<p>Las populares esculturas de bustos y cuerpos silentes creadas por <strong>Jaume Plensa </strong>(1955) se esparcen por todo el planeta, apelando a la introspección tanto como al diálogo. Pero su obra se recrea en otras formas y nociones que indagan sutilmente en la condición humana. </p>
La Fundación Telefónica muestra en Madrid 15 instalaciones del artista barcelonés como un ensayo que busca la coherencia en una trayectoria de alcance universal.
Las populares esculturas de bustos y cuerpos silentes creadas por Jaume Plensa (1955) se esparcen por todo el planeta, apelando a la introspección tanto como al diálogo. Pero su obra se recrea en otras formas y nociones que indagan sutilmente en la condición humana.
Vísceras, siluetas, sonidos, letras, signos esenciales que encuentran acomodo en las palabras lentas del creador, que afirma sentirse impresionado y satisfecho frente al relato de 30 años reunido en las salas de la Fundación Telefónica en Madrid, que muestra este otoño una antología de 15 grandes piezas del escultor barcelonés.
«Hemos logrado unirlo todo con la luz, que siempre es el gran conductor en la escultura: la luz y la sombra. Algunas de estas piezas yo tampoco las veía desde hace mil años y ha sido una sorpresa porque he encontrado conexiones que no se dan por su forma o su material, sino por cosas mucho más profundas».
¿Cuáles son?Siempre he hablado de que mi obra pretende ser una botella con un mensaje. He intentado que esta botella sea lo más perfecta posible, lo más bella posible, que la gente pueda emocionarse con ella. Pero, en el fondo, está protegiendo un mensaje. Yo creo que estoy intentando hablar de la diversidad, del alma en relación al cuerpo, de todo lo que nos parece importante que es invisible y a veces nos cuesta percibir. Yo creo que siempre he estado hablando de la condición humana.¿Qué es la belleza para usted?Cuando la vemos, es como un sobresalto. Es muy probable que nadie la sepa definir, pero que todos tengamos una intuición para reconocerla. Yo creo que sin belleza no tendríamos capacidad de respirar ni de vivir.
Una de las esculturas de Jaume Plensa expuestas en madrid.JAVI MARTÍNEZEl alcance tan popular que tiene tu obra, ¿cree que se debe a que conecta con ese espacio universal ligado a la belleza?Es cierto que muchas piezas han tenido una relación muy fuerte con la sociedad que las ha abrazado. Julia, aquí en Madrid, es un ejemplo muy bello que la gente quiere conservar. Creo que de las cosas más bonitas que me pasan en el espacio público es poder crear intimidad y una relación casi personal con el que pasa frente a la obra. El arte en el espacio público muchas veces no es bien recibido de entrada, porque parece que hay cosas más importantes en las que gastar el dinero o la energía. Y de pronto, cuando retiras la obra, todo el mundo dice ‘¿pero por qué la sacan?’. En el fondo, notas lo importante que es el arte en el día a día de la comunidad.El arte sirve para enseñarnos a mirar el mundo, pero su trabajo parece invitarnos a mirar hacia adentro, en lugar de hacia afuera.Yo creo que hay una obsesión increíble en la sociedad actual por evitar el silencio, para no estar con uno mismo, porque a veces nos asusta lo que podemos encontrar dentro de nuestro propio ser. El ser humano es un mundo complejo que aspira a ser bueno o a ser perfecto, pero no lo es. Esta imperfección, que es lo que nos hace humanos, es como una fricción constante con nosotros mismos y a veces nos asusta enfrentarnos con ella. Yo creo que el arte es un espejo extraordinario para que tú te pongas delante, mires la obra y en el fondo te estés mirando a ti mismo. Yo creo que debemos mirar hacia adentro y descubrir la cantidad de belleza que guardamos, escondida.La palabra tiene mucha importancia en su trabajo.Siempre he comparado la palabra con la música de nuestro cuerpo. Cuando hablamos, en el fondo estamos tocando un instrumento, creando una música que es nuestra voz y escribiendo un pentagrama, que son las palabras. Como escultor, yo estoy obsesionado con los pesos y medidas, y siempre he pensado que una palabra es un contenedor. Yo creo que la palabra es tal vez lo único en el mundo que tiene la exacta medida de su contenido. Esto siempre me ha fascinado.¿Le ha tentado la escritura?No, yo escribo cositas, pero respeto tanto a los poetas y a los escritores…¿Y qué cositas son esas?Cuando intento escribir algo, cada vez se me queda más corto, se hace más pequeño, más concentrado, porque me parece que todo es superfluo.¿Es así como funciona se hace el arte, eliminando lo superfluo?Sí, yo soy una persona un poco excesiva en mis formas, muy caótica. Y normalmente mi forma de trabajar es un poquito como usted decía ahora, eliminando. Es decir, intento separar lo que es la paja del grano.Sus obras son unánimemente alabadas, excepto El Árbol de la Vida (2020), la escultura que homenajea a los sanitarios que lucharon contra el covid-19 y fue donada a la ciudad de Madrid. Su estética generó bastante polémica.Estábamos en pandemia, igual yo también estaba en pandemia. No sé, no la he vuelto a ver… Mire, lo diré. Es una pieza que después desnudé para un proyecto en Estados Unidos, dejando sólo la columna, sin nada encima [un corazón rojo, en el caso de Madrid]. Y funcionó muy bien. A veces una obra te lleva a otra y es imprescindible para alcanzar otro pensamiento. Yo nunca consideré mis obras por separado sino la obra en general. Yo, cuando hablo de mi trabajo lo hago como un todo de fragmentos. Esta exposición, hecha de pequeñas esculturas o instalaciones lo demuestra. Sí, aquella escultura forma parte de mi obra. Yo no renuncio a ella en absoluto. Pero igual sí fue un paso necesario para llegar a otra cosa. Cultura