<p class=»ue-c-article__paragraph»>El retorno de <strong>Donald Trump</strong> a la Presidencia de Estados Unidos tiene todas las posibilidades de ser un antes y un después para América y para el resto del mundo. Para unos se trata de una catástrofe sin precedentes; para otros, una bendición y, para algunos, supone la apertura de un panorama de incertidumbre cuya evolución, a priori, resulta difícil de prever. En consecuencia, el devenir de los acontecimientos dependerá en buena medida de algo imprevisible; a saber, la mercurial personalidad del líder estadounidense. Este será el factor determinante de su política durante los próximos cuatro años. En este contexto, la prudencia aconseja adoptar una posición de esperar y ver.</p>
El Ejecutivo representa todo lo que la América ‘trumpista’ combate y la coalición PSOE-Sumar ha desenterrado la lucha contra el imperialismo
El retorno de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos tiene todas las posibilidades de ser un antes y un después para América y para el resto del mundo. Para unos se trata de una catástrofe sin precedentes; para otros, una bendición y, para algunos, supone la apertura de un panorama de incertidumbre cuya evolución, a priori, resulta difícil de prever. En consecuencia, el devenir de los acontecimientos dependerá en buena medida de algo imprevisible; a saber, la mercurial personalidad del líder estadounidense. Este será el factor determinante de su política durante los próximos cuatro años. En este contexto, la prudencia aconseja adoptar una posición de esperar y ver.
Dicho lo anterior es posible intuir cuál será la actitud de la nueva Administración norteamericana hacia algunos Estados y, en concreto, hacia aquellos cuya acción choca de manera frontal con el ideario y con los intereses de EEUU. Esto tiene una relevancia extraordinaria en un escenario global con un alto grado de inestabilidad y, guste o no, de Guerra Fría entre Estados Unidos y la coalición de estados autocráticos liderada por China que aspira a revisar de manera radical el orden global construido, con avances y retrocesos, desde el final de la II Guerra Mundial.
En este contexto es donde se enmarcan las potenciales relaciones hispano-norteamericanas en el horizonte del medio plazo y, a modo de conclusión previa, no parecen ser muy halagüeñas. Esto es inquietante por el peso de EEUU en el comercio global de España, el sexto destino de las exportaciones patrias; por ser aquellos el mayor inversor extranjero en la Vieja Piel de Toro y el segundo destino de las inversiones españolas en el exterior. A esos elementos cabe sumar la posición de España en Hispanoamérica y su proximidad geográfica a un foco tan volátil y complejo como lo es el Magreb.
Todo indica que el Gobierno de EEUU primará la bilateralidad sobre la multilateralidad en su aproximación a la política internacional y, en consecuencia, ésta tenderá a individualizarse y establecerá una distinción clara entre los países: los aliados fiables de América, sus rivales y los indiferentes. En estos momentos, España o, para ser precisos, este Gobierno no es considerado un amigo por la nueva Administración norteamericana. Basta exponer algunos sencillos ejemplos para ilustrar esa afirmación.
La coalición social comunista se ha alineado de facto con Hamás y Hezbolá en su conflicto con Israel; se ha convertido en lobista de China en Europa al pedir a la UE la retirada de los aranceles a los coches eléctricos procedentes de ese país y es junto al Coloso Asiático, Rusia e Irán uno de los defensores de las dictaduras de izquierdas en Hispanoamérica y de los gobiernos populistas anti estadounidenses en la región. Esta es una magnífica tarjeta de presentación ante la Administración Trump. Pero ahí no termina la historia…
En el plano ideológico, el Gobierno español representa todo lo que la América de Trump combate y no sólo eso, sino el Cesar Imperator que rige los destinos patrios parece estar dispuesto a liderar la oposición dentro de Occidente a la internacional fascista o, al menos, reaccionaria encabezada por Estados Unidos. La coalición de PSOE y Sumar ha exhumado la lucha contra el imperialismo. Esta postura se refleja con claridad meridiana en el aviso lanzado por el ministro de Asuntos Exteriores, el señor Alvares, al presidente norteamericano, que temblará de miedo en el sillón del Despacho Oval: «Si se nos desafía, le haremos frente». Esta heroica proclama recuerda las declaraciones de Sagasta en los prolegómenos al Desastre del 98.
Desde esta perspectiva, España es un candidato perfecto para simbolizar el trato concedido por EEUU a sus enemigos. Es cierto que la UE tiene la competencia exclusiva sobre la política comercial europea, pero también lo es que Trump puede imponer aranceles diferenciados a cualquier Estado que comercie con Estados Unidos. Esto concede una gran probabilidad a una elevación de las barreras arancelarias a las importaciones de bienes y servicios españoles en el mercado norteamericano. Parece obvio que el trato a Italia, por ejemplo, no será similar al concedido a España.
Por otra parte, las inversiones españolas en EEUU y la actividad de las empresas en ese país pueden verse severamente obstaculizadas no sólo para acometer cualquier proyecto de expansión, sino para el desempeño de sus operaciones en el país, sobre todo, en los sectores sensibles: energía, infraestructuras, telecomunicaciones, etc. Y, desde luego, es impensable su acceso a sectores con alguna relevancia estratégica. Y, desde luego, esta actitud se extenderá a las compañías nacionales presentes en Estados hispanoamericanos enemigos de EEUU que pueden verse sometidas a sanciones o ver cerrada su entrada o su permanencia en ese país.
Cuando en diciembre de 1946, las recién creadas Naciones Unidas decretaron el aislamiento internacional de España, Agustín de Foxá con su proverbial genio dijo: «Menudas patadas le van a dar a Franco en nuestro trasero». Pues eso…
*Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket.
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