<p class=»ue-c-article__paragraph»>El icónico carretillero, con su sombrero de paja y peto color crema, que popularizó los espárragos de Navarra, celebra 150 años acompañado por Carretilla, una de las enseñas de conservas vegetales más antiguas y reconocidas del mercado nacional. La marca, que también cumple 50 años dentro del grupo alimentario IAN (Industrias Alimentarias de Navarra), dio el salto a los platos preparados para microondas hace 20 años, convirtiéndose en líder nacional, y ahora apuesta por el segmento de los refrigerados.</p>
El consejero delegado celebra el buen momento de la compañía, sin perder de vista los desafíos geopolíticos y económicos
El icónico carretillero, con su sombrero de paja y peto color crema, que popularizó los espárragos de Navarra, celebra 150 años acompañado por Carretilla, una de las enseñas de conservas vegetales más antiguas y reconocidas del mercado nacional. La marca, que también cumple 50 años dentro del grupo alimentario IAN (Industrias Alimentarias de Navarra), dio el salto a los platos preparados para microondas hace 20 años, convirtiéndose en líder nacional, y ahora apuesta por el segmento de los refrigerados.
- Carretilla celebra 150 años de historia. ¿Cómo ha logrado equilibrar la tradición con la necesidad de innovar en un sector en constante transformación?
- Hemos crecido con el sector y también hemos contribuido a su evolución. Nuestro origen está en la conserva vegetal, donde seguimos siendo un referente, especialmente con productos como los espárragos. Pero ya en 2005 apostamos por diversificar hacia los platos preparados en el lineal de ambiente, donde hoy contamos con más de 60 referencias y lideramos el mercado nacional. Recientemente, hemos dado un paso más con el lanzamiento de una nueva gama de platos refrigerados, pensada para un consumidor más joven, y hemos inaugurado una planta específica para este segmento. En definitiva, mantenemos nuestra apuesta por la tradición, pero con una clara vocación innovadora y de crecimiento.
- ¿Cómo fue ese proceso de salir de las conservas vegetales hacia los platos preparados?
- Ya han pasado 20 años desde que comenzamos con los platos preparados. Se dice pronto, pero quienes lo hemos vivido desde dentro sabemos bien lo que ha costado llegar a ser hoy líderes en este segmento. A lo largo de este tiempo hemos aprendido mucho sobre el consumidor y sobre cómo desarrollar productos que realmente funcionen. Cada año lanzamos dos o tres recetas nuevas y, al mismo tiempo, retiramos aquellas que no alcanzan la rotación esperada.P. En un sector que, además, es muy competitivo.
- En un sector que, además, es muy competitivo.
- Somos muy exigentes con cada referencia que lanzamos. Tenemos un enfoque autocrítico tanto en lo técnico -formulación, controles químicos- como en lo organoléptico: sabor, textura, presentación. Esa rigurosidad ha hecho que el consumidor vea nuestra marca como una garantía de confianza. Nuestra tradición también juega a favor: cuando sacamos un nuevo producto, muchos piensan «si es de Carretilla, lo pruebo». Pero esa primera prueba solo se convierte en repetición si el producto cumple. No basta con que el envase prometa; el contenido tiene que estar a la altura. Ese ha sido, si no nuestro secreto, al menos la base de nuestra estrategia: cuidar al máximo el producto, el packaging y la marca, y hacerlo de forma constante. Porque esto no va de aciertos puntuales, sino de mantener un alto nivel sostenido en el tiempo.
- Los hábitos de consumo han cambiado, ¿cómo afrontan la competencia de otras formas de alimentación como es el ‘delivery’ y el ‘take away’?
