<p>Hace un par de años, <a href=»https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2023/01/02/63a5a85ffdddffc4238b45c9.html»>hidrógeno</a> era una de las palabras más repetidas en la prensa económica (como ahora lo son IA o competitividad). La guerra en Ucrania y el chantaje energético de Rusia elevó este nuevo combustible a la categoría de estratégico en toda la Unión Europea, pues la molécula se reveló como una baza hacia la independencia energética de los Veintisiete. España encabezó esa tendencia y, a día de hoy, todavía la lidera. Nuestro país acapara el <strong>20%</strong> de los proyectos europeos de hidrógeno verde. Grandes jugadores están detrás de los de mayor envergadura, que empiezan a moldear el mercado. <strong>Moeve</strong> ha comprometido 3.000 millones a su <a href=»https://www.elmundo.es/economia/actualidad-economica/2024/03/02/65de145021efa0995a8b45dc.html»>Valle Andaluz del Hidrógeno</a>,<strong> Repsol </strong>dio luz verde hace unas semanas a su primer gran electrolizador y <strong>Enagás </strong>avanza en las fases iniciales del megacorredor <a href=»https://www.elmundo.es/economia/empresas/2024/12/11/675980e4e9cf4a656f8b459f.html»>H2Med</a> que busca transportar las moléculas marca España al resto de Europa.</p>
La ‘número uno’ de la mayor asociación privada de la industria de este gas limpio advierte que Europa está perdiendo peso en los ‘ranking’ de inversión, mientras China acelera para dominar el mercado
Hace un par de años, hidrógeno era una de las palabras más repetidas en la prensa económica (como ahora lo son IA o competitividad). La guerra en Ucrania y el chantaje energético de Rusia elevó este nuevo combustible a la categoría de estratégico en toda la Unión Europea, pues la molécula se reveló como una baza hacia la independencia energética de los Veintisiete. España encabezó esa tendencia y, a día de hoy, todavía la lidera. Nuestro país acapara el 20% de los proyectos europeos de hidrógeno verde. Grandes jugadores están detrás de los de mayor envergadura, que empiezan a moldear el mercado. Moeve ha comprometido 3.000 millones a su Valle Andaluz del Hidrógeno, Repsol dio luz verde hace unas semanas a su primer gran electrolizador y Enagás avanza en las fases iniciales del megacorredor H2Med que busca transportar las moléculas marca España al resto de Europa.
Pero hoy esta tecnología ya no copa los titulares de la prensa salmón. Un gas natural barato fluye ahora a raudales por el Viejo Continente procedente de Estados Unidos y muchos de los planes anunciados en aquel contexto se enfrentan a la dura realidad de unos números que, en muchos casos, no garantizan una viabilidad económica. Ivana Jemelkova, CEO del Consejo Mundial del Hidrógeno, analiza para EL MUNDO, el estado de este mercado. Lo hace con la vista aérea de un organismo global que nació en el Foro de Davos en 2017 y que reúne a 140 empresas de distintos países y sectores.
- ¿En qué fase está ahora el mercado de hidrógeno?
- Hay mucho ruido y es difícil tener una imagen clara de lo que avanza y lo que no. Nosotros hacemos seguimiento de todos los proyectos anunciados, más de 1.700 en el mundo, y vemos con bastante precisión dónde se está invirtiendo y qué lo está impulsando. En conjunto, hay crecimiento. El capital comprometido ha crecido hasta los 110 billones de dólares. Lo emocionante no es la cifra, sino la trayectoria. Son 35 billones más que el año pasado y diez veces más que en 2020. No todo es perfecto. En la fase de escalado de cada tecnología siempre hay una depuración natural. Está ocurriendo ahora mientras hablamos. El pipeline es de cientos de proyectos, y no todos tendrán éxito.
- En el caso de Europa, se ha pasado de la euforia al cribado, ¿le preocupa?
- Estamos ahora en ese filtrado porque las empresas se están enfrentando a la realidad económica. Deben tomar decisiones firmes sobre cómo asignar su capital. Desarrolladores que empezaron con carteras amplias, llenas de ideas, ahora están intentando centrarse. Pero eso es positivo. Es lo que ocurrió con la solar o la eólica. Al final, lo que queda son los proyectos sólidos, con un modelo de negocio que puede avanzar. Eso se traduce en carteras más fuertes.
- ¿Qué señales deben considerar inversores y gobiernos para identificar los proyectos viables a largo plazo?
- Esta no es aún una industria consolidada, pero tampoco es un desastre, es una industria normal en proceso de construcción. Hemos contado el número de proyectos cancelados, son al menos 52 en los últimos dieciocho meses. Son muchos titulares negativos, pero que no significan que la tecnología esté fracasando. Hay un pipeline de 1.700 proyectos, de los cuales 510 ya han asegurado compromisos firmes de capital o están en construcción. Es cinco veces más que en 2020. Es una trayectoria muy parecida a los primeros días de la solar y la eólica. Escuché decir que nuestro mayor enemigo en este momento es la indecisión. Hay proyectos que se están retrasando porque la infraestructura necesaria para conectarlos también se está retrasando. Es un efecto dominó y es clave no permitir que eso ocurra. Es como ir en bicicleta, o seguimos pedaleando o nos caeremos.
«La industria vive una fase de selección natural de proyectos, pero eso es positivo porque la tecnología funciona»
- ¿Cómo avanzan los distintos bloques geopolíticos en cuanto a inversión movilizada en hidrógeno?
