<p>Gaza es una franja estrecha, de 41 kilómetros de largo y de 6 a 22 de ancho.</p>
El sentido común dice que el premio de la Paz debe ser para alguien que sea un modelo en construir puentes para la paz sin pensar que ese puente lo puede construir su empresa y ganar mucho
Gaza es una franja estrecha, de 41 kilómetros de largo y de 6 a 22 de ancho.
O sea, muy pequeña. Y en esa ‘pequeñez’ ha habido una guerra tremenda, con destrozos prácticamente totales. Hablo de los destrozos materiales, que con dinero se pueden arreglar, y no de los otros. Los morales, encabezados por el odio, se extenderán de generaciones en generaciones.
En teoría, ha llegado la paz. En teoría, ha acabado el destrozo.
Tengo una amiga que me decía no hace mucho: «mira, Leopoldo, tú dirás que que soy una frivolilla, pero como en Sharm el Sheij no se bucea en ningún otro sitio». Siguiendo sin duda el Consejo de mi amiga, allí han ido todos los mandatarios del mundo, o casi todos, a firmar el acuerdo de fin de la guerra. Curiosamente, no ha ido ninguno de los dos contendientes. Uno, porque era fiesta en Israel. El otro, por alguna razón tan de peso como la de la fiesta. Realmente, el triunfo ha sido de Trump. Para los asistentes, los que han conseguido una foto con Trump han demostrado que son algo importante en el mundo.
En esa reunión, Trump ha dicho: «comienza la reconstrucción en Gaza. Quizá esta sea la parte más fácil. Ya hemos hecho la más difícil y el resto vendrá solo. Todos sabemos cómo reconstruir y construir mejor que nadie en el mundo».
Oigo eso y recuerdo el cuadrado diabólico, formado por la fabricación de armamento, destrucción, reconstrucción, financiación de todo lo anterior.
Los dos primeros han funcionado a la perfección. Ahora estamos en el tercero. Leo que en datos de febrero, las necesidades totales de recuperación y reconstrucción por los bombardeos se estiman en 53.200 millones de dólares y que, además, han sido destruidos el 89% de instalaciones e infraestructuras de agua, saneamiento e higiene. También, el 92% de las escuelas. Antes de empezar a reconstruir, hay que eliminar 61 millones de toneladas de escombros para poder hacer de Gaza un lugar habitable.
En este entorno suena disparatadamente insultante la boutade de Trump, hablando de convertir la ciudad de Gaza en un centro lúdico tipo Las Vegas.
Ahora, a Ucrania. La parte correspondiente a destrucción no está acabada todavía, pero se rematará en un futuro. Y luego a reconstruir y a financiar.
Y a ganar dinero.
Me parece que Trump debería retirar su candidatura al premio Nobel de la Paz. Ya está recogiendo votos. Pero el sentido común dice que el premio de la Paz debe ser para alguien que sea un modelo en construir puentes para la paz sin pensar que ese puente lo puede construir su empresa y ganar mucho. No puede ser para una persona que está dividiendo los Estados Unidos en dos, a base de convertir a la mitad en buenos y a la otra mitad en malos.
Sin duda pasará a la historia por muchas razones, pero por contribuir a la paz, no.
Actualidad Económica