- Creo que son dos modelos de consumo que conviven y se complementan. En grandes ciudades como Madrid o Barcelona, el formato «listo para comer» se ha consolidado: el consumidor compra un plato ya preparado y lo consume en casa ese mismo día. Pero sigue existiendo un segmento muy relevante vinculado al supermercado, donde se buscan soluciones prácticas, con buena conservación y listas para consumir en cualquier momento. En países como Reino Unido esto lleva décadas funcionando; no estamos inventando nada. En España, el contexto es distinto por el peso de la hostelería, pero aun así ofrecemos una propuesta diferenciadora: la fuerza de la marca y, sobre todo, la calidad del producto. Nuestros platos no llevan conservantes ni colorantes; son naturales y elaborados con una tecnología que permite mantener sabor, textura y apariencia sin comprometer la seguridad alimentaria ni lo saludable. En definitiva, nuestra estrategia es clara: cuidar al máximo el producto. Porque comer bien importa, y el consumidor lo valora.
- ¿Cómo ha cambiado el consumidor en los últimos años?
- Al contrario de lo que a veces se piensa, el consumidor sigue siendo bastante tradicional. La mayoría prefiere platos conocidos, los de toda la vida: arroces, pasta, guisos, pescado, albóndigas o legumbres con chorizo. Aunque en ocasiones especiales se busca algo más sofisticado, en el día a día triunfan las recetas familiares. La cocina casera, la de nuestras abuelas, sigue muy presente. Y eso es un reto: cuando alguien prueba unas lentejas nuestras, inevitablemente las compara con las de casa. No hay margen de error, tienen que estar a la altura.
- Aun así, siguen innovando.
- Sí, porque con los platos preparados hay poco margen: o te gustan o no te gustan. La decisión es inmediata. Por eso innovamos con recetas que realmente funcionen: gratinados de calabacín o berenjena, lasañas, pasta rellena, ensaladillas… Platos que en casa requieren tiempo y que, si los haces bien, el consumidor valora. Partimos casi de cero en este segmento, pero estamos creciendo paso a paso.
- ¿Llegarán los platos preparados a sustituir a la cocina tradicional?
- No creo que la sustituyan, pero sí que cada vez tienen más peso. Cocinar sigue siendo un placer, sobre todo los fines de semana. Pero en el día a día, con el ritmo actual, mucha gente prefiere dedicar su tiempo libre a otras cosas. Cocinar a diario se está convirtiendo casi en un lujo. Por eso, para la rutina, lo que se busca son soluciones rápidas, ricas y saludables.
- La compañía ha sido un motor clave en la transformación del sector alimentario y en el impulso de la economía navarra.
- Sin duda. Somos una empresa muy comprometida con lo local. Actualmente contamos con 841 empleados en total, de los cuales 505 trabajan en Navarra. Para una comunidad de este tamaño, supone una aportación relevante en términos de empleo y dinamismo económico. Nos sentimos especialmente orgullosos de nuestra trayectoria aquí y, como muestra de ese compromiso, este año hemos inaugurado una nueva planta en Cadreita (Navarra). Es un paso importante que refuerza nuestra apuesta por seguir creciendo desde el territorio.
- Mirando más allá de España, más del 40% de la facturación del grupo proviene de exportaciones.
- Así es. Contamos con ocho plantas en España, cada una especializada en una categoría concreta, y varias de ellas están dedicadas a la aceituna, tanto verde como negra. España es líder mundial en la exportación de aceituna de mesa, y desde que incorporamos estas plantas a finales de los años 80 hemos ido consolidando nuestra presencia internacional. Hoy exportamos a más de 55 países, entre ellos Japón, Estados Unidos, Canadá, buena parte de Europa y Sudamérica. La aceituna es clave para nosotros: prácticamente el 99% de nuestra producción se destina al exterior. Además, este canal de exportación está sirviendo como vía de entrada para otros productos, como derivados del tomate, salsas o incluso algunos platos preparados. Es, sin duda, una palanca de crecimiento con gran potencial.
- El Grupo IAN ha crecido también a través de adquisiciones como Interoliva, Noreñenses o Taboada. ¿Tienen en mente nuevas compras para seguir ampliando su presencia en el sector?
