<p class=»ue-c-article__paragraph»>En el reciente Congreso del PP, <strong>Feijóo </strong>se comprometió a devolver a España a la normalidad. Eso incluye que se respete, en letra y espíritu la Constitución; que se voten los Presupuestos; que no se presuma de gobernar sin el Parlamento; que la contratación pública no sea un «bazar» o que los «trenes circulen», «los aeropuertos no se colapsen» y «la electricidad funcione». Acusó a <strong>Sánchez </strong>de «intentar quebrar deliberadamente la convivencia entre españoles», «trocear el Estado» y «colonizar las instituciones». Se comprometió de nuevo a «recuperar el valor de la verdad» y derribar el «muro» de Sánchez.</p>
«Ha cambiado de velocidad, endurecido el tono, enseñado el colmillo y ejercitado su retranca»
En el reciente Congreso del PP, Feijóo se comprometió a devolver a España a la normalidad. Eso incluye que se respete, en letra y espíritu la Constitución; que se voten los Presupuestos; que no se presuma de gobernar sin el Parlamento; que la contratación pública no sea un «bazar» o que los «trenes circulen», «los aeropuertos no se colapsen» y «la electricidad funcione». Acusó a Sánchez de «intentar quebrar deliberadamente la convivencia entre españoles», «trocear el Estado» y «colonizar las instituciones». Se comprometió de nuevo a «recuperar el valor de la verdad» y derribar el «muro» de Sánchez.
Estableció urgencias y prioridades y se dirigió a la sociedad en su conjunto aunque cada grupo -jóvenes, mujeres, clase media…-, sector -trabajadores por cuenta ajena o emprendedores- o institución -familia- tenga sus propias preferencias y necesidades. Apeló a la mayoría silenciosa. Mostró claridad, ambición y determinación, atributos que no solía exhibir. Estuvo vibrante pero fue un acto de partido.
La prueba y medida de su despertar no la dio el Congreso popular sino sus últimas intervenciones parlamentarias, cuando se ha mostrado mucho más incisivo. Feijóo ha cambiado de velocidad, endurecido el tono, enseñado el colmillo y ejercitado su retranca [«por mucho que se maquille, usted no es la víctima»]. Feijóo ya sabe lo que quiere. Puede que en 2023 algún detalle revelara el fondo y por eso le faltó un puñado de votos. Feijóo no manifestó con claridad, ambición y determinación lo que quería o proponía: en 2022, fue la -única- solución virtuosa, así que forzada, para el PP; y una inoportuna dolencia de espalda lo retrajo en julio de 2023: el PP hizo mutis con los pies descalzos y pantalones de pitillo bajo la sombrilla azul en la semana decisiva.
Ganó el 23-J, pero Sánchez ya había avisado de que no le bastaría. Esa advertencia, convertida en la ley de amnistía debió resultarle suficiente a Feijóo. Sin embargo, tendía a la contracción. En su investidura fallida apeló a sí mismo y reprochó a Sánchez su talante divisivo y pendenciero: «Señor Sánchez, su actitud nunca cambiará la mía. Ni sus desprecios ni los desprecios de los suyos». Durante mucho tiempo asumió jugar con una mano atada a la espalda y receló de empitonar a Begoña Gómez.
Inadvertidamente, Feijóo blindaba a Sánchez, cuya promoción es resultado también de los negocios de la familia Gómez. En torno a Sánchez hay una trama corrupta liderada por Cerdán y una red. Sánchez usó a la trama para trucar primarias y extender su red. La trama tampoco es lo mismo que la relación de Sánchez con sus socios disolventes. Pero sendos proyectos -trama, red, colonización del Estado y amnistía y financiación singular de Cataluña- son indisociables y mutuamente dependientes. El PP no apuntó a Begoña Gómez y dejó pasar que cambiara tan pancha su modelo de negocio -saunas y prostitución-. De repente se hizo experta en captación de fondos europeos rurales. En La Moncloa se detallaban las enrevesadas bases y pliegos de las ayudas y desde La Moncloa se ofrecía a los pequeños y legos ayuntamientos asistencia para solicitarlos: rendimientos de la red.
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