<p class=»ue-c-article__paragraph»><strong>Íñigo Errejón</strong> era un fijo en las manifestaciones del 8-M. <strong>Juan Carlos Monedero</strong>, prácticamente también. Hoy, sin embargo, ninguno de estos dos referentes ideológicos de la izquierda surgida del 15-M podría acudir a esas marchas. Ni siquiera aproximarse cerca de ellas. La sombra de las acusaciones contra ellos por abusos y acoso sexual a mujeres aprovechando su rol de hombres poderosos tapa todo lo que fueron en la política.</p>
Los casos protagonizados por figuras de Podemos, Sumar y PSOE marcan las manifestaciones de este 2025 y manchan una convocatoria lastrada de antes por la ruptura del feminismo
Íñigo Errejón era un fijo en las manifestaciones del 8-M. Juan Carlos Monedero, prácticamente también. Hoy, sin embargo, ninguno de estos dos referentes ideológicos de la izquierda surgida del 15-M podría acudir a esas marchas. Ni siquiera aproximarse cerca de ellas. La sombra de las acusaciones contra ellos por abusos y acoso sexual a mujeres aprovechando su rol de hombres poderosos tapa todo lo que fueron en la política.
El golpe moral de sus presuntos casos ha arrastrado al descrédito a sus partidos y, por asimilación, a otras formaciones de izquierdas que invocan todo el día el feminismo, pero que luego se estrellan con el comportamiento de algunas de sus figuras. En el caso de Sumar y Podemos, además, por cómo fallaron sus mecanismos internos para prevenir, por cómo se tardó en actuar, por la sospecha de que algunas conductas se conocían y se taparon y por la ausencia de un castigo ejemplar a los comportamientos machistas y de «violencia sexual» de sus cargos.
La izquierda socialdemócrata no es que se encuentre mucho mejor. La prostitución en sus filas ha dejado al desnudo el discurso abolicionista del PSOE, que es una de las grandes señas feministas que defiende el partido de Pedro Sánchez. El caso del Tito Berni dejó estampas de lo más sórdidas al respecto, con el diputado Juan Bernardo Fuentes Curbelo contratando servicios sexuales de manera casi compulsiva y manejando catálogos de mujeres desde el Congreso. Ahora la oposición, principalmente PP y Vox, se están lanzando de nuevo contra el PSOE con este asunto al acusar a José Luis Ábalos de «pagar los servicios de una prostituta para que atienda los deseos de un ministro del Gobierno». Se refieren a Jéssica, ex novia del que fue mano derecha de Sánchez en el partido, que ratificó ante el juez que le dieron un piso de lujo -pagado por un empresario- y que la colocaron en dos empresas públicas, de las que cobró un salario sin ir nunca a trabajar.
Este truculento contexto machista atraviesa de arriba a abajo las manifestaciones de este 8-M y desgarra la celebración más importante del feminismo. La más reivindicativa. La más simbólica. La cita en la que la izquierda política y social asume un papel protagonista y que ahora, sin embargo, se presenta condicionada por sus escándalos. Mañana irán a las manifestaciones con el prestigio manchado por los casos propios y con el daño a su credibilidad en el discurso. Para conmoción no sólo de sus votantes, sino del conjunto del colectivo feminista que empuja a diario la lucha de las mujeres y que ve cómo la derecha reaccionaria usa todo esto para atacarlo.
La batalla contra las agresiones, los abusos o el acoso sexual se transformó hace años en los eslóganes del «sólo sí es sí» y el «hermana, yo sí te creo». Hoy este espíritu, que se convirtió en una ley, ha sido puesto a prueba en los casos de Errejón y Monedero ante las denuncias anónimas que se han conocido y que han dejado en evidencia la falta de fiabilidad de los protocolos y lo mucho que aún tienen que mejorar en los mecanismos internos de prevención y actuación.
