<p>La relación entre EEUU y Canadá empeora cada día que pasa. Mejor dicho, la relación <strong>entre la Administración Trump y los líderes políticos canadienses</strong>, tanto a nivel nacional como regional, a cuenta de la guerra comercial iniciada unilateralmente por Washington, y que tiene en vilo a cientos de millones de personas en todo el continente.</p>
EEUU amenaza con un castigo «financiero sobre el que se leerá en los libros de Historia» si su vecino corta la electricidad como represalia en la guerra arancelaria
La relación entre EEUU y Canadá empeora cada día que pasa. Mejor dicho, la relación entre la Administración Trump y los líderes políticos canadienses, tanto a nivel nacional como regional, a cuenta de la guerra comercial iniciada unilateralmente por Washington, y que tiene en vilo a cientos de millones de personas en todo el continente.
Este martes, después de unos días de perfil bajo, Donald Trump ha arremetido en dos tandas contra sus vecinos del norte. Informando primero de que tiene previsto doblar los aranceles sobre el acero y el aluminio que va a aplicar a todo el planeta, pasando del 25 al 50% y disparar los que afectan a los coches. Y elevando muchísimo más el tono acto seguido, amenazando con un castigo «financiero sobre el que se leerá en los libros de Historia» si su vecino responde de alguna manera poniendo en riesgo el suministro eléctrico.
No sólo eso. El presidente ha adelantado que en breve declarará «una emergencia nacional sobre la electricidad dentro del área amenazada. Esto permitirá a los Estados Unidos hacer rápidamente lo que se debe hacer para aliviar esta amenaza abusiva de Canadá», una idea muy ambigua, que podría suponer ayudas para las regiones potencialmente afectadas, pero también represalias de cualquier tipo. La emergencia nacional es la cobertura legal que Trump ha usado en el sur para movilizar tropas y jugar con la idea de intervenciones militares puntuales.
A lo largo del día, como ya viene siendo habitual, todo cambió. El secretario de Comercio de EEUU llamó al primer ministro de la región de Ontario y acordaron que se quitarían los impuestos sobre la electricidad. Y acto seguido el equipo de Trump dijo que entonces no habría aranceles adicionales (pero sí los ya anunciados anteriormente), en otro episodio de lo que ya parece una tragicomedia, pero que tiene de fondo una escalada más que preocupante y de incierto final.
«El presidente Trump ha vuelto a utilizar la influencia de la economía estadounidense, que es la mejor y más grande del mundo, para lograr una victoria para el pueblo estadounidense», ha celebrado este martes Kush Desai, portavoz de la Casa Blanca, indicando que un arancel del 25 % sobre el acero y el aluminio procedentes de Canadá y de todos los demás socios comerciales entraría en vigor a medianoche, pero no del 50%.
En un primer y larguísimo mensaje en su red social, el estadounidense había anunciado que «en vista de que Ontario, Canadá, ha impuesto un arancel del 25% a la «electricidad» que entra a los Estados Unidos, he dado instrucciones a mi secretario de Comercio para que añada un arancel ADICIONAL del 25%, hasta el 50%, a todo el acero y el aluminio que entren a los Estados Unidos procedentes de Canadá» desde mañana mismo. «Si Canadá no elimina otros aranceles atroces y de larga duración, el 2 de abril aumentaré sustancialmente los aranceles a los automóviles que ingresan a los EEUU, lo que, en esencia, cerrará permanentemente el negocio de fabricación de automóviles en Canadá», concluyendo que «lo único que tiene sentido es que Canadá se convierta en nuestro querido quincuagésimo primer estado».
Pero poco después, todavía más furioso por las palabras del líder de Ontario, que lleva semanas diciendo que no le temblará la mano en devolver cada arancel, en quitar los productos estadounidenses de los lineales e incluso en rescindir los contratos que tiene con varios estados colindantes, a los que su región suministra electricidad, Trump ha concretado aún más sus amenazas: «¿Por qué nuestro país permitiría que otro país nos suministrara electricidad, aunque fuera para una pequeña zona? ¿Quién tomó esas decisiones y por qué? ¿Y se imaginan a Canadá rebajándose tanto como para utilizar la ELECTRICIDAD, que tanto afecta la vida de personas inocentes, como moneda de cambio y amenaza? ¡Pagarán un precio financiero tan alto por ello que se leerá sobre ello en los libros de historia durante muchos años!», ha escrito.
