<p class=»ue-c-article__paragraph»>Confieso que ayer hasta las nueve y media, uno habría apostado porque <strong>Juan Lobato</strong> iba a tirar la toalla después de su incierto manejo de lo que a él le afectaba del caso de <strong>Álvaro Gª Ortiz</strong>. Él recibió un e-mail de la jefa de Gabinete del jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, ejemplo canónico de redundancia, con el acuerdo de conformidad que negociaba el abogado del novio de <strong>Ayuso </strong>con la Fiscalía y la prójima de La Moncloa se lo envió para que lo usara contra la presidenta madrileña. Él, que por razón de oficio es inspector de Hacienda, sabía que eso es un delito y se negó, por lo que su remitente se lo filtró a la prensa amiga y Juan Lobato atacó a Ayuso con la información ya blanqueada. Unos meses después, tras la intervención de los móviles del fiscal general por orden del Tribunal Supremo, Juan Lobato se transformó en Juan Zorruno y llevó su cruce epistolar con <strong>Pilar Sánchez </strong>a un notario para dejar constancia.</p>
«Lo de Lobato no ha sido el triunfo de la honradez, sino del cálculo prudente. Sabe que lo van a laminar esta semana y prefiere postularse para el ‘postsanchismo'»
Confieso que ayer hasta las nueve y media, uno habría apostado porque Juan Lobato iba a tirar la toalla después de su incierto manejo de lo que a él le afectaba del caso de Álvaro Gª Ortiz. Él recibió un e-mail de la jefa de Gabinete del jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, ejemplo canónico de redundancia, con el acuerdo de conformidad que negociaba el abogado del novio de Ayuso con la Fiscalía y la prójima de La Moncloa se lo envió para
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Si lo prefieres
España