Todas las mochilas suelen ir más cargadas de lo que aparentan. La que la alpinista tanzana Rawan Dakik portó hasta la cima del Everest, por ejemplo, llevaba dentro el orgullo de los agricultores, pescadores y mineros de su país; también el de la mayor parte de sus compatriotas. El verde del campo, el azul del mar, el amarillo del oro y el negro de la piel de la mayoría de la población tanzana viajaban recogidos en un trozo de tela guardado en un bolsillo de la mochila. Cuando Dakik alcanzó la cima del techo del mundo, desplegó la bandera de Tanzania. Y los más de 66 millones de habitantes del país africano lo hicieron con ella. Todo esto sucedió hace poco -en 2021- porque al alpinismo, como casi todo en esta vida, sigue siendo política. Y lo fue desde el principio.
Pablo Batalla Cueto publica una completa y entretenida historia sobre la convivencia de montañismo y política
Todas las mochilas suelen ir más cargadas de lo que aparentan. La que la alpinista tanzana Rawan Dakik portó hasta la cima del Everest, por ejemplo, llevaba dentro el orgullo de los agricultores, pescadores y mineros de su país; también el de la mayor parte de sus compatriotas. El verde del campo, el azul del mar, el amarillo del oro y el negro de la piel de la mayoría de la población tanzana viajaban recogidos en un trozo de tela guardado en un bolsillo de la mochila. Cuando Dakik alcanzó la cima del techo del mundo, desplegó la bandera de Tanzania. Y los más de 66 millones de habitantes del país africano lo hicieron con ella. Todo esto sucedió hace poco -en 2021- porque al alpinismo, como casi todo en esta vida, sigue siendo política. Y lo fue desde el principio.
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