<p>Hace un año, Valeria Castro (La Palma, 1999) se embarcó en la gira de su primer disco, <i>Con cariño y con cuidado</i>, que arrancó en una barquita en las <strong>Cuevas de San José de Castellón</strong> y concluyó el domingo pasado en su pueblo, <strong>Llanos de Aridane</strong>. Allí, en la Plaza de España, una multitud coreó <i>La raíz</i>, el tema que la artista canaria le dedicó a las víctimas de la erupción del <strong>volcán Cumbre Vieja</strong>, que en 2021 sepultó bajo toneladas de lava la casa de su abuela. «Consiguió salvarse, que es lo importante, pero no tuvo tiempo de llevarse consigo los álbumes y recuerdos familiares», lamenta la cantante y compositora. «Fue <strong>una lección de vida que me enseñó a pasar página</strong> y a seguir escribiendo mi propia historia».</p>
Tras la exitosa gira de ‘Con cariño y con cuidado’, la cantautora canaria proyecta su carrera fuera de España con su segunda nominación a los Latin Grammy por ‘La ceniza’
Hace un año, Valeria Castro (La Palma, 1999) se embarcó en la gira de su primer disco, Con cariño y con cuidado, que arrancó en una barquita en las Cuevas de San José de Castellón y concluyó el domingo pasado en su pueblo, Llanos de Aridane. Allí, en la Plaza de España, una multitud coreó La raíz, el tema que la artista canaria le dedicó a las víctimas de la erupción del volcán Cumbre Vieja, que en 2021 sepultó bajo toneladas de lava la casa de su abuela. «Consiguió salvarse, que es lo importante, pero no tuvo tiempo de llevarse consigo los álbumes y recuerdos familiares», lamenta la cantante y compositora. «Fue una lección de vida que me enseñó a pasar página y a seguir escribiendo mi propia historia».
Desde luego, tiene buenos motivos para mirar al futuro con optimismo: por segundo año consecutivo ha sido nominada a los Latin Grammy por la canción La ceniza, que interpreta junto al músico y productor, también canario, Ale Acosta. «Empecé a componer canciones para curarme y cuidarme, y este tipo de reconocimientos me hace muy feliz porque demuestra que todo el esfuerzo ha merecido la pena», reflexiona la artista, que a sus 25 años se ha consolidado como una de las figuras indiscutibles de la música latina con su particularísima voz y una sensibilidad que llamó la atención de Alejandro Sanz, quien compartió en Instagram su versión de Corazón partío cuando nadie la conocía.
«Aquello ayudó, por supuesto, y siempre le estaré agradecida, pero no me gusta pensar que lo que he conseguido a base de esfuerzo haya sido por obra y gracia de las redes sociales», cuenta Castro. «Creo que mis historias han llegado a la gente poco a poco, de boca a oreja, que es la mejor manera de procesar los sentimientos y emociones que yo trato de transmitir con mis canciones». En 2021, durante los días de confinamiento en un colegio mayor de Madrid, donde estudiaba Biotecnología, lanzó su primer EP, Chiquita, bajo el sello Warner, que sirvió de carta de presentación a un estilo, ya inconfundible, que redefine los límites del folclore para hablar del miedo a crecer en un mundo, quizá, demasiado hostil.
Poco después de su primera nominación a los Latin Grammy (por La raíz), la Academia de Cine la postuló al Goya, junto a Vetusta Morla, por la canción original de El amor de Andrea, de Manuel Martín Cuenca. «La música debe contar historias potentes y, en ese sentido, el cine se ha convertido en un gran aliado y también en una fuente de inspiración», asegura la cantante, que acaba de publicar El borde del mundo, que sirve de banda sonora a El 47, dirigida por Marcel Barrera. «Hay propuestas a las que, simplemente, no puedes decir que no», prosigue. «Y esta película, que nos sumerge en la vida de los inmigrantes andaluces y extremeños del barrio barcelonés de Torre de Baró en los 60, era una de ellas».
Con razón muchos han comparado su forma de decir, contar y conjugar tradiciones de diferente procedencia con Silvia Pérez Cruz, con quien ya ha compartido escenario. «Me identifico mucho con esa forma de entender la música y trabajar la emoción que tienen Silvia, [Natalia] Lafourcade, [Jorge] Drexler…». También ha colaborado con otros «afines a la causa», como Iván Ferreiro, Pedro Guerra o Tanxugueiras. «A veces te llaman, otras coincides en algún sitio o propones tú misma, pero, como se suele decir, bailar es siempre cosa de dos y es importante entenderse bien, hablar el mismo idioma y poder aportar algo que haga crecer a ambas partes».
Todavía se está adaptando a su nueva vida en Madrid. «Quiero preservar mi identidad, pero sin cerrarme, por supuesto, a otro tipo de influencias», confiesa la cantante, cuya voz adquiere en La ceniza una textura completamente diferente al contacto de la música electrónica de Acosta, ex productor de Enrique Morente y fundador del Mojo Project. «Fue todo un reto, pero me apetecía demostrarme a mí misma que podía encontrar mi lugar en otros estilos», se sincera la artista, recién llegada de un retiro compositivo en México para sacar adelante los temas de su segundo disco, que publicará en primavera. «Necesitaba tomar un poco de perspectiva de las cosas y reencontrarme con una cultura y una gente que me hacen bien».
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