Sumar y Más Madrid, primero, y Podemos, después, no han salido bien parados. Errejón tuvo una denuncia en 2023 pero, tras no darse la relevancia requerida, siguió escalando posiciones hasta alcanzar la portavocía del grupo de Sumar en el Congreso. Del que tuvo que salir corriendo con el Me Too que afloró multitud de comportamientos machistas que, al final, fueron reconocidos como incompatibles con su papel de dirigente. Luego llegó la denuncia formal por agresión sexual a Elisa Mouliaá que ahora se dirime en el juzgado y que podrían llegar a acarrear hasta penas de cárcel.
El caso Monedero estalló hace apenas unas semanas, y está por ver cómo evoluciona. Hay denuncias reconocidas por el partido y por la Universidad Complutense. Pero también hay otra que se remonta a las elecciones catalanas de 2015 que aunque Podemos niega, otras fuentes involucradas en el partido en aquellos años confirman que se elevó a la dirección de Pablo Iglesias e Irene Montero. Si nos ceñimos al relato oficial de Podemos: Monedero ha continuado de militante año y medio después de las denuncias, no hubo una investigación interna real y mantuvo acceso a espacios de poder al menos varios meses más. Igual que siguió trabajando en la televisión de Pablo Iglesias. Tiempo en el que recibió mensajes cariñosos en redes por parte de dirigentes de la talla de Ione Belarra. Podemos justifica que lo apartó de sus actividades pero que no puede sancionarle porque las mujeres no siguieron con sus denuncias hasta el final del proceso.
«Es evidente que cualquier situación de acoso, cualquier actitud o comportamiento machista, nos hace daño a todas, nos hace daño también como sociedad. Pero sobre todo creo que fundamental es que nos interpela a seguir avanzando, a seguir mejorando y a evitar, por tanto, que se produzcan este tipo de situaciones», reflexionaba la secretaria de Feminismos de Sumar, Amanda Andrades, preguntada por el impacto este 8-M de los casos de Errejón y Monedero.
Este «daño» al espacio progresista reconocido por Sumar es más duro en boca de las feministas clásicas, que ajustan cuentas con la coalición de Yolanda Díaz, Podemos o el PSOE por «parasitar» el movimiento feminista para su rédito político, pero siendo «cómplices» de la extrema derecha. En el caso de Ábalos y Tito Berni fuentes de este grupo subrayan las «incoherencias» del PSOE, que va mañana «curiosamente» a la marcha que «reclama legalizar la prostitución»
La batalla entre las corrientes feministas se ha enconado aún más con todos esos casos. La afluencia histórica de 2018 es imposible hoy. Los intentos de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, por lograr una reconciliación del colectivo están lejos de fructificar en un reencuentro en las calles. Este 8-M habrá de nuevo división entre los sectores feministas en las marchas de Madrid, Barcelona o Sevilla. Con la corriente clásica, de agenda abolicionista y reacia a la ley trans, desgajándose una vez más.
Precisamente en la vocación de tender puentes, este 8-M dará pie a una situación insólita. La ministra de Igualdad acudirá a las dos marchas de Madrid. El horario diferenciado -por la mañana la oficial y por la tarde la crítica- ayuda. Será la primera vez que una ministra vaya a la manifestación alternativa. Otros años la coincidencia de horario lo imposibilitaba. En todo caso, la protesta oficial concitará de nuevo a PSOE, Sumar y Podemos en la marcha tradicional que impulsa la Comisión 8M.
Entre tanta mala noticia, y bajo la amenaza de lluvia, hay hitos positivos a los que las feministas se agarran para la lucha: la renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que dobla el dinero y aporta más recursos, con el PP adscrito y con Vox marginado. Igual que es celebrada la condena a Luis Rubiales en aplicación de la ley del sólo sí es sí, que pese a la gravedad de las rebajas de condena sí ha demostrado ser efectiva para castigar hoy nuevos casos.
En el horizonte siguen las históricas reivindicaciones de leyes contra la trata y la prostitución. Pero esta última es uno de los grandes motivos de enfrentamiento entre sectores.
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