<p>Hay famosos que afrontan las entrevistas deseando agradar, darte un titular, caerte simpáticos. Otros fuerzan el misterio, rozando la bordería, pero es pura pose y el ego siempre les desnuda. <strong>Javier Rey</strong> (Noia, 1980) es un caso peculiar, una mezcla de ambos. Es realmente majo, premeditadamente hermético y como ambas facetas son sinceras no se quiebran. Disfruta de otro momento de esplendor como protagonista de la serie más vista en Netflix el último mes, <strong>’La última noche en Tremor'</strong>, y nuevo embajador de Longines. Se sienta, se sirve agua y se prepara para intentar forzar un combate nulo.</p>
Afirma que está «en preescolar de José Sacristán», pero su éxito es imparable. Pese a ello, su vida privada sigue siendo tema tabú. «Os regatearé eternamente», se ríe.
Hay famosos que afrontan las entrevistas deseando agradar, darte un titular, caerte simpáticos. Otros fuerzan el misterio, rozando la bordería, pero es pura pose y el ego siempre les desnuda. Javier Rey (Noia, 1980) es un caso peculiar, una mezcla de ambos. Es realmente majo, premeditadamente hermético y como ambas facetas son sinceras no se quiebran. Disfruta de otro momento de esplendor como protagonista de la serie más vista en Netflix el último mes, ‘La última noche en Tremor’, y nuevo embajador de Longines. Se sienta, se sirve agua y se prepara para intentar forzar un combate nulo.
- Ese viejo anhelo tuyo de no ser una estrella va regular.
- Bueno, hay tantas cosas en este curro que no dependen de ti que tampoco puedes resistirte a lo que pasa. Por supuesto que me alegro del éxito de la serie, pero no suelo pensar en lo que eso supone para mí a nivel de fama y este tipo de cosas. Mi cabeza no suele ponerse en ese plano ni analizar la situación desde ese prisma. Si alguien me considera una estrella, no me importa, y si me consideran un fraude, tampoco. He aprendido que las etiquetas las ponen los demás y no son mi problema.
- Pero sí son tu problema. Condicionan tu trabajo, tu caché, tu vida, tu futuro…
- En realidad, que un proyecto salga bien no cambia tanto las cosas porque en esta profesión nunca puedes confiarte. No solamente por el hecho de tener trabajo o no tener trabajo, no hay que confiarse porque siempre, cada equis meses, tienes que volver a empezar sí o sí. Cuando terminas un trabajo da igual que sea increíble y que te hayan premiado porque al poco empiezas con otro y cada vez es empezar de cero y tienes que intentar hacerlo igual de bien. Si haces uno bien y luego te pasas unos años donde no estás fino, ni dios se va acordar de aquel éxito. Como actor, la única garantía y lo único que depende de ti es el esfuerzo que tú le pongas. Siempre estás empezando.
- Esa inseguridad crónica de los actores y actrices, ¿es real o requisitos del personaje?
- Te prometo que es real. Terminas un proyecto, te dan un nuevo guión y empiezas a subrayar cosas haciéndote siempre la misma pregunta: «Hostia, ¿cómo voy a hacer esto?». A veces, de primeras tienes claro que hay que encararlo de una manera y no lo cambias mucho durante el proceso, pero ¿sabes qué? Eso no suele ser muy bueno. Los mejores guiones son los que, como me pasó con ‘La última noche en Tremor’, son un caramelo envenenado. Un personaje fantástico, una oportunidad cojonuda, pero que no tienes ni idea de cómo encararlo. Esos son los buenos, los que realmente hay que perseguir y los que pueden salirte fatal. Aunque con los años entiendes que, si metes las horas suficientes y estás bien acompañado, suelen salir bien.
- ¿Qué importa más en un actor, el trabajo o el talento?
- El trabajo, claro. El talento lo pondría muy abajo en la lista de requisitos para ser actor. Cuando ves a actores y actrices que te gustan mucho tener uno de esos grandes momentos de improvisación, esa genialidad es la consecuencia de meses, meses y meses de trabajo. Para tener ese momento de genialidad ha sido necesario que él o ella se sienta extremadamente libre, exista por y para lo que está sucediendo en el aquí y el ahora y eso sólo se consigue si le has metido muchísimas horas de trabajo a ese personaje. Todos en algún momento habremos tenido el momento de inspiración brutal que funciona, pero eso no se sostiene en el tiempo. No haces una carrera de golpes de talento, ni siquiera una película. Haces una escena y gracias.
- No parece que se te haya disparado el ego.
