fueron asesinadas por estar relacionadas con un sistema democrático. No es comprensible que junto a la ley de memoria democrática no haya un plan para financiar las exhumaciones. Habría que poner a la UME a exhumar las fosas de la guerra civil porque es una emergencia.
- Según todo lo que acaba de decir, ¿no es una frivolidad hacer una comedia con Franco al fondo?
- En realidad, Franco en esta película no es ninguna caricatura. El Franco que se ve es un auténtico psicópata. Es un tipo al que la muerte del otro no le perturba lo más mínimo. Él sigue comiendo su sopa cuando matan a un tipo delante de él. La película, de hecho, es claramente antibelicista y pro-democrática. En cualquier caso, creo que la comedia es un vehículo fantástico para tratar con seriedad cualquier tema. El sentido del humor propone siempre un punto de vista diferente y original, amplía la imaginación. Hay comedias superficiales que banalizan el dolor, pero también hay dramas superficiales. O sea, el problema no es que sea comedia o drama. Pero, en cualquier caso, sí es cierto que siempre hay un riesgo de frivolización y que hay estar muy atento. Recuerdo, lo vi en un pueblo recientemente, que viendo un partido de fútbol un grupo de gente se puso a gritar «Franco, Franco» como de broma para celebrar un gol del Real Madrid. Me parece terrible. ¿Qué será lo siguiente? Me parece una insensibilización ante el dolor ajeno pavorosa.
- El personaje que interpreta es el de un tipo que se adapta, que quiere mantenerse neutral, pero las circunstancias le obligan a tomar partido. No es la primera vez que da vida a alguien así. Pienso en la serie Balenciaga. Me da la impresión de que hay cierta disonancia entre la ficción y la realidad. Alberto San Juan pocas veces duda a la hora de tomar partido.
- La propia orientación sexual [es homosexual] del personaje le coloca en la disidencia lo quiera o no. Pero, en verdad, yo soy bastante conciliador y bastante cagueta. Ante la posibilidad de una pelea, incluso un enfrentamiento verbal, yo tiendo a calmar las aguas. Me altera mucho la violencia. Y en una conversación en la que no estoy de acuerdo con lo que otro piensa, prefiero callarme. Me callo por no tener esa situación incómoda. Lo que pasa es que luego se me va la lengua en las entrevistas. Y por eso doy otra impresión. ¡Menos mal que nunca en la vida he tenido redes ni Twitter! Pero sí es cierto que me encantan este tipo de personajes. Pienso en Mastroianni en Sostiene Pereira o en el recepcionista de Hotel Ruanda. Por otro lado, muchas veces mantenerse al margen es apoyar por omisión el estatus quo, sea el que sea. Mi suerte es que nunca he tenido ningún compromiso con ninguna marca, como compañeros míos, que me obliguen a callar o a no pronunciarme sobre algo.
- Sigue girando con la obra Macho grita y acabamos de asistir al día de la Hispanidad…
- El nacionalismo español está muy marcado por el franquismo y por el proyecto nacional católico que inauguran Isabel y Fernando. La obra habla de cómo se funda una idea de España a partir, precisamente, de los reyes católicos basada en un proyecto que pasa por erradicar dos terceras partes de la cultura hispánica. Y eso está relacionado con la reivindicación absolutamente supremacista e irresponsable de Occidente como el nivel superior de la evolución humana cuando, en verdad, Occidente ha creado el colonialismo y el imperialismo moderno.
- Volviendo al principio, es decir, al cine, lleva en esto desde los años 90. ¿Cómo está viviendo esta nueva época con la irrupción de la mujer como protagonista?
- Creo que ahora mismo el cine español es esencialmente una buena noticia. El cine español está en un momento excelente y es cada vez mejor. Y creo que esto tiene que ver fundamentalmente con un impulso legislativo relacionado por la discriminación positiva. Favorecer que entren cada vez más mujeres en la dirección y en la escritura de guiones ha hecho que el cine en general sea mejor. Es un tema polémico y muchos colegas se quejan. Y no tienen razón. Es indudable el efecto positivo de esta política. Me gustaría tener 20 años ahora y empezar de nuevo.
- A todo el mundo que pasa de los 20 le sucede lo mismo…
- Bueno sí, pero yo me refiero a que mi generación era gente muy despolitizada y muy inconsciente de la realidad política. He hecho muchas películas absolutamente desvinculadas de la realidad. Y eso contribuía a la despolitización general. Eso creo que ya no ocurre.
- ¿Se arrepiente entonces de su propio pasado?
- Creo que no éramos conscientes muchas veces de determinados rasgos machistas y había una falta de sensibilidad o atención a lo que estaba pasando en la realidad. Lo que sí creo que no ha cambiado es que los que hacemos cine seguimos perteneciendo a una clase social más bien alta. Hay que hacer que en las escuelas de cine, que son caras, entre gente que no se las pueden pagar.
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