<p><strong>El hoyo más bonito del mundo estaba en Chicago</strong>. Hasta que lo taparon, podía verse en Google Maps, perfectamente redondo, irracional y abandonado. En un universo paralelo ahí se alza uno de los edificios más tremendos del mundo: el Chicago Spire, diseñado por <strong>Santiago Calatrava </strong>y concebido para ser, con más de 600 metros, el rascacielos más alto del Hemisferio Occidental. Pero en 2008, crisis financiera mediante, el proyecto entró en vía muerta con sus cimientos circulares a medio hacer. Estos se convirtieron en el hoyo más bonito del mundo, un <i>land art </i>equiparable en agresividad a obras del arquitecto valenciano sí culminadas: el centollu de Oviedo, el Oculus de Nueva York o la <strong>Ciudad de las Artes y las Ciencias y los Defectos de Construcción </strong>de Valencia. Sin existir, el Chicago Spire molesta tanto como ellas.</p>
El destrozo de un arquitecto irreflexivo podría confundirse con una obra de arte extremadamente sofisticada. Pero Estados Unidos es el país de lo literal
El hoyo más bonito del mundo estaba en Chicago. Hasta que lo taparon, podía verse en Google Maps, perfectamente redondo, irracional y abandonado. En un universo paralelo ahí se alza uno de los edificios más tremendos del mundo: el Chicago Spire, diseñado por Santiago Calatrava y concebido para ser, con más de 600 metros, el rascacielos más alto del Hemisferio Occidental. Pero en 2008, crisis financiera mediante, el proyecto entró en vía muerta con sus cimientos circulares a medio hacer. Estos se convirtieron en el hoyo más bonito del mundo, un land art equiparable en agresividad a obras del arquitecto valenciano sí culminadas: el centollu de Oviedo, el Oculus de Nueva York o la Ciudad de las Artes y las Ciencias y los Defectos de Construcción de Valencia. Sin existir, el Chicago Spire molesta tanto como ellas.
Calatrava es el maestro del Pormishuevismo, término creado por el divulgador Erik Harley. El recién publicado Pormishuevismo: rotondas y mamotretos es el segundo libro que Harley dedica a este fenómeno. Es un catálogo de delirios arquitectónicos y urbanísticos que lleva al lector de la risa a la indignación. En su contraportada, el autor performa un simulacro de demolición del hotel de la playa del Algarrobico, símbolo del hacer las cosas feas, grandes y, ejem, por mis huevos.
Erik Harley también organiza tours por la España de las rotondas y los mamotretos. En cualquier lugar encuentra material de sobra para sus libros y argumentos a favor de una arquitectura más lógica y decente. Porque decir «una arquitectura mejor» sonaría elitista. Aunque peor es lo de «una arquitectura más bonita». Empiezas ahí y terminas en la mansión de un futbolista, con su gimnasio acristalado, su «zona chill» y sus budas sedentes custodiando la piscina.
Los cimientos del Chicago Spire eran tan feos como esas casas. También eran grandiosos. Puro espacio negativo, que diría un arquitecto. Visité el lugar hace 10 años y el hoyo me recordó a las obras de Gordon Matta-Clark, aquel artista de los años 70 que cortaba edificios. Tiene gracia que un residuo de Calatrava se parezca a la obra maestra nunca hecha por Matta-Clark: seccionar y vaciar el suelo de la ciudad de Chicago en una circunferencia perfecta y radical. Es inquietante que el destrozo de un arquitecto hortera e irreflexivo pueda confundirse con una obra de arte extremadamente sofisticada. Pero Estados Unidos es el país de lo literal y, en vez de revestir de poesía el disparate de Calatrava, finalmente encontró nuevos ocupantes para el solar: ahí se están levantando dos torres discretas, cabales y anodinas. Arquitectura suplente, construcción sustituta, plan B con B de banalidad. Pormishuevismo, pero de otro tipo.
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