<p>No se tomó bien Catalino, okupa septuagenario del municipio de Malagón (Ciudad Real), que una empresa de desalojos acudiera este pasado lunes a pedirle que abandonara el domicilio usurpado. Tras un tenso cruce de palabras, el anciano entró corriendo en el domicilio y salió al rellano <strong>con un hacha al grito de «hijos de puta, venid aquí»</strong>.</p>
La Guardia Civil se terminó llevando detenido a este septuagenario tras visionar un vídeo en el que se le veía con una actitud violenta y desafiante: «Hijos de puta, venid vosotros aquí a quitarme el arma»
No se tomó bien Catalino, okupa septuagenario del municipio de Malagón (Ciudad Real), que una empresa de desalojos acudiera este pasado lunes a pedirle que abandonara el domicilio usurpado. Tras un tenso cruce de palabras, el anciano entró corriendo en el domicilio y salió al rellano con un hacha al grito de «hijos de puta, venid aquí».
«En ese momento nos echamos para atrás, porque venía directo a por nosotros. Por suerte, en el pasillo había unos somieres que utilizamos como escudo. Nos llamaba cabrones y hacía gestos de levantar el arma y apuntarlo hacia nosotros«, expone a este diario Antonio Planas, director de Seguridad de la empresa APD Security, especializada en desokupaciones.
Él, junto a otro compañero, fue testigo directo de aquel intento de agresión. «Nos decía: ‘Venid aquí, chulos, y quitadme vosotros el hacha‘. Era bastante desafiante», agrega Planas, reconociendo que algo de «miedo» llegaron a sentir, aunque actuaron con «mente fría». El episodio lo terminó zanjando la Guardia Civil, que se llevó detenido al okupa, aunque en la tarde de ayer ya estaba de nuevo en libertad.
El propietario del inmueble que usurpó, Rafael (69 años), cuenta que no es la primera vez que tiene sus más y sus menos con el septuagenario. Pero su «buena fe» le ha jugado una mala pasada. Hace años ya le alquiló varias naves en el propio pueblo. Por entonces, Catalino era el dueño de una empresa «muy sólida» de reparto al por mayor de embutidos y otros productos de alimentación por bares. «Llegó a tener varios camiones y le iba bien, pero comenzó entonces con problemas con su mujer y sus hijos… Y empezó a venirse abajo. A jugarse los dineros en las tragaperras. Se volvió un vicioso y me dejó de pagar. A cambio me entregó un camión viejo y una estantería, y me dijo: ‘Con esto lo empatamos’. Como yo no quería líos, y era íntimo amigo de un hermano suyo, lo dejé pasar».
El ahora okupa, cuenta Rafael, «cansó a su esposa» y ésta le echó de casa. Fue entonces cuando la buena relación entre el hermano del okupa y el denunciante volvió a rescatar a Catalino. «Me pidió por favor que le hospedara en una casa que tenía libre. Me garantizó que no habría problemas, que él respondía por Catalino… Pero, a los dos años, murió. Y ahí fue cuando comenzó a dejarme de pagar», apunta a este diario Rafael, quien en ese tiempo llegó a conocer bien a Catalino.
«Cerca de la vivienda hay un hotel con tragaperras donde le metía dos o tres alquileres cada semana… Con decirte que tenía una empresa buena y se la fundió. Y como la paga que le da el Estado no le da para todo, dejó de pagarme para seguir jugando», detalla Rafael, visiblemente molesto.
Esta situación le ha llevado, confiesa, hasta el límite. Porque Rafael es una persona muy conocida en Malagón y con una «reputación muy seria». Y, aunque intenta regatear los problemas, «a veces el temperamento…». Su último enganchón gordo tuvo lugar después de que Catalino dijese que no se iba a ir «ni aunque le perdonásemos todo el dinero a deber». «Ahí porque me detuvieron mis hijos, porque ya me iba a lanzar a por él. Soy consciente de que en ese enfrentamiento yo saldría perdiendo, porque él buscaba otra paga conmigo cuando le diera un cachete… Pero él no puede calcular la fuerza con la que se lo iba a dar. A lo mejor no la cobraba«, cuenta este propietario legítimo, agradecido a su familia por detenerle. Y agrega: «Cuando te provocan tanto… qué difícil te lo ponen».
Rafael admite, además, que cuando visionó el vídeo de su okupa con el hacha en la mano le pareció una actitud más propia de «un hombre desequilibrado». «Es un venenoso, un bicho malo… Es un buscarruidos, como se les conoce en los pueblos. El problema es si yo me enfrento a él y me saca el hacha. Entonces no estaríamos aquí: uno en la cárcel y otro en el cementerio, fijo».
Por el momento, tal y como indican desde la empresa APD Security, el juez les ha concedido «la orden de alejamiento» y aseguran que «en pocos días se recuperará el piso».
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