<p class=»ue-c-article__paragraph»>Lo dijo en la cumbre aliada de Madrid en 2022, en la de Vilna en 2o23 y en la de Washington en 2024. Es recurrente que el presidente del Gobierno, <strong>Pedro Sánchez</strong>, pida en las reuniones anuales de la OTAN «un amplio, detallado y práctico plan de la Alianza para el flanco sur».</p>
La presión forzará elevar en entre 30.000 y 60.000 millones anuales el gasto militar en el futuro, mientras Sánchez se aferra a un listón más bajo frente a una creciente mayoría de aliados
Lo dijo en la cumbre aliada de Madrid en 2022, en la de Vilna en 2o23 y en la de Washington en 2024. Es recurrente que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pida en las reuniones anuales de la OTAN «un amplio, detallado y práctico plan de la Alianza para el flanco sur».
Para un país con la situación geográfica de España, sea cual sea el gobierno debe asegurarse de que el club militar más importante del mundo al que pertenece no sólo garantiza seguridad frente una agresión rusa en el Este, sino también ante una eventual del Norte de África y Sahel. Pero es inviable reclamar ese plan a los aliados si la cuarta economía del euro ocupa el puesto 32 de los 32 miembros de la OTAN en esfuerzo en gasto militar para protegerse a sí mismo y al resto.
Por eso, aunque aún no se asume oficialmente, tanto la redoblada presión del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, oficializada en Davos, como la más moderada del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, empujan a España a elevar el gasto militar gradualmente hasta convertirlo en la segunda gran partida presupuestaria anual sólo por detrás de la factura de las pensiones. El Gobierno se resiste, pero ése es el horizonte en una fecha aún por determinar a la vista de las exigencias también de Polonia y varios países europeos.
Sánchez se aferra a que lo que firmó en la cumbre de Madrid -y reforzó con sordina en Vilna en campaña electoral un año después- es el compromiso de conseguir que su gasto militar equivalga a un mínimo del 2% de su Producto Interior Bruto en 2029. Pero ese listón está ya obsoleto, según una creciente mayoría de aliados y dejó claro Rutte este lunes en Lisboa antes de ir a Moncloa: «Sabemos que el objetivo del 2%, fijado hace una década, no será suficiente para afrontar los retos del mañana (…)Eso significa que tenemos que gastar más en nuestra defensa ahora». Rutte ofreció una rueda de prensa con el primer ministro luso, Luis Montenegro, en la que éste se comprometió a intentar acelerar que su país llegue al menos al 2%. Pero Sánchez evitó comparecencia pública con el holandés en Madrid.
Rutte defiende que, mientras no se ordene mejor el gasto de los estados miembros, todos deben llegar a un 3,7% del PIB como mínimo. Así que la nueva horquilla a la que se somete a España, Portugal y varios países europeos oscila entre ese listón y el 5% que exige Trump para poder seguir aceptando la OTAN.
Eso supone, a precios corrientes con la metodología OTAN, elevar los 19.723 millones anuales actuales de España a más de 30.000 millones para acercarse a Rutte o a más de 60.000 para llegar a Trump. Se trata de un incremento endiablado con el actual déficit y deuda pública de España, salvo gran recorte de gastos o enorme subida de impuestos. Actualmente, la primera gran partida presupuestaria del Estado son los cerca de 200.000 millones dedicados a pensiones. Siguen en importancia los más de 30.000 para pagar los intereses de la deuda -consecuencia de un endeudamiento tan elevado- y los 20.000 para prestaciones por desempleo en el país con más paro de la UE. Actualmente el gasto en defensa sería el cuarto en importancia, pero la presión aliada lo llevará progresivamente a la segunda, si España quiere seguir siendo un socio aceptado por EEUU.
El líder del PSOE puede alegar con fundamento que ha elevado el gasto militar en más de un 70% desde los 11.276 millones que heredó de Mariano Rajoy a los en torno a 20.000 actuales. Ésas son las cifras que certifica la OTAN, aunque Sánchez se ha ocupado de que no se enteraran -o no quisieran enterarse- de tamaño incremento ni sus socios de coalición o de investidura más antiOTAN. De hecho, aunque la estrategia de comunicación de Moncloa ha impedido a la ministra de Defensa, Margarita Robles, exhibir ese músculo en ruedas de prensa del consejo de ministros, es habitual que el principal gasto aprobado en esas reuniones es algún contrato militar.
Un ejemplo fue el pasado 10 de septiembre en el que la ministra Portavoz, Pilar Alegría, anunció «nada más y nada menos [textual] que 32 millones de euros para poner en marcha 2900 plazas de educación infantil públicas y gratuitas en las distintas comunidades autónomas». Y también «130 millones de euros destinados a seguir modernizando y consolidando la formación profesional». Pero nada dijo de los más de 500 millones aprobados ese mismo día para media docena de contratos y acuerdos militares.
Aún así, este esfuerzo no basta en la OTAN para un aliado como España. Aunque Sánchez reafirmó a Rutte que su compromiso de llegar al 2% «es firme», el holandés subrayó: «Hemos hablado de la urgente necesidad de invertir más ahora».
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