<p>Una de las líneas de propaganda gubernamental más efectivas en términos domésticos, a la vez que alejada de la realidad, es presentar a <strong>Pedro Sánchez</strong> como un estadista de talla internacional, el líder socialista que fija el debate, como el cambio de hora, y condiciona el curso de los acontecimientos. Un mensaje recurrente de las terminales mediáticas de Moncloa, a medida que se cierra el cerco sobre la corrupción del PSOE, que ha conseguido calar, a fuerza de repetirse, en una parte de la población española, creyente fervorosa de que Sánchez pinta algo en el mundo. Y todo ello, a pesar de que este trampantojo sanchista es reiteradamente desmentido por el ninguneo que le dedican sus socios europeos y EE. UU. -ya desde la etapa de <strong>Joe Biden</strong>- cada vez que tienen que abordar cuestiones geoestratégicas de importancia.</p>
La lejanía del Gobierno con el consenso occidental vuelve a quedar en evidencia por su auto exclusión inicial del documento europeo en favor de Ucrania
Una de las líneas de propaganda gubernamental más efectivas en términos domésticos, a la vez que alejada de la realidad, es presentar a Pedro Sánchez como un estadista de talla internacional, el líder socialista que fija el debate, como el cambio de hora, y condiciona el curso de los acontecimientos. Un mensaje recurrente de las terminales mediáticas de Moncloa, a medida que se cierra el cerco sobre la corrupción del PSOE, que ha conseguido calar, a fuerza de repetirse, en una parte de la población española, creyente fervorosa de que Sánchez pinta algo en el mundo. Y todo ello, a pesar de que este trampantojo sanchista es reiteradamente desmentido por el ninguneo que le dedican sus socios europeos y EE. UU. -ya desde la etapa de Joe Biden– cada vez que tienen que abordar cuestiones geoestratégicas de importancia.
El último hecho que mata este falso relato sincronizado es que el presidente no estuviera ayer entre los firmantes originales –Macron, Merz, Meloni, Starmer…- de un documento europeo de apoyo a Ucrania, y se añadiera a última hora y corriendo. Un comportamiento que no corresponde al de ese liderazgo internacional del que presumen los cuentistas del sanchismo. A decir verdad, desde el inicio de la genocida invasión rusa de Ucrania, la posición del Gobierno ha sido más bien errática, incómoda, apoyando las políticas de la UE, pero siempre con salvaguardas «pacifistas» que originalmente se justificaban por los «equilibrios» que tenía que hacer Sánchez con sus socios de izquierda radical en el gabinete, donde alberga ministros afines a la agenda ideológica rusa, como Sira Rego, y antes Ione Belarra, Irene Montero, Alberto Garzón…
La cicatería del Gobierno en la ayuda militar y económica a Kiev -España está a la cola de la UE al aportar el 0,12 % de su PIB en cuatro años, según el Kiel Institute- lo ha dejado fuera de todas las cumbres importantes en las que se tomaron decisiones sobre la seguridad continental. Pero fue sobre todo su rechazo a asumir el consenso entre los socios de la OTAN de aumentar hasta un 5 % del PIB en Defensa, ante la escalada de la amenaza de Putin a la UE, lo que acabó por convertir a Sánchez en un presidente poco de fiar. Un paria, o casi.
Hay otros movimientos de Sánchez que han molestado y preocupan en la UE y en EE. UU., como el ridículo intento de encabezar un «plan de paz» para Gaza, desmarcándose de la estrategia diplomática europea y pretendiendo ser alguien en el avispero de Oriente Medio, así como su discurso rayano en el antisemitismo. También las evidentes conexiones con el régimen chavista de Venezuela y el resto de representantes del Grupo de Puebla, con José Luis Rodríguez Zapatero ejerciendo de ministro de Exteriores de facto.
Pero, sobre todo, es el paulatino acercamiento del Gobierno al régimen chino -de nuevo a través de ZP y Pablo Iglesias-, quebrando otra vez la unidad diplomática europea en plena guerra comercial, lo que lleva a España a una situación de país no alineado en el nuevo escenario de confrontación global entre Occidente y el eje China-Rusia-Irán.
Esta auto exclusión del consenso occidental, ser un outsider en la UE, refuerza los lazos económicos y políticos de Sánchez con China y puede, asimismo, ayudarle a ganar el protagonismo internacional que tanto anhela y hoy adolece: convertirse en el referente del Sur Global en Europa y liderar esa nueva izquierda populista que se está alzando sobre el cadáver putrefacto de la vieja y añorada socialdemocracia.
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