<p>La República Popular China de <strong>Mao Zedong</strong> apenas tenía cuatro años de vida cuando, en 1953, anunció su primer plan quinquenal: inspirándose en un modelo soviético de industrialización masiva, se quiso sustituir de golpe la agricultura por la industria pesada en un país en el que los campesinos representaban alrededor del 80% de la población. El resultado fue catastrófico. Con el impulso de la campaña económica conocida como el Gran Salto Adelante, introducida en el segundo plan, la racionalidad se perdió por completo en la obsesión de Mao por transformar a China en una potencia comunista moderna. Hubo decenas de millones de muertos por hambruna.</p>
En los años 50, se buscaba construir fábricas. En los 80, reformar la economía. En los 2000, abrirse al mundo. Y ahora, abrazar la autosuficiencia tecnológica
La República Popular China de Mao Zedong apenas tenía cuatro años de vida cuando, en 1953, anunció su primer plan quinquenal: inspirándose en un modelo soviético de industrialización masiva, se quiso sustituir de golpe la agricultura por la industria pesada en un país en el que los campesinos representaban alrededor del 80% de la población. El resultado fue catastrófico. Con el impulso de la campaña económica conocida como el Gran Salto Adelante, introducida en el segundo plan, la racionalidad se perdió por completo en la obsesión de Mao por transformar a China en una potencia comunista moderna. Hubo decenas de millones de muertos por hambruna.
Por fortuna para el pueblo chino, los siguientes planes quinquenales sí que mejoraron considerablemente la vida de los ciudadanos y hoy siguen marcando el ritmo del desarrollo de la superpotencia asiática. Se trata de una hoja de ruta estratégica que describe los objetivos de desarrollo económico y social para un período de cinco años, y orienta la política nacional, la inversión y las reformas.
No hay ningún otro país en el mundo que haya mantenido un sistema de planificación centralizada continua durante más de 70 años, aunque se reinventara en cada etapa. En los años 50, se buscaba construir fábricas. En los 80, reformar la economía. En los 2000, abrirse al mundo. Y ahora, abrazar la autosuficiencia tecnológica.
Este lunes, el Comité Central del gobernante Partido Comunista de China (PCCh), el mayor de los órganos de toma de decisiones, comienza una reunión a puerta cerrada para discutir el decimoquinto plan quinquenal de desarrollo del país. El habitual hermetismo durante estos congresos hace que apenas trasciendan detalles hasta que el partido decida ir publicando tras la clausura, a cuentagotas, varios resúmenes de las directrices acordadas.
En su formulación participan los 370 miembros del Comité Central del partido, entre ellos está el líder supremo, Xi Jinping, ministros, gobernadores provinciales, generales del ejército, historiadores, científicos, académicos e ingenieros. Todos ellos discutirán, entre muchos temas, sobre los objetivos de crecimiento económico, la innovación tecnológica, el medioambiente, el desempleo, la seguridad nacional o los desafíos globales.
La élite del omnipresente PCCh se concentra en Pekín bajo un contexto económico que no es idílico en un país que ha pasado décadas abrumado por un desarrollismo desenfrenado. El consumo es débil, el mercado laboral, sobre todo para los más jóvenes, sigue siendo muy incierto y el derrumbe del sector inmobiliario ya parece un mal crónico. El crecimiento económico parece que resiste los malos augurios de expertos internacionales, ya que el PIB subió un 5,3% interanual durante el primer semestre de 2025, impulsado por la inversión manufacturera y la resiliencia de las exportaciones.
No hay que olvidarse tampoco de las sacudidas de la guerra comercial lanzada por el presidente estadounidense, Donald Trump. A pesar de haber extendido en septiembre su tregua arancelaria, las dos economías más grandes del mundo continúan apretándose con sanciones.
«La economía de China es como un portaaviones económico insumergible e indestructible. Impávido ante el viento o la lluvia, avanza sin descanso capaz de soportar incertidumbres internas y externas», resumía uno de la serie de artículos que ha publicado el Diario del Pueblo, el periódico oficial del PCCh, antes de la trascendente reunión de la élite política.
La mayoría de analistas, tanto chinos como occidentales, coinciden estos días en señalar que uno de los principales objetivos del nuevo plan quinquenal será redoblar la apuesta por la manufactura de alta gama y la búsqueda de liderazgo en industrias claves del presente y futuro, como la inteligencia artificial, la robótica y la computación cuántica.
Una nota de Nomura, un grupo global de servicios financieros, apuntaba a que probablemente el documento final que se apruebe hará una mención exacta a la necesidad de que las empresas tecnológicas chinas reduzcan la dependencia que todavía tienen de proveedores extranjeros, sobre todo en el campo de los chips más avanzados.
Los medios estatales recuerdan estos días lo crucial que fue para el desarrollo del país los planes quinquenales a partir de la década de 1980 (omitiendo siempre las desastrosas políticas de Mao) gracias al liderato aperturista de Deng Xiaoping, quien entendió que la planificación había que enfocarla por otro lado: se permitió la propiedad privada, los mercados se abrieron para la integración al comercio global y comenzaron a crearse las zonas económicas especiales.
Con Deng apareció el concepto ideológico de «socialismo con característica chinas» y, tras el ingreso el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) durante el décimo plan, el país se convirtió en la fábrica del mundo. Para las siguientes décadas se apostó por la estabilidad social (con represión y censura, como marca el canon autoritario), el desarrollo científico y la erradicación de la pobreza extrema.
Esto último se declaró oficialmente en febrero de 2021, cuando Pekín anunció que había sacado de esa situación de pobreza a casi 100 millones de personas en los ocho años anteriores (y a más de 750 millones de personas en las últimas cuatro décadas) gracias a un ambicioso programa nacional. Pekín desplegó todo tipo de recursos financieros y humanos para tejer una gran red de seguridad social y reubicar a millones de ciudadanos de áreas remotas, trasladándoles a centros urbanos modernos con acceso a servicios básicos.
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