Héroe o verdugo. Justiciero o terrorista. Enfermo o villano. La figura de Luigi Mangione, acusado de asesinar en Nueva York a Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, proyecta tantas incógnitas como sombras, en especial las de los últimos seis meses, en los que interrumpió todo contacto con familiares y amigos. Solo el reguero de pistas de sus cuentas en redes sociales —cerradas o eliminadas tras ser detenido— puede permitir averiguar los motivos que le llevaron a, presuntamente, descerrajar varios tiros por la espalda al ejecutivo, de 50 años y padre de dos hijos.
Los investigadores rastrean las cuentas en redes sociales de Luigi Mangione, el joven acusado del crimen, para determinar sus motivos
Héroe o verdugo. Justiciero o terrorista. Enfermo o villano. La figura de Luigi Mangione, acusado de asesinar en Nueva York a Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, proyecta tantas incógnitas como sombras, en especial las de los últimos seis meses, en los que interrumpió todo contacto con familiares y amigos. Solo el reguero de pistas de sus cuentas en redes sociales —cerradas o eliminadas tras ser detenido— puede permitir averiguar los motivos que le llevaron a, presuntamente, descerrajar varios tiros por la espalda al ejecutivo, de 50 años y padre de dos hijos.
La línea de investigación bascula entre esos dos polos: si la actuación del joven, de 26 años, obedeció a un empacho de ideología —customizada a partir de libros de autoayuda, pinceladas libertarias y citas filosóficas— o a un trastorno psiquiátrico, tal vez un desmedido narcisismo que le hizo creerse impune y elegido para golpear el sistema “corrupto” de los seguros de salud, un negocio billonario en EE UU. “Francamente, estos parásitos se lo merecían” rezaba la nota hallada en su mochila, junto al arma usada en el crimen.
Cabe también otra posibilidad: la de una aprensión o hipocondría exacerbadas. Sin embargo, la preocupación por su salud, sus dolores de espalda o la “niebla mental” que dice haber sufrido en la universidad, no empuja en teoría a nadie a apretar el gatillo. Su comportamiento en las pocas apariciones públicas desde que fue detenido —ora gritando frases sin sentido a los periodistas, ora sumido en el mutismo y con la cabeza gacha— añade complejidad a la hora de establecer por qué, supuestamente, hizo lo que hizo.
Además de la investigación en curso de la policía y el FBI, algunos expertos se inclinan por verle como un absceso del sistema, en un país obsesionado con la seguridad y la defensa que a menudo tiene el enemigo en casa. Encarnación prototípica del sueño americano, Mangione, nieto de un inmigrante siciliano llegado a EE UU con lo puesto y que logró enriquecerse con el paso de los años, se habría vuelto contra el sistema cuyos principales valores representa: la brillantez, el éxito, la prosperidad. Otro cachorro de la élite, como Patty Hearst, la riquísima heredera terrorista, decidido a dinamitar el sistema desde dentro. El FBI sostiene desde hace años que la principal amenaza a la seguridad nacional no son los yihadistas, sino los terroristas domésticos, y Mangione es para algunos un exponente de esa categoría, con una fluidez ideológica, o más bien un atracón, que va del libertarismo al idealismo.
En una red social aparecen comentarios suyos, no verificados, al documental de Michael Moore Sicko, un demoledor retrato de la sanidad estadounidense. Una cuenta de X (antes Twitter) supuestamente vinculada a él incluye publicaciones recientes sobre el impacto negativo de los teléfonos inteligentes en los niños; hábitos saludables de alimentación y ejercicio; teorías psicológicas diversas, y una cita del pensador indio Krishnamurti sobre los peligros de “adaptarse bien a una sociedad profundamente enferma”. En las redes, se relacionaba con aficionados a la salud holística, la superación personal, los hongos alucinógenos, el papel de la tecnología en la sociedad y un cierto sentimiento antisistema.
Junto con sus vivencias de un viaje a Japón que le inoculó cierta tentación de trascendencia (“ser zen”, escribió a un amigo), son las últimas pinceladas conocidas del joven antes de que sacudiera con violencia el pasado 4 de diciembre el multimillonario sector de los seguros médicos. Con sus críticas a la codicia corporativa, escritas en su peculiar manifiesto, Mangione ha provocado un tsunami de aplausos que revela el profundo malestar ciudadano contra un sistema que gira en torno a la tarjeta de crédito, mientras salen a la luz terroríficos relatos de abusos de las aseguradoras.
A medida que se escrutan sus publicaciones online, emergen nuevos detalles sobre su impaciencia ante “una sociedad capitalista” y su búsqueda de refugio en las montañas de Japón. El mensaje de audio que envió a un amigo a quien había conocido viajando, el 27 de abril, fue el penúltimo antes de desaparecer hasta el 24 de noviembre, cuando se registró en un popular hostal de Manhattan llegado de nadie sabe dónde. El viaje por Asia tenía como objetivo meditar, leer y escribir, y desde el desfiladero de un río de la región japonesa de Nara, según el recorrido trazado por el diario The New York Times, Mangione decía a ese amigo incidental, con voz serena, que necesitaba “algo de tiempo”.