Trump ha iniciado todo y espera que el resto del mundo, y en especial sus vecinos, asuman los aranceles sin protestar y desde luego sin réplicas. Se muestra, aparentemente, sorprendido de que otros países apliquen restricciones en frontera y las califica de «atroces», al tiempo que define como «hermosos» sus pasos proteccionistas. Y mientras, lanza mensajes intimidatorios hablando de anexiones, medidas antiterroristas o sacando bazas inverosímiles, como la necesidad de revisar los tratados fronterizos o los acuerdos sobre la zona de los Grandes Lagos que comparte con Canadá, provocando escalofríos con la posibilidad de una medida unilateral para anexionarse territorios o quebrar límites que llevan así siglos.
Para su sorpresa, de nuevo, e indignación, sus hasta ahora socios y amigos no se están plegando voluntariamente. China ha devuelto con la misma moneda, la UE ha dicho que responderá con medidas equivalentes y los vecinos del norte y del sur, también. México ha optado por una vía silenciosa y cauta, sobre todo desde que la Casa Blanca dijo que el Gobierno de Claudia Sheinbaum era cómplice del narco, señalando además que ahora que las ha incluido en la lista de organizaciones terroristas podría autorizar operaciones militares contra ellas, como hace en África o en Oriente Medio.
Pero Canadá no. En vez de callar, el Gobierno canadiense, y los responsables de la provincia de Ontario en especial, han mantenido el pulso todo el tiempo. La presión comercial va de la mano de insultos constantes y de una amenaza velada que cada vez asusta más en Ottawa y Montreal. Trump insiste constantemente en que el país debería integrarse en EEUU, convirtiéndose en el 51º estado. Y falta al respeto a su primer ministro saliente, Justin Trudeau, llamándolo «gobernador», como si fuera parte del sistema federal norteamericano. Y esta vez, desde el norte llegan respuestas claras.
«Si Estados Unidos intensifica la situación, no dudaré en cortar la electricidad por completo», dijo el primer ministro de Ontario, Doug Ford, a los periodistas el lunes «Créanme cuando les digo que no quiero hacerlo, me siento terrible por el pueblo estadounidense, porque no es el pueblo estadounidense el que inició esta guerra comercial. El responsable es una persona: el presidente Trump».
El momento explica también mucho. Trudeau anunció su dimisión en enero y dejará el cargo esta semana, después de que su partido haya escogido al ex banquero central Mark Carney como sustituto. Así que tiene más libertad para hablar. Y lo mismo le ocurre a los candidatos de los principales partidos, que deben alinearse con el sentimiento patriótico nacionalista que marca ahora la agenda canadiense.
Además de su amenaza de cortar la electricidad por completo, Ford dijo que podría aumentar aún más ese recargo del 25% si aumentan los aranceles estadounidenses, como ha prometido de hecho Trump, que el viernes propuso multiplicar varias veces la carga a los productos lácteos y a la madera en Canadá.
Ambos países, junto con México, firmaron en el primer mandato de Trump un tratado comercial, que no cubre todos los productos, pero sí muchos. EEUU, sin embargo, ha decidido romper las cláusulas, exigiendo que los demás cambien sus políticas. «Canadá debe eliminar de inmediato su arancel antiamericano para los agricultores del 250% al 390% sobre varios productos lácteos estadounidenses, que durante mucho tiempo se ha considerado escandaloso. En breve declararé una emergencia nacional sobre la electricidad dentro del área amenazada. Esto permitirá a los Estados Unidos hacer rápidamente lo que se debe hacer para aliviar esta amenaza abusiva de Canadá», ha dicho. «Lo único que tiene sentido es que Canadá se convierta en nuestro querido quincuagésimo primer estado. Esto haría que todos los aranceles y todo lo demás desaparecieran por completo. Los impuestos de los canadienses se reducirían sustancialmente, estarían más seguros, militarmente y en otros aspectos, que nunca antes, ya no habría un problema en la frontera norte y la nación más grande y poderosa del mundo sería más grande, mejor y más fuerte que nunca, y Canadá sería una gran parte de eso. La línea artificial de separación trazada hace muchos años finalmente desaparecerá, y tendremos la nación más segura y hermosa del mundo. ¡Y su brillante himno, «O Canadá», seguirá sonando, pero ahora representando a un GRAN y PODEROSO ESTADO dentro de la nación más grande que el mundo haya visto jamás!», ha concluido.
Actualidad Económica