<p>Zhong Shanshan, <strong>el hombre más rico de China</strong>, ha trabajado como agricultor, carpintero, albañil, periodista y vendedor de estimulantes sexuales. Pero la fortuna la hizo embotellando agua de los manantiales de Changbai, una montaña con vistas a Corea del Norte. Las botellas con tapón rojo de Nongfu Spring, que están por todas partes en el país asiático, han hecho que la fortuna de Zhong (70 años) alcance en estos momentos los 65.500 millones de dólares (según Forbes, alrededor de 53.000 millones de euros). Aunque de esa cifra habrá que descontar en los próximos años cerca de 5.500 millones, la cantidad que el multimillonario se va a dejar en construir una <strong>universidad</strong>. </p>
En una economía cada vez más orientada hacia la inteligencia artificial, las energías renovables y la biotecnología, controlar las cunas de investigación puede ser una forma de asegurar ventajas estratégicas
Zhong Shanshan, el hombre más rico de China, ha trabajado como agricultor, carpintero, albañil, periodista y vendedor de estimulantes sexuales. Pero la fortuna la hizo embotellando agua de los manantiales de Changbai, una montaña con vistas a Corea del Norte. Las botellas con tapón rojo de Nongfu Spring, que están por todas partes en el país asiático, han hecho que la fortuna de Zhong (70 años) alcance en estos momentos los 65.500 millones de dólares (según Forbes, alrededor de 53.000 millones de euros). Aunque de esa cifra habrá que descontar en los próximos años cerca de 5.500 millones, la cantidad que el multimillonario se va a dejar en construir una universidad.
Este nuevo mecenas del conocimiento planea fundar en la próxima década una universidad privada de primer nivel centrada en la investigación científica y en lasnuevas tecnológicas. Se ubicará en Hangzhou, una ciudad en crecimiento al sureste del país que es el actual epicentro de las startups. Fueron las autoridades de esta urbe las que revelaron este año el plan de Zhong: un centro para 350.000 estudiantes que además dará cobijo a más de 500 investigadores top de todo el mundo.
Durante décadas, China fue un país de fábricas, acero y sudor. La riqueza se medía en toneladas de cemento y plásticos. Pero cuando los hijos de los magnates comenzaron a estudiar en Harvard, Oxford o Stanford, algo cambió en el imaginario de la élite, retomando una vieja doctrina confuciana: comprendieron que parte del verdadero poder no está solo en el dinero, sino en el conocimiento.
En los últimos años, algunos de los empresarios más ricos del país están dedicando parte de sus fortunas a crear universidades privadas o institutos de investigación. Lo hacen también persuadidos por una campaña del Gobierno para que los empresarios hagan mayores contribuciones a los centros académicos que cada vez atraen a más talento extranjero.
Uno de los primeros fue Jack Ma, fundador de Alibaba, que impulsó la Universidad Hupan, en Hangzhou, concebida como un espacio para formar a los futuros líderes empresariales del país. Otro multimillonario, Cao Dewang, presidente del fabricante de vidrio Fuyao Group, ha invertido cerca de 10.000 millones de euros para la Universidad de Ciencia y Tecnología de Fuyao (FYUST), al sur de China.
Este centro abrirá sus puertas a los estudiantes a finales de este año y contará con facultades dedicadas a distintas materias técnicas como la inteligencia artificial o la ingeniería mecánica. «Con ayuda de la élite económica, China apuesta por nuevas universidades privadas para que sean el motor clave de la autosuficiencia tecnológica», señala un artículo del Diario del Pueblo, el periódico oficial del gobernante Partido Comunista (PCCh).
En la ciudad portuaria de Ningbo, el magnate de los semiconductores Yu Renrong, presidente de Will Semiconductor, ha invertido casi 4.000 millones de euros en el Instituto Oriental de Tecnología (EIT), otra universidad que empezará también a finales de este 2025 a recibir a sus primeros estudiantes y que pretende convertirse en una potencia mundial de investigación en tecnología aplicada.
En términos más prácticos, estas universidades permiten a los magnates establecer redes de influencia entre académicos, funcionarios y otros empresarios, además de servir como laboratorios para la innovación tecnológica. En una economía cada vez más orientada hacia la inteligencia artificial, las energías renovables y la biotecnología, controlar las cunas de investigación puede ser una forma de asegurar ventajas estratégicas.
Estos nuevos centros están ahora reclutando a académicos e investigadores de renombre, tanto chinos como extranjeros. La semana pasada, un reportaje de CNN hablaba de una «fuga inversa de cerebros» desde Estados Unidos a China. Hace unas pocas décadas, eran los científicos chinos quienes se lanzaban a EEUU sin pensarlo. Ahora, muchos de ellos (y también muchos investigadores estadounidenses) están regresando a su país atraídos por ambiciosos proyectos de investigación y mejores salarios.
Un cambio histórico que podría tener un impacto en la carrera entre Washington y Beijing para dominar industrias que darán forma al futuro, como la IA, la computación cuántica, los semiconductores, la biotecnología o las aplicaciones militares. Los expertos apuntan a que esta tendencia, en parte, se ha visto impulsada por el rápido ascenso de las universidades chinas en las clasificaciones internacionales, con al menos cinco de ellas figurando regularmente entre las 50 mejores del mundo.
Durante la última década, según cifras internas, China ha incrementado su gasto en investigación y desarrollo aproximadamente en un 9% del PIB. En 2023, ajustando el poder adquisitivo, la segunda economía mundial superó a EEUU y a la Unión Europea en inversión en I+D, y ya publica en prestigiosas revistas científicas más artículos de alto impacto (aquellos que se encuentran en el 1% más citado) que sus dos rivales.
En un nuevo frente en su guerra por la supremacía tecnológica con EEUU, las autoridades chinas abrieron un nuevo frente al presentar este mes un programa de visas para atraer a jóvenes talentos graduados en ciencias. Una política aperturista del régimen asiático que choca con la actitud hostil de la administración Trump, que aumentó recientemente el coste de una visa especial utilizada por las grandes empresas tecnológicos para atraer talento extranjero, sobre todo de India y China.
«Antes, países como Estados Unidos eran vistos como el destino final de los flujos globales de talento. Hoy, China también se está convirtiendo en un foco de talento internacional», señalaba un editorial del tabloide nacionalista chino Global Times.
Pero lo que los medios del gigante asiático no han contado es que, tras el lanzamiento del nuevo programa de visados, en las redes sociales chinas hubo una avalancha de críticas porque muchos usuarios no entienden qué necesidad hay de atraer a jóvenes extranjeros en medio de la enorme crisis de desempleo juvenil que atraviesa el país.
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