El presunto asesino se muestra en las redes como alguien que luchaba contra problemas médicos incapacitantes y, a la vez, más y más desilusionado con la sociedad en la que vivía. Durante su viaje por Asia, arremetió contra el “moderno entorno urbano japonés”, afirmando que la automatización y la general ausencia de “interacción humana natural” eran responsables de la caída de la tasa de natalidad. A la vez, manifestaba su interés por quienes defendían la violencia como revulsivo, o acaso solución, por ejemplo el manifiesto antitecnológico de Unabomber, el terrorista estadounidense que mantuvo en jaque a las fuerzas de seguridad durante dos décadas, que Mangione reseñó, con cuatro de las cinco estrellas posibles, en la web GoodReads, y que constituye su última señal digital antes de desaparecer.
El propio Unabomber fue otro ejemplo claro de lobo solitario, de terrorista interno. Pero el enfado de Mangione con la sociedad llama la atención en alguien que, a diferencia de otros criminales desharrapados, tenía la fortuna de cara: de familia rica, alumno de un elitista instituto de Maryland, ingeniero informático por la prestigiosa Universidad de Pensilvania que puede darse el lujo de un viaje sabático por el mundo. Por eso sus conocidos no dan crédito al delito del que se le acusa.
Parece que fue en la universidad cuando sus problemas médicos se agravaron, los de la espalda y también la “confusión o niebla mental” a la que los especialistas, dice, no supieron responder, pero que arrastraba desde el instituto. Mangione cuenta que el estrés adaptativo al campus le causó problemas de sueño y episodios de desorientación. Tras cosechar sobresalientes en secundaria, sus notas empezaron a empeorar, escribió en Reddit. “Es absolutamente brutal tener un problema que te destroza la vida, sobre todo porque el propio problema desgasta el pensamiento crítico/lógico que normalmente utilizarías para abordarlo. La gente que te rodea probablemente no entenderá tus síntomas; a mí, desde luego, no”, explicó en esa comunidad virtual.
Las pruebas médicas no dieron resultado. Él se autodiagnosticó, buscando en internet referencias sobre varios trastornos. Su último año universitario fue el de la pandemia, cuando completó a la vez la licenciatura y un máster. Enseguida encontró trabajo en TrueCar, una tecnológica de California dedicada al negocio de compraventa de automóviles, y a principios de 2022 se trasladó a Honolulu con un empleo muy bien pagado. Fue en Hawái donde, tras recibir una clase de surf, sus problemas de espalda se dispararon: sentía a diario hormigueo, entumecimiento, dolores persistentes. Contó a un colega del trabajo que no tenía relaciones con nadie, porque “tener intimidad física con la dolencia de espalda no era posible”.
Mangione dejó el trabajo en Honolulu a principios de 2023, para leer y hacer yoga. Leía de todo, de libros de autoayuda a George Orwell. Repasando sus reseñas, su querencia filosófica inicial se va decantando cada vez más hacia la pseudopsicología de autoayuda —ese otro negocio multimillonario made in USA—, con títulos sobre la importancia de la tenacidad; cómo lograr la desconexión digital o, en fin, un manual de ejercicios para desarrollar musculatura. En Reddit, Mangione compartió que se había sometido, satisfactoriamente, a una operación de la columna en julio de 2023, pero sus mensajes no mencionan ninguna frustración o crítica hacia el sector de los seguros de salud. UnitedHealthcare emitió esta semana un comunicado asegurando que Mangione nunca suscribió una póliza con ellos.
Acusado entre otros delitos de asesinato en segundo grado, su abogado defensor, otra figura que va ganando protagonismo a medida que se desarrolla el caso —la historia huele a serie desde el primer minuto—, repite sin descanso que su cliente goza, como cualquier otro, de la presunción legal de inocencia. Mientras, las pruebas —ya no virtuales, sino materiales— se acumulan: la pistola impresa en 3D hallada en su mochila fue la utilizada para disparar las balas de nueve milímetros que acabaron casi en el acto con la vida de Thompson.
Tres casquillos recogidos en la acera donde cayó moribundo el ejecutivo tenían escritas las palabras delay (retrasar), deny (denegar) y depose (deponer o, en un contexto judicial, declarar), una palabra por bala, que coinciden con el título de un libro de 2010 que desnuda críticamente el sector de los seguros. Las huellas dactilares de Mangione también coinciden con las encontradas en objetos hallados cerca de la escena del crimen, como una botella de agua. Demasiadas evidencias en un caso en el que, conocidas la secuencia de los hechos, el modus operandi y la identidad del asesino, todavía queda la gran pregunta sin responder, el porqué. El país que inventó el exitoso género del true crime permanece literalmente absorto en las pantallas a la espera de la respuesta.
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