<p>Cerveza y cigarro en mano, <strong>como en casa,</strong> así se presentó Post Malone en el Estadi Olímpic Lluís Companys. Cantó los primeros versos de ‘Texas Tea’, con ese riff de guitarra melódico, muy del sonido Austin pero con la batería marcando un ritmo trap. Tiró el vaso y la gorra para hacerse un paseíto por la pasarela con fuegos artificiales y demás pirotecnia. No es uno de sus grandes hits, pero sí una declaración de intenciones para empezar el concierto que es su única parada en España: <strong>pura esencia tejana con toques de su hip hop primigenio. </strong>Y empezó la fiesta del Big Ass World Tour, una gira de estadios, la más ambiciosa que ha hecho hasta la fecha, aunque no alcanzó a llenar el Lluís Companys.</p>
Aunque no llenó el Estadi Olímpic, el cantante de 30 años que colecciona discos de platino ofreció un show impecable en el que repartió cervezas entre el público
Cerveza y cigarro en mano, como en casa, así se presentó Post Malone en el Estadi Olímpic Lluís Companys. Cantó los primeros versos de ‘Texas Tea’, con ese riff de guitarra melódico, muy del sonido Austin pero con la batería marcando un ritmo trap. Tiró el vaso y la gorra para hacerse un paseíto por la pasarela con fuegos artificiales y demás pirotecnia. No es uno de sus grandes hits, pero sí una declaración de intenciones para empezar el concierto que es su única parada en España: pura esencia tejana con toques de su hip hop primigenio. Y empezó la fiesta del Big Ass World Tour, una gira de estadios, la más ambiciosa que ha hecho hasta la fecha, aunque no alcanzó a llenar el Lluís Companys.
El chico de moda en Estados Unidos, que a sus 30 años colecciona discos de platino, siguió con un ‘Wow’ más duro en directo y ‘Better Now’, su balada posruptura de pop-trap comercial, con la que ya electrizó a un público entregadísimo. Le trajeron otra cerveza, dio un par de sorbos y la volvió a tirar.
A lo largo de la noche Malone demostró por qué está en uno de sus mejores momentos de su carrera con su desacomplejado cóctel country-rap. ¿Cantar sin manos, de rodillas y apoyando el micro en el suelo? ¿Un solo acústico de guitarra con un «¡Salud!» en español? ¿Unas cuantas flexiones? Por supuesto. Lo suyo es como mezclar a Johnny Cash con Kanye West y que, además, suene muy bien. Hasta Taylor Swift y Beyoncé han hecho colaboraciones con él. Pero Malone, que se ha lanzado de fondo al country en su último disco, ‘F-1 Trillion’, quiere ser su propia ‘Rockstar’ (uno de sus hits junto a 21 Savage, que dejó casi para el final). Aunque no tocó ninguna de sus canciones con las reinas americanas del pop no importó, los fans lo coreaban todo, hasta la muy triste ‘I Fall Apart’. «Esta canción es sobre cómo me rompieron el corazón. Y sé que no soy el único aquí», admitió en el momento más intimista.
Cuando tocó ‘Losers’ apareció sobre el escenario su colega Jelly Roll, que ya había caldeado el ambiente como telonero. Y más fuegos artificiales. Pasado el ecuador del show llegaron los temazos. Con ‘Circles’ desató una locura contenida, más buenrollera, acorde con ese pop-rock suave y envolvente de influencias ochenteras. Luego ‘White Iverson’, el single con el que saltó a la fama en 2015. «¿Os gusta beber cerveza en Barcelona?», soltó. No solo le trajeron otra, sino que bajó del escenario con una neverita para repartir vasos entre los fans. Se sentó en el suelo, se fumó otro cigarrillo y continuó con más éxitos: su pegadizo ‘I Had Some Help’ y la ya mítica ‘Sunflowers’ de la banda sonora de ‘Spiderman’, que compuso a los 23 años.
Sin un solo cambio de vestuario -camisa blanca de rayas, tejanos y cinturón a lo cowboy- se despidió con ‘Congratulations’, su particular himno personal rescatado de su álbum de debut: «They said I wouldn’t be nothing / Now they always say congratulations» (dijeron que no sería a nada / ahora siempre dicen felicidades). Solo tiene una espinita clavada Malone, un poco como Glenn Close con los Oscar: es el artista con más nominaciones a los Grammy (hasta 18), sin haber conseguido uno. Démosle tiempo, que ya está preparando nuevo disco.
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