- Nuestra estrategia combina el crecimiento orgánico, más pausado pero clave para consolidar el negocio actual, con adquisiciones estratégicas que refuercen nuestras dos líneas principales: aceitunas y platos preparados. Estamos siempre atentos a oportunidades que encajen bien con nuestra visión. Para que una adquisición funcione, debe haber interés y entendimiento mutuo. Seguiremos apostando por esta fórmula, que nos permite crecer con solidez y generar sinergias de valor.
- ¿Y tienen en mente ampliar hacia nuevas categorías?
- Más que conquistar categorías nuevas, creemos que el futuro del sector dependerá de nuestra capacidad para aportar valor, calidad y variedad. Si lo hacemos bien, el consumidor responderá y las categorías crecerán. El reto está en anticiparse y ofrecer propuestas relevantes.
- Hace 10 años que Portobello Capital entró como socio inversor. ¿Qué papel juega en las decisiones estratégicas?
- Su papel ha sido muy relevante. Desde su entrada en 2015, nuestra estrategia dio un giro importante con la incorporación de adquisiciones como vía de crecimiento. Portobello es un fondo español con gran conocimiento del sector alimentario, y su apoyo ha sido clave en esta etapa. La relación es muy buena: forman parte del consejo y participan en las decisiones estratégicas, pero la gestión operativa sigue en manos del mismo equipo directivo de siempre. Esa combinación de respaldo e independencia nos ha funcionado muy bien.
- ¿Cómo aborda la empresa el reto de la sostenibilidad y el uso de envases reciclables, especialmente en los platos preparados que requieren plástico?
- Desde hace varios años trabajamos con plástico reciclable y somos muy conscientes del impacto medioambiental. Por eso colaboramos estrechamente con nuestros proveedores para minimizar ese impacto y asegurar que todos los envases sean reciclables.
- Venimos de una crisis inflacionista muy fuerte, agravada además por factores medioambientales como la sequía. ¿Cómo han afrontado esta situación?
- La crisis energética supuso un aumento muy importante de los costes operativos, no solo para el sector alimentario, sino prácticamente para toda la industria. Eso, inevitablemente, se trasladó en parte al precio final. Aunque los incrementos porcentuales pudieron parecer altos -del 10% o incluso 15%-, hablamos de productos que en términos absolutos siguen siendo muy asequibles, ya que su precio muchas veces se mide en céntimos, salvo casos concretos como el aceite de oliva, que fue especialmente sensible.
- ¿Y cómo ha respondido la compañía ante estos retos?
- En nuestro caso, actuamos con mucha prudencia. Aplicamos los ajustes necesarios, pero de forma responsable, y hemos logrado crecer en volumen. Esto demuestra que, lejos de retraerse, la demanda ha seguido aumentando, evidenciando la confianza del consumidor en nuestra propuesta. Cada año parece traer una nueva crisis: primero la energética, luego la climática y ahora la geopolítica. Estamos atentos a factores como los aranceles, especialmente en mercados con incertidumbre como Estados Unidos, pero aceptamos que esta es nuestra realidad y seguimos adaptándonos para avanzar.
- ¿Les afectan los aranceles?
- Sí, Estados Unidos es un mercado clave para nosotros. Actualmente seguimos operando con normalidad, aunque existe un arancel adicional del 10% que hemos tenido que trasladar. Gracias al diálogo con nuestros distribuidores, este ajuste ha sido bien asumido. El riesgo persiste, ya que no sabemos si ese arancel se mantendrá o aumentará, lo que podría impactar en precios y consumo. Sin embargo, dado que nuestros productos tienen un valor unitario bajo, no hemos visto una caída en la demanda, a diferencia de otros sectores como el vino. El consumo se ha mantenido estable.
- Otro gran desafío al que se enfrenta el sector es el escaso relevo generacional.
