Uno de los mayores productores de crudo del mundo, bajo la paradójica sombra del desabastecimiento. Rusia, petrolero entre petroleros, está sufriendo en los últimos meses el déficit de gasolina en muchas estaciones de servicio. Por ahora, el fenómeno, que tiene origen en los ataques ucranios con drones sobre refinerías, se limita a cuatro regiones del país. Pero ya ha obligado a imponer controles sobre las ventas al exterior y a disparar las compras, sobre todo desde la India, para espantar el temido fantasma de la escasez.
Varias regiones restringen los repostajes, con la quinta parte del suministro nacional en riesgo. El Kremlin se ve obligado a elevar las importaciones
Uno de los mayores productores de crudo del mundo, bajo la paradójica sombra del desabastecimiento. Rusia, petrolero entre petroleros