<p>Salir de casa para estudiar la universidad supone mucho más que hacerse cargo de la compra, la limpieza o el horario. También implica enfrentarse a la <strong>gestión del dinero</strong>. Para muchos, es la primera experiencia real de independencia financiera, aunque no tengan ingresos propios. Y por eso mismo, es también el mejor momento para adquirir hábitos que marcarán su economía durante años. </p>
Los expertos recomiendan hacer un «preahorro»: guardar una parte de los ingresos y repartir lo demás para los gastos del mes
Salir de casa para estudiar la universidad supone mucho más que hacerse cargo de la compra, la limpieza o el horario. También implica enfrentarse a la gestión del dinero. Para muchos, es la primera experiencia real de independencia financiera, aunque no tengan ingresos propios. Y por eso mismo, es también el mejor momento para adquirir hábitos que marcarán su economía durante años.
Así le pasó a Mercedes, de 22 años, que llegó a Madrid para estudiar la carrera de medicina. «Al principio me costó un poco más», reconoce. «Tuve que hace un Excel que estaba un poco desorganizada, pero me sirvió muchísimo para sacar mi presupuesto mensual».
Los gastos principales para un estudiante universitario que vive fuera varían según el país, la ciudad y la situación personal, pero hay una estructura común. La vivienda suele ser el mayor coste, seguida de la comida y el transporte. A eso se suman las tasas universitarias —en el caso de centros privados o internacionales, pueden superar incluso al resto de gastos— y el estilo de vida, como salir a cenar, tomar algo, viajar o comprar ropa. Cada estudiante tendrá un perfil distinto, pero todos comparten la necesidad de organizarse para llegar a fin de mes sin sustos.
Por ejemplo, en Madrid, alquilar una habitación en el centro ronda los 600 euros, aunque varía el precio según la zona. A esto, se le suman los suministros (100 euros al mes según la Universidad Complutense de Madrid), los alimentos (200 euros aproximadamente), el transporte (10 euros para menores de 26 años) y el ocio (cerca de 150 euros), que es uno de los factores que diferencia a la capital por sus elevados precios. Así, un estudiante tendría que gastar entre 1.000 a 1.200 euros en promedio al mes.
En el caso de Mercedes, la mayor parte de dinero que le dan sus padres se va en la compra en el supermercado, sea alimentación o productos de limpieza. Y el restante lo organiza para el ocio, como salidas con sus amigos o comer en restaurantes los fines de semana. Aunque algunos meses es más difícil, «siempre intento que una pequeña parte al final quede para mis ahorros», cuenta.
Y es que como Mercedes, muchos estudiantes tratan de organizar sus gastos, pero casi no pueden ahorrar una cantidad considerable a final de mes. Para esto, el primer paso, según Richard Gracia, experto en inversión y finanzas personales, es separar los gastos necesarios de los opcionales y elaborar un presupuesto mínimo viable: «Lo importante es que tengas un presupuesto realista de acuerdo a tu situación y a tus niveles», explica. Sin embargo, uno de los errores más comunes es dejar el ahorro para el final. «El ahorrar debería ir al principio, que primero tú apartas el dinero y luego vives con el resto», explica.
Este método se conoce como «preahorro«, y puede aplicarse incluso sin tener ingresos propios, siempre que haya un acuerdo familiar. Según el experto, lo ideal es ahorrar un 10% a 15% de los ingresos, y si es posible más. «Porque muchas veces la gente en cuanto ahorra un 15% se conforma y se gasta el resto. Y, debido al interés compuesto, sobretodo cuando eres joven, es importante empezar a ahorrar para invertir cuanto antes«, señala Gracia.
Para aplicar esa organización, el experto recomienda tener dos cuentas bancarias separadas. Una para los gastos necesarios —como alquiler, comida o transporte— y otra para los gastos ocasionales. Incluso, se puede tener dos tarjetas separadas o dos cuentas con dos tarjetas para evitar gastar más del presupuesto. «Si el día 18 se te ha acabado, ya sabes que no podrás salir a tomar un café y el próximo mes tendrás que hacerlo mejor», apunta el asesor financiero.
Más allá de los hábitos, una parte en la que la mayoría de estudiantes falla es en no mirar las cuentas con regularidad. «Le pasa a mucha gente también, no solo a estudiantes, que nunca miran sus cuentas, pero es importante enfrentarte a la realidad y ser consciente de a dónde se va el dinero«, aclara. El hacer este ejercicio cada mes muestra las actividades en las que más se gasta y permite adaptar el presupuesto para no llegar justo a fin de mes y tener un margen de ahorro.
Vivir fuera de casa y empezar a encargarse de estas cuestiones ya representa un cambio más para los estudiantes. Sin embargo, aunque no se tengan ingresos estables, hay formas de conseguirlos sin comprometer los estudios. Trabajar como camarero o en hostelería sigue siendo una opción para muchos, pero hoy existen otras vías que permiten ganar dinero con más flexibilidad y mejores condiciones. «Hoy en día es verdad que lo tienes más fácil que nunca para obtener ingresos extra si adquieres una habilidad de alto valor», asegura Gracia. Por ejemplo, algo relacionado con inteligencia artificial, automatización o redes sociales. Sectores en los que se pueden hacer actividades en remoto por horas y aportar valor a una empresa. El marketing digital, la creación de contenidos o las tareas de apoyo comercial son otras opciones.
También, Gracia recomienda investigar sobre los productos bancarios que están dirigidos a los estudiantes, ya que muchos ofrecen condiciones especiales, como comisiones más bajas y descuentos. «Hay becas y ayudas que mucha gente no solicita. Algunas como las Fulbright ya se conocen más, pero otras siguen desaprovechándose. Es una pena, porque es dinero gratis que está sobre la mesa», advierte. Al final, estas herramientas permiten que los estudiantes tengan un mayor margen para empezar a ahorrar.
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