- China ha emergido como la fuerza absolutamente dominante, con 33 billones, que es un tercio de la inversión global. En segundo lugar, está Norteamérica. También está avanzando, con 23 billones, aprovechando su abundancia de recursos naturales, pero también su experiencia industrial, sus capacidades técnicas, su tradición y sus infraestructuras. Saben cómo manejar moléculas y esta es simplemente otra molécula más.
- ¿En qué posición queda Europa?
- Por desgracia, está cayendo en los ranking, actualmente ocupa el tercer lugar, con unos 19 billones en capital comprometido. Y aquí es donde veo una de las mayores paradojas. Europa tiene todo lo que podría necesitar para tener mucho éxito en el hidrógeno y, especialmente, España. Si miramos a Europa en su conjunto, las cosas van lentas. Los procesos son muy engorrosos, muy complejos, todo está muy ajustado y, de algún modo, no estamos viendo el movimiento que deberíamos ver. Se prevé que Europa sea el principal centro de demanda mundial de hidrógeno para 2030. Es una oportunidad extraordinaria, pero tiene que acelerar y apostar de verdad por ello, si quiere aprovechar su fortaleza. Será beneficioso no solo para el clima, sino también para la seguridad, el empleo y la competitividad industrial. El hidrógeno puede contribuir a muchas de las prioridades actuales de la Unión Europea.
- ¿A qué atribuye el éxito de China?
- China ha hecho del hidrógeno una apuesta estratégica y actúa en consecuencia. Sabe lo que se necesita para construir una industria capaz de competir a nivel mundial, porque lo ha hecho antes con la fotovoltaica y otras tecnologías. Además de en inversión total, lidera en capacidad de producción de hidrógeno renovable. Su tecnología avanza muy rápido y con calidad. Ha alineado el apoyo gubernamental y los marcos regulatorios. Además, tiene suficiente demanda en el mercado interno como para que las empresas se impliquen de lleno y ha movilizado a las empresas estatales para superar los obstáculos del despliegue inicial. China va en serio. Lo he visto con mis propios ojos en Shanghái a principios de este año. La escala y la velocidad de lo que está ocurriendo allí es impactante. Ojalá viéramos esa actitud en Europa. Queremos liderar esta industria, tenemos todos los elementos necesarios para ello. No podemos dudar, ni intentar regular para un mundo perfecto. Hay que poner en marcha el mercado. El resto del mundo se está moviendo y Europa no tiene tiempo que perder.
«Europa debe dejar de intentar regular para un mundo perfecto y poner en marcha el mercado porque el mundo se está moviendo»
- ¿Cuál será el rol del hidrógeno en la transición verde frente a, por ejemplo, la electrificación directa?
- Cuando se trata de energía no hay soluciones mágicas y nada es gratis. El mix energético siempre ha sido y será una mezcla de fuentes distintas. Ahí es donde el hidrógeno destaca: puede hacer que el sistema sea mucho más limpio, más rápido y más barato.
- ¿Cómo?
- Ayuda a integrar grandes cantidades de energías renovables, a conectar el transporte energético y a que todo el sistema sea más eficiente. Como es una molécula, permite aprovechar dos infraestructuras en lugar de una y eso es más económico, especialmente en Europa, donde la modernización de las redes que requiere la electrificación es muy costosa. Y todos sabemos cómo están ahora mismo los presupuestos de los gobiernos europeos… El hidrógeno puede contribuir a mantener el empleo, porque mueve mucha capacidad industrial y los ingenieros europeos son muy buenos en desarrollar las tecnologías que hacen posible el hidrógeno. Hay que asegurar que toda esa industria sigue adelante. En resumen, el hidrógeno no es una solución única que resolverá todos los problemas, pero es un facilitador y un conector muy potente
- Hablando de energía asequible, ahora el gas es otra vez barato, ¿son malas noticias para el hidrógeno?
- ¿Quién tiene una bola de cristal para decirnos cómo será el mundo en cinco años? Pero hagamos como que lo sabemos. Dado que las necesidades energéticas no dejan de crecer, hay espacio para muchas soluciones distintas y las decisiones se toman desde diferentes perspectivas. A veces se trata del coste, pero otras se trata del valor. El valor de una molécula puede que no esté en ser la más barata, sino en proceder de un socio comercial fiable, en poder producirla localmente, o en que permita que mi industria sea competitiva…
- Pero al final lo que mueve al consumidor son los precios…
- Hicimos un informe a principios de año con el que descubrimos que solo con activar piezas clave de la legislación, se avanzaría mucho. El modelo de créditos fiscales de EEUU o los esquemas de contratos por diferencia (CFD) de Japón y Corea liberarían una enorme demanda de hidrógeno para 2030, respaldando modelos de negocio viables y competitivos en costes. No necesariamente los más baratos, pero sí competitivos respecto al valor que aportan. Durante años hemos leído artículos que defendían que las renovables eran demasiado caras, que nunca funcionarían. Tan recientemente como en 2010, en cabeceras como el MIT Review, The New York Times, Forbes… Hoy leemos esos mismos artículos sobre el hidrógeno. Espero que hayamos aprendido la lección. El coste de las soluciones de energías limpias es solo una foto del momento. Si se inicia el ciclo productivo, se puede alcanzar la competitividad en costes en un plazo relativamente corto.
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