- A ver, no vamos a engañarnos, esta es una profesión que requiere tener ego, pero tampoco eres la última cocacola del desierto. A mí me ayudan bastante los ritmos para tenerlo bajo control. Promociono ahora una cosa que rodé hace un año, mientras estoy en otro rodaje generando otras cosas para dentro de otro año. Es decir, el trabajo ya está hecho, lo que me digan ahora de lo bueno o lo malo que soy en ‘Tremor’ ya no me afecta porque ese trabajo es pasado. No me quiero enganchar a los elogios de la misma forma que no me quiero enganchar si alguien me dice: «No me gusta el cine español, no lo veo». Pues vale, yo hago lo que hago y no puedo preocuparme ni cuando me dicen que soy muy bonito ni cuando me dicen que mi trabajo no les gusta. Es que si no me vuelvo loco.
- ¿No te enciendes cuando te enmiendan a la totalidad el cine español?
- Mira, cuando alguien te dice que no le gusta el cine español, lo que hay que preguntar es cuáles son las últimas tres películas españolas que ha visto. Ahí se acaba el debate porque nadie te contesta. No se acuerdan ni del título de la última. Es un cliché, no me vale su opinión. Si tú has visto seis películas españolas este año y no te gustan, perfecto, me callo, pero aún sigo buscando al primero que me responda.
- ¿Qué plan de carrera tienes en mente?
- Mi plan es no jubilarme y seguir trabajando en esto hasta que la cabeza y las piernas no me lo permitan. Mi imagen de futuro es ser un viejecito y entrar en un set de rodaje. Para mí, cuando se habla de éxito, habría que poner en el diccionario la cara de Pep Sacristán. Es el gran sabio que hay ahora en nuestro oficio. Si le preguntas a él, seguro que se verá como un aprendiz, pero es el mayor maestro de este país en cuestiones de actuación, un genio. Es una figura en la que me miro, sin duda, pero estoy en preescolar de Sacristán.
- Te escuché hace poco que, si volvieras a nacer, seguramente no serías actor.
- No, porque mi sueño no era hacer películas, era ser ciclista. Y si no me daba, que no me dio aunque lo intenté, algo relacionado con el deporte de alguna manera, entrenador, fisio…. Sé que sería muy feliz si me hubiera dedicado al deporte, pero no voy a renegar de ser actor, ni mucho menos. Me encanta y, además, es una carrera mucho más larga. Poder seguir jugando, trabajando y teniendo la cabeza en algo creativo con 90 años es impagable.
- ¿Sigues siendo fan del ciclismo?
- Colgué bastante las botas cuando la carretera me venció. En el momento en que lo dejé me distancié porque me dio dolorcito: «No lo voy a conseguir, así que me aparto de esto». Pura frustración, ¿sabes?
- Eres un entrevistado muy complicado porque siempre acabas hablando de trabajo cuando se te pregunta por ti. Esquivas muy bien.
- Hombre, soy gallego.
- No quería caer en el tópico, pero sí. ¿Crees que es sostenible si el éxito sigue creciendo a esta velocidad? Antes o después vas a tener que abrir la cortina.
- No pienso, ¿por qué?
- ¿Vas a lograr regatearnos eternamente?
- Eternamente. Eso va a ocurrir, no tengas dudas. Es decir, no tengo ningún tipo de interés en revelar nada de mí y, además, me he dado cuenta con el paso de los años de que no es necesario. Quiero que la gente me juzgue por lo que ve en pantalla y no por ser yo. Ahora ponen ‘La última noche en Tremor’ y quiero que digan: «Hostia, no es Javi Rey trabajando, es un tipo que se llama Álex de la Fuente, que es un compositor, le impacta un rayo y empieza a tener visiones». Quiero que la gente se crea eso. Es lo que me interesa vender y no cómo tengo decorado el salón de mi casa o con quién salgo. Eso yo lo puedo evitar y lo evito. Antes me costaba un poquito más, porque no quería parecer borde, pero ya no me cuesta absolutamente nada. Hace unos años, dentro de la industria, incluso se me hacía ver que de alguna manera tenía que hablar de todo eso para poder tener éxito, pero es mentira. Me dedico a hacer películas y series, no tengo que hablar de mi vida.
- Eso no quiere decir que no salga, tu relación con Blanca Suárez ha sido carne de prensa rosa. ¿Te molesta?
- Me da igual, no entro ahí. Si me sacan o si a alguien le interesa ver cómo recojo la caca de mi perro cuando voy por la calle, ¿qué le voy a hacer? Mi vida es mi vida. Como cualquier hijo de vecino, mi vida son mi gente, mis amigos, mi familia, lo que hago, con quién quedo… Y ahí no entra nadie. Entonces, lo que piensen los que no me conocen me da exactamente igual y si alguien coloca una cámara y me dicen que eso es legal, pues qué le voy a hacer. Apechugar y seguir con mi vida porque en lo importante no entran.
- Está bien, me rindo. Tú ganas.
- Otra vez [risas].
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