<p class=»ue-c-article__paragraph»>«Todo es posible en España, donde antes te mueve del sitio un doblón que un toro». Se lo dice <strong>Diego Alatriste</strong> a <strong>Íñigo Balboa</strong> en la última y adictiva entrega de la saga, Misión en París, en la que <strong>Arturo Pérez-Reverte</strong> cruza los caminos de su héroe cansado con los de los mosqueteros de Dumas. Y que se publicará el 3 de septiembre como el acontecimiento literario del año que es. La frase del capitán es certera como un tajo de daga vizcaína, y a fe que se hace vigente hoy. Todo es posible ya en esta España de jésicas y cerdanes, donde antes te mueve del sitio el rastro de la guita que la corná del adversario. O sea que todo depende de la UCO. Desde el futuro de <strong>Sánchez </strong>hasta el descabello de <strong>Montoro</strong>.</p>
El ex ministro gallego, ahora CEO de Acento, ‘colocó’ a cuatro alfiles y recomendó usar Ineco para contratar más asesores de los que tocaban
«Todo es posible en España, donde antes te mueve del sitio un doblón que un toro». Se lo dice Diego Alatriste a Íñigo Balboa en la última y adictiva entrega de la saga, Misión en París, en la que Arturo Pérez-Reverte cruza los caminos de su héroe cansado con los de los mosqueteros de Dumas. Y que se publicará el 3 de septiembre como el acontecimiento literario del año que es. La frase del capitán es certera como un tajo de daga vizcaína, y a fe que se hace vigente hoy. Todo es posible ya en esta España de jésicas y cerdanes, donde antes te mueve del sitio el rastro de la guita que la corná del adversario. O sea que todo depende de la UCO. Desde el futuro de Sánchez hasta el descabello de Montoro.
Todo era posible, de otra manera, en la España de 2018, recién desprecintado el «Gobierno bonito» de zidanes y pavones que salió de la moción de censura a Rajoy. Ahí es donde hay que remontarse para encontrar un cruce de caminos fundamental para el futuro de esta koldocracia tan española: el de José Luis Ábalos y José Blanco.
Dos días después de su nombramiento, el ministro de Fomento y mano derecha de Sánchez se citó con su antecesor en una terraza céntrica de Madrid. Le pidió «consejos de gestión y de nombramientos». El relato de Ábalos se justifica en la urgencia del cambio gubernamental: «Yo tenía que echar mano de gente que supiera, por eso mantuve también a gente del PP. De un día para otro no se puede montar un equipo de confianza y yo no lo tenía, así que acepté su ayuda. Entró con mucha fuerza en el Ministerio porque yo necesitaba esa ayuda. Las cosas me pasan por confiado».
Blanco propuso, con éxito total, varios nombres. Él, que también es ex secretario de Organización del PSOE, logró colocar a Isabel Pardo de Vera (ahora imputada por cinco presuntos delitos) como presidenta de Adif. Y a Isaías Táboas en Renfe. Cómo sería esa «entrada» que tenía Blanco en el ministerio, que a Táboas Ábalos le había ofrecido Adif, pero éste dijo que no, que prefería Renfe. Y así fue. Ábalos también le compró a Blanco tres nombres clave de su equipo: Jesús Gómez como subsecretario, Sergio Vázquez como jefe de Gabinete y Ricardo Mar como asesor de éste. La influencia del lucense era fértil: meses después, fundó la consultora Acento.
Pero la clave de aquella cena, que resuena ahora con muchísima más fuerza que entonces, fue el truco que le enseñó Blanco a Ábalos: «Si necesitas personal, siempre está Ineco para reforzar y contratar gente. Cuando quieras, puedes ampliar por ahí tu equipo». Es decir: se podía montar un gabinete plus desde una empresa pública, y nada menos que la joya de la corona de la ingeniería española. Que, por cierto, ahora preside Sergio Vázquez.
Ábalos tomó nota de aquel atajo y se lo guardó para más adelante. Menos de un año después, Ineco -que depende del Ministerio de Transportes- contrató a su novia Jésica Rodríguez. Y durante dos años cobró religiosamente una nómina pública por no hacer nada, como ella misma reconoció ante el juez del Supremo Leopoldo Puente. De hecho, aseguró que ni siquiera sabía que trabajaba para un ente público. Y sin embargo, hizo doblete: luego la contrató Tragsatec, compañía integrada en la SEPI.
La versión de Blanco es que la reunión se produjo a petición de Ábalos, quien, efectivamente, le pidió perfiles para los puestos clave de su cartera. Porque «no confiaba en nadie». Después del éxito de sus gestiones, el dirigente gallego llamó a su paisana Pardo de Vera para avisarla de que habían hecho bingo a la primera.
A finales de febrero de 2024, Blanco apareció en las conversaciones de la trama. Cerdán le ofreció a Ábalos -entre otras cosas- un trabajo en la consultora Acento a cambio de su lealtad. «Ya está hablado con Blanco, si te quieres reunir con él», le dijo. Pero ya entonces se había levantado entre ambos ex ministros un muro de desconfianza. Ábalos rechazó la oferta y Blanco asegura que algo le llegó, pero que era una locura que no se habló con él en ningún caso. Ni falta que hacía, en realidad, por los recelos de ambos.
Más aún ahora. Siete años después de aquella cena al aire libre en la que Blanco «entró» de nuevo, y con todo, en la estructura de su ex ministerio, las relaciones se pueden definir como «guerra fría». ¿Estallará esa tensión larvada? «Todo es posible en España, donde antes te mueve del sitio un doblón que un toro». Ya no les queda sino batirse.
La banda del Peugeot. Los tres del Peugeot. Los cuatro del Peugeot. ¡El quinto del Peugeot! A la prensa le ha cundido la escenificación de la ruta de viajes de Sánchez para recuperar el favor de su partido en el año 2017. Se dice con ligereza que en aquel Peugeot 407 propiedad del candidato iban Koldo García, Ábalos, Santos Cerdán y hasta Paco Salazar, pero lo cierto es que ellos mismos cuentan que jamás se montaron en el utilitario, y que Sánchez se movía principalmente en un monovolumen con chófer. Entonces, antes de hacer un ‘crowdfunding’, todos se pagaban sus viajes.
A nadie se le escapa en el PP que Alberto Núñez Feijóo es alérgico a las mal llamadas «filtraciones». En alguna ocasión les ha pedido a los dirigentes del partido que no cuenten el contenido de las reuniones a puerta cerrada. También les pidió una vez a los barones territoriales que no revelasen el contenido de las comidas que mantienen tras cada Comité Ejecutivo Nacional. Pero este lunes les dijo -de broma, pero con no poco trasfondo- que habría que someter a votación que se dejara el móvil fuera de la sala antes de cada Comité. ¿Para qué? Para no radiar su contenido y, sobre todo, para no estar a otras cosas.
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