<p class=»ue-c-article__paragraph»>Cada cuatro años el<strong> Instituto Nacional de Estadística (INE)</strong> publica los microdatos de la <i>Encuesta de Estructura Salarial</i><i>(EES)</i>, una de las encuestas más grandes y que permiten conocer con más detalle los salarios que perciben los trabajadores españoles, así como sus características. Los últimos dos años en los que se han publicado los datos no han podido ser más propicios, 2018 y 2022, dos años que comprenden no solo la pandemia y sus consecuencias, sino también el impacto que ha podido tener el crecimiento del SMI que comenzó en 2019.</p>
Cada cuatro años el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica los microdatos de la Encuesta de Estructura Salarial
Cada cuatro años el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica los microdatos de la Encuesta de Estructura Salarial(EES), una de las encuestas más grandes y que permiten conocer con más detalle los salarios que perciben los trabajadores españoles, así como sus características. Los últimos dos años en los que se han publicado los datos no han podido ser más propicios, 2018 y 2022, dos años que comprenden no solo la pandemia y sus consecuencias, sino también el impacto que ha podido tener el crecimiento del SMI que comenzó en 2019.
Más allá de que la distribución salarial se ha movido significativamente a la derecha, con un crecimiento del 12,2% del salario medio y del 11,5% del salario mediano, es más interesante observar cómo el porcentaje de trabajadores cubiertos por el SMI, es decir, aquellos que estarían afectados por futuras subidas, se ha disparado en estos cuatro años. Concretamente, el porcentaje de trabajadores del sector público cubiertos por el SMI ha pasado de un 1% a un 3,4%, mientras que en el sector privado se ha disparado de un 3,8% a un 12,8%. Dentro del sector privado el porcentaje varía mucho según el tamaño de empresa, y entre las empresas pequeñas y medianas (menos de 50 trabajadores), el porcentaje alcanza el 16%.
Esta expansión del SMI se ha analizado siempre desde la perspectiva de sus efectos en el empleo y la desigualdad, y la evidencia al respecto ha provocado fuertes debates. Sin embargo, precisamente por su rápido crecimiento y la expansión de su tasa de cobertura, el debate actual del SMI transita hacia sus efectos sobre la fiscalidad. Esto no es baladí, en los últimos años el gobierno desplazó el mínimo exento del IRPF con el objetivo de que los perceptores del SMI continuasen estando exentos ya que, de lo contrario, enfrentarían importantes desventajas fiscales.
Esto puede resultar paradójico, si el IRPF tiene una estructura de tipos impositivos progresiva, los trabajadores que superen el mínimo exento deberían hacer frente a unas nuevas obligaciones tributarias, en el mejor caso, moderadas. Sin embargo, este no es exactamente el caso. Si observamos la evolución del tipo medio del IRPF y de los tipos marginales (el % que se debería pagar de cada euro de renta adicional) vemos que, en España, aunque el IRPF es conjuntamente progresivo, ya que el tipo medio crece con la renta, los individuos con rentas entre 18.000€ y 23.000€ enfrentan tipos marginales superiores al 40%.
Como explicaron investigadores del Banco de España en un documento de trabajo reciente, estos elevados tipos marginales en tramos tan bajos de renta se explican no por la estructura de tipos impositivos del IRPF, sino por el efecto que tiene la desaparición de los beneficios fiscales, principalmente la reducción por rendimientos del trabajo, cuya desaparición en esos tramos de renta dispara el tipo marginal y supone que, por cada euro adicional ganado entre los 18 y 23 mil euros de renta bruta, entre un 40% y un 50% terminen en la Hacienda pública.
El SMI y esta «joroba» en el IRPF no habían interaccionado en las últimas décadas, pero esto ha cambiado tras las subidas del SMI en los últimos años. La previsión es que el nuevo SMI alcance los 16.600€ brutos anuales que, en caso de no actualizar el mínimo exento, enfrentarían tipos marginales del 19%. El problema está en que, a medio plazo, si se quiere mantener la tasa de cobertura del SMI (o mantener su valor en términos reales) las subidas posteriores acercarán y eventualmente situarán el SMI en el tramo de renta con tipos marginales superiores al 40%.
Podría decirse que el SMI ha llegado a una encrucijada. En su búsqueda sin fin de que el SMI alcance el 60% del salario medio, el gobierno no ha dejado de aumentar su tasa de cobertura, pero esto ha obligado a hacienda a mover hacia la derecha el mínimo exento, con un coste recaudatorio no despreciable. Por ejemplo, la AEAT estima que ampliar el mínimo exento el año anterior tuvo un coste presupuestario cercano a los 1.300 millones de € hasta noviembre de 2024.
Más allá de su choque actual con las subidas del SMI, lo cierto es que los elevados tipos marginales del IRPF en tramos tan bajos de renta siempre han sido un problema sin resolver que supone claramente un desincentivo a incrementar la oferta laboral en ese tramo de renta. El problema, motivado por la necesidad recaudatoria y economía política, ha hecho que siempre se haya optado por mantener este esquema disfuncional antes que plantear una reforma que garantice el sentido común en la estructura de tipos marginales del impuesto.
Puede que la falta de voluntad de enfrentarse a este problema ahora recobre fuerza con la irrupción del SMI en el debate y haríamos bien en tener en cuenta dos factores a la hora de intentar resolverlo. El primero es que ya nos hemos enfrentado a problemas similares en otros casos y hemos logrado encontrar una solución, como es el caso del Ingreso Mínimo Vital y su incentivo al empleo, que permite precisamente que los beneficiarios enfrenten tipos efectivos disparatados al encontrar un empleo o incrementar sus horas de trabajo. En segundo lugar, Aunque una reforma del IRPF que reduzca los tipos marginales en ese tramo, o al menos suavice su crecimiento, pueda reducir la recaudación del impuesto, el gobierno dispone de otros impuestos menos distorsionadores como el IVA o los impuestos especiales con los que puede compensar sobradamente la pérdida de recaudación, simplificando el sistema fiscal y reduciendo el desincentivo que puede generar el IRPF entre los millones de trabajadores que se enfrentan a esos elevados tipos marginales.
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