<p class=»ue-c-article__paragraph»>El departamento de márketing de <strong>Netflix</strong> ha logrado la cuadratura del círculo: lograr que otros hagan gratis la promoción de la segunda temporada de la serie <i>El juego del calamar,</i> producida por esa plataforma. El estreno ha llegado del brazo de una campaña de márketing de 1.200 millones de dólares (1.150 millones de euros) de los que Netflix solo ha puesto el 8,5%. El resto ha llegado de otras compañías de todo el mundo, que van desde la app de aprendizaje de idiomas estadounidense Duolingo hasta la empresa india <strong>Swiggy. </strong>También se han subido al carro del calamar las empresas de la vieja economía, como la firma británica de bienes de consumo <strong>Unilever,</strong> con su marca<strong> Knorr. </strong>Así, <i>El juego del calamar</i> parece haberse convertido en el reemplazo cultural y económico de la gira de <i>Taylor Swift Eras, </i>que terminó, tras hacer una caja de 2.077 millones de dólares, 18 días antes de la llegada de la nueva entrega de la serie de Netflix.</p>
Análisis de las tendencias mundiales que, tarde o temprano, afectarán a su bolsillo.
El departamento de márketing de Netflix ha logrado la cuadratura del círculo: lograr que otros hagan gratis la promoción de la segunda temporada de la serie El juego del calamar, producida por esa plataforma. El estreno ha llegado del brazo de una campaña de márketing de 1.200 millones de dólares (1.150 millones de euros) de los que Netflix solo ha puesto el 8,5%. El resto ha llegado de otras compañías de todo el mundo, que van desde la app de aprendizaje de idiomas estadounidense Duolingo hasta la empresa india Swiggy. También se han subido al carro del calamar las empresas de la vieja economía, como la firma británica de bienes de consumo Unilever, con su marca Knorr. Así, El juego del calamar parece haberse convertido en el reemplazo cultural y económico de la gira de Taylor Swift Eras, que terminó, tras hacer una caja de 2.077 millones de dólares, 18 días antes de la llegada de la nueva entrega de la serie de Netflix.
En EEUU, la declaración de guerra del Gobierno de Trump a los criterios DEI (las siglas de «diversidad», «igualdad» e «inclusión») coincide con el declive inexorable de los principios ESG (gestión empresarial basada en el buen gobierno, en la protección del medioambiente y en los criterios sociales), aunque con excepciones como la de Costco, la segunda mayor cadena de supermercados del mundo, tras Wal-Mart, que va a mantener su programa DEI. Eso, a su vez, ha aumentado aún más el interés de las empresas europeas por invertir en ese país. «Sin ESG ni DEI, EEUU es todavía mucho más atractivo, porque reduce los costes de compliance y también el riesgo legal», explicaba la semana pasada un directivo de una empresa europea en Washington. Mientras la UE sigue erigiéndose en estandarte moral, EEUU, con Biden (subvenciones y limitaciones a la exportación) o con Trump (aranceles y guerra cultural) amenaza con dejarnos en calzoncillos.
La invasión rusa de Ucrania no solo ha cambiado la política mundial, también lo ha hecho con la economía. Y, como consecuencia, Viena va camino de convertirse en la primera capital de un país industrializado -en este caso, Austria- en tener toda su calefacción suministrada por energías renovables. Las autoridades vienesas se van a gastar 20.000 millones de euros (10.000 euros por habitantes) en esa transformación, que incluye desde usar el calor de una enorme reserva de agua caliente a tres kilómetros bajo tierra, hasta las emisiones de una planta de tratamiento de basura y las de una empresa de producción de tartas y pasteles cuyos hornos emiten energía suficiente para calentar a 600 hogares. Un detalle paradójico: sin el desarrollo tecnológico de las petroleras estadounidenses para extraer petróleo por medio de fracking, es probable que el calor de la reserva de agua no hubiera podido ser aprovechado.
El alto al fuego entre Israel y Hamás no solo es una buena noticia para la paz en Oriente Medio. También nos puede venir muy bien a los bolsillos de los consumidores de todo el mundo, porque solo en la primera semana del alto el fuego el coste del transporte de los contenedores de Shangai a Rotterdam cayó un 19%, lo que anuncia productos más baratos en las tiendas (físicas u online) de Occidente. La razón es que los hutíes de Yemen, aliados de Hamás, han seguido los pasos de la organización al anunciar que solo atacarán en el Mar Rojo y el Golfo de Omán a barcos israelíes o propiedad de Israel, y han liberado a los 25 tripulantes del Galaxy Leader, un portacontenedores propiedad de un empresario israelí apresado en 2023. Acaso sea este el final de la que ha sido una de las batallas navales más intensas (y mejor ocultadas) que ha visto el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Para eso será necesario que la tregua dure.
La Fed cede al ‘trumpismo’ y deja de intentar que el sistema financiero sea ‘verde’
A pesar de que se ha opuesto -hasta ahora con éxito notable- a las intenciones de Donald Trump de socavar su independencia en política monetaria, la Reserva Federal de EEUU (Fed) no ha podido escapar incólume de la ofensiva del nuevo presidente de ese país para hacerse con el control de todo el aparato del Estado. La Fed se ha retirado de la Red de Bancos Centrales para Hacer Verde el Sistema Financiero (NGFS, por sus siglas en inglés), un nombre que suena casi a chiste pero del que forman parte 114 supervisores de todo el mundo. La salida es una concesión al Partido Republicano, como demuestra el comunicado oficial con el que el banco central anunciaba la medida y en el que se decía que el grupo «ha expandido sus funciones hasta cubrir un amplio rango de materias que quedan fuera del mandato establecido por la ley» del instituto emisor. Aún quedan en el NGFS cuatro reguladores nacionales y uno del estado de Nueva York.
La industria aeroespacial está siendo sacudida por nuevas empresas que amenazan a los líderes tradicionales. Con Boeing flirteando con el colapso -o con un rescate de EEUU, que no va a permitir que una empresa clave para la defensa del país se hunda-, SpaceX dominando en vuelos espaciales y Blue Origin, de Jeff Bezos, tratando de entrar en ese mercado, esta semana apareció un nuevo actor: Boom, una startup que aspira a colocar su avión de pasajeros supersónico XB-1 en el mercado en cuatro años. El XB-1, que rompió la barrera del sonido por primera vez el martes, recuerda al Concorde, un proyecto francobritánico que voló casi tres décadas pero que nunca fue comercialmente viable. Aunque muchos creen que el XB-1 no llegará a ser fabricado en serio, sus defensores creen que Boom tiene un as en la manga: el interés de Trump por los proyectos espectaculares que den bien en televisión.
Actualidad Económica