<p class=»ue-c-article__paragraph»><i>Stakeknife </i>no tiene traducción al castellano. Estaca de cuchillo o cuchillo de estaca, en su literalidad, es el sobrenombre de <strong>Alfredo ‘Freddy’ Scappaticci</strong>, nacido en Belfast y de padres italianos. Fue considerado uno de los asesinos más fríos del Ejército Republicano Irlandés (IRA) hasta que en una investigación oficial se supo que trabajaba para el FRU, el contraespionaje británico.</p>
Sánchez eligió a Cerdán por su falta de escrúpulo. Era el capataz de un modelo de negocio que tiene en el poder la única base moral, y se lo va a recordar al presidente todos los días
Stakeknife no tiene traducción al castellano. Estaca de cuchillo o cuchillo de estaca, en su literalidad, es el sobrenombre de Alfredo ‘Freddy’ Scappaticci, nacido en Belfast y de padres italianos. Fue considerado uno de los asesinos más fríos del Ejército Republicano Irlandés (IRA) hasta que en una investigación oficial se supo que trabajaba para el FRU, el contraespionaje británico.
El caso de Stakeknife, también llamado Scap, fue analizado por Patrick Raddle Kefee en No digas nada, el ensayo superventas sobre la represión que un IRA al mando de Gerry Adams ejercía sobre los propios ciudadanos católicos de Irlanda del Norte sospechosos de simpatizar con el unionismo.
Scap se convirtió en el golden egg o huevo de oro del servicio de inteligencia de su Majestad porque la dirección del IRA le encargó la detección de infiltrados en sus propias filas. Un topo como responsable de la eliminación de topos es el sueño de la lucha antiterrorista y el Gobierno británico lo logró. Scappaticci tenía la autoridad de elegir a quién matar y lo hacía de forma metódica. Era su seguro de vida.
La investigación que reveló su identidad y sus labores levantó algo de polémica en el Reino Unido. El primer reproche tenía que ver con la Democracia y su recurrencia a operativos al margen o en contra de la ley para protegerse del terrorismo. El segundo, sembraba dudas sobre las propias víctimas. Stakeknife mató a terroristas católicos a quienes acusó falsamente de ser topos británicos, pero también a verdaderos infiltrados del espionaje inglés. ¿Para quién trabajaba?
El caso es que tanto la dirección del IRA como la inteligencia británica eligieron a Scap para tan delicadísima encomienda por el mismo motivo. Porque era un asesino. Llamaba a sus víctimas, les colocaba una venda, en ocasiones las torturaba y les pegaba un tiro. Su valor para unos y otros era su falta de escrúpulo. De sus cometidos sólo se podía encargar alguien que despreciaba la dignidad humana en su pura esencia.
Pedro Sánchez decidió en 2018 que tenía que superar el escrúpulo democrático de no aliarse con los herederos de quienes colocaron una venda en la cabeza a Miguel Ángel Blanco y le pegaron de dos tiros. El agraciado para negociar los pormenores de un trabajo de este calibre fue Santos Cerdán, alguien capaz de moverse en los márgenes más borrosos de la trinchera. Después, le asignó la limpieza del aparato del partido de los estropicios que pudiera haber causado José Luis Ábalos, pero también de los elementos problemáticos para Sánchez. Cerdán no sólo arrambló con ellos, sino con sus enemigos potenciales.
¿Para quién trabajaba Cerdán? Ahora sabemos que, en parte, para sí mismo y el secretario general del PSOE pretende saldar con esto su responsabilidad. Pero hay flecos que impiden que el traje ajuste bien. Como antes hizo con Ábalos, Sánchez eligió a Cerdán por su falta de escrúpulo. En este caso, no pretendía liquidar a ningún delincuente, sino ganarse su favor. Era el capataz de un modelo de negocio que tiene en el poder la única base moral. Y se lo va a recordar al presidente todos los días.
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