- Sí lo es. Aunque no somos agricultores, mantenemos una relación muy estrecha con ellos, quienes nos suministran las materias primas. La agricultura ha evolucionado mucho gracias a la tecnología, con sistemas de recolección y gestión de cultivos que han hecho el trabajo más eficiente y menos duro. Trabajamos con contratos anuales, con compromiso de compra y un precio justo que garantice la rentabilidad del agricultor. Para nosotros es fundamental que su labor sea viable y estable, ya que no se puede sembrar sin la seguridad de vender.
- ¿Cuáles considera que son los grandes retos a los que se enfrenta el sector alimentario en general y AIN en particular?
- Son dos principalmente: por un lado, el marco regulatorio europeo, que a veces es más restrictivo que en otros países y puede afectar a nuestra competitividad; por otro, el desafío geopolítico, especialmente los aranceles en Estados Unidos, un mercado clave para nosotros. Internamente, estamos enfocados en el desarrollo de nuestra nueva planta de refrigerados, una apuesta estratégica que consideramos fundamental para el crecimiento de la compañía en los próximos años.
- ¿Considera que la regulación europea supone una barrera para la competitividad del sector alimentario?
- Absolutamente. En Europa hay muchísima regulación, con nuevas leyes que aparecen cada pocos meses. Aunque la seguridad alimentaria es fundamental, esta continua renovación dificulta mucho la gestión operativa. Para poder trabajar con eficacia, necesitamos una regulación que sea estable y previsible; no es posible operar de manera eficiente en un entorno que cambia constantemente.
- Una de las quejas más frecuentes del sector son los plazos que impone Bruselas, ¿cree que son asumibles?
- Aunque estamos plenamente comprometidos con la sostenibilidad, en ocasiones la presión normativa resulta excesiva y los plazos no se ajustan a la realidad operativa. Eso genera sobrecostes en gestión, ya sea a nivel administrativo o mediante equipos externos especializados, que nuestros competidores en otros países no tienen, lo que acaba afectando a nuestra competitividad. No se trata de no cumplir, sino de hacerlo con sentido común y de forma viable.
- Uno de sus principales focos es la comida saludable. El Gobierno trabaja desde hace tiempo en un Plan Nacional de Alimentación, ¿cómo valoran esta iniciativa?
- Todo lo que promueva una alimentación variada y equilibrada nos parece positivo. En los últimos años ya se han impulsado medidas para reducir sal y azúcar en los productos, algo necesario, pero que debe hacerse de forma gradual para no afectar al sabor y provocar un rechazo por parte del consumidor.
- ¿Consideran que está bien planteado?
- En términos generales, sí. Reducir sales, azúcares o aditivos es una buena dirección, siempre que no se comprometa la seguridad alimentaria, que es prioritaria para nosotros. A veces se olvida que, durante la pandemia, el sector alimentario español no falló ni un solo día. Los lineales estuvieron abastecidos y no se produjo ninguna crisis alimentaria, lo que demuestra el nivel de exigencia y calidad que tenemos.
- ¿A qué se refiere con riesgos para la seguridad alimentaria?
- Si las regulaciones limitan demasiado el uso de ciertos envases o ingredientes clave, puede aumentar el riesgo de contaminación. Por eso es importante encontrar un equilibrio: avanzar hacia productos más saludables, sí, pero sin poner en peligro la seguridad. Desde el sector ya se están trasladando estas preocupaciones a la administración a través de FIAB, que canaliza este diálogo de forma constante.
- ¿Han tenido algún tipo de ‘feedback’ por parte de la Administración?
- Sí, aunque el proceso es más lento de lo que nos gustaría como industria, confiamos en que la relación con las autoridades sea siempre positiva y constructiva.
- ¿Qué perspectivas tienen para este año?
- Por ahora no hemos hecho adquisiciones, que suelen influir notablemente en los resultados. Continuamos evaluando oportunidades, pero para este año esperamos un crecimiento orgánico de entre el 3% y 5%. Nuestro foco principal está en los platos refrigerados, donde impulsamos un crecimiento significativo. El mercado alimentario se mantiene estable, sin las fluctuaciones que tienen otros sectores como el tecnológico.
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