<p>Frente a la iniquidad de las chabolas, un pequeño almacén de aperos reonvertido en vivienda puede <i>a priori </i>parecer un palacio. Pero en <strong>Níjar</strong>, en medio del mar de plástico, donde miles de personas laboralmente activas residen en asentamientos chabolistas, <strong>una media de 1.400 personas</strong> migrantes vive de forma precaria en cortijos abandonados, pequeñas casetas, remolques convertidos en vivienda y otras edificaciones insalubres.</p>
Hay en torno a 470 infraviviendas diseminadas en el motor económico de la región, según los cálculos de un nuevo informe del Servicio Jesuita a Migrantes
Frente a la iniquidad de las chabolas, un pequeño almacén de aperos reonvertido en vivienda puede a priori parecer un palacio. Pero en Níjar, en medio del mar de plástico, donde miles de personas laboralmente activas residen en asentamientos chabolistas, una media de 1.400 personas migrantes vive de forma precaria en cortijos abandonados, pequeñas casetas, remolques convertidos en vivienda y otras edificaciones insalubres.
Estas infraviviendas dispersas por el campo almeriense «presentan condiciones materiales similares -o incluso más severas- que los asentamientos chabolistas, pero con un mayor aislamiento geográfico, social y administrativo», según denuncia la delegación en Almería del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en un nuevo informe que aborda por primera vez la problemática de manera sistemática y cuantifica aproximadamente el número de moradores de estas construcciones.
Asimismo, el estudio calcula que unos 275 niños y niñas menores de 14 años viven en estas condiciones, casi un 20% de la población que reside en estos diseminados, según el padrón municipal. La estimación incrementa hasta los 480 si se incluye a los menores de 18 años. Ambas cifras «deberían hacer saltar las alarmas de las autoridades sociales, educativas y políticas», claman desde el SJM en pro de asegurar el binestar de los menores.
El informe La infravivienda invisibilizada estima que en el campo nijareño, motor económico de la comarca, hay en torno a 470 infraviviendas diseminadas, definidas como «cortijos, casetas de invernadero y otras construcciones rurales habitadas de forma precaria, muchas de ellas fuera de normativa y en condiciones inadecuadas» que «suelen estar en condiciones de hacinamiento y decadencia».
El documento se refiere a estos habitáculos como «infravivienda invisibilizada», dado que «por su propia naturaleza no resulta fácil contabilizar con precisión esta realidad, ni tampoco realizar una intervención social consistente». Con todo, el estudio del SJM -basado en observación directa y análisis de registros propios, entre otras cosas-, sirve como una primera aproximación a la realidad de miles de personas que ya fue apuntada en 2017 por el Plan Municipal de Vivienda y Suelo del consistorio nijareño.
Las zonas rurales y dispersas de Níjar conforman desde hace décadas uno de los territorios más afectados por la infravivienda en España. El «fenómeno silenciado» de los diseminados se da en paralelo a los 40 asentamientos chabolistas en la zona.
Así, en una población en la que hay 34.000 personas, unas 1.500 viven en asentamientos chabolistas. El porcentaje asciende a más del 8% de la población si se incluye a los moradores de complejos diseminados. Y si bien el estudio del SJM se centra en una pequeña proporción del campo de Níjar, la investigación «confirma la gravedad, persistencia y extensión de la infravivienda» en la zona.
Por ello, el documento invita a seguir investigando acerca de este fenómeno de exclusión residencial y establece la urgencia de «intervenir de forma eficaz para erradicar estas situaciones, garantizando a las personas afectadas el acceso a una vivienda digna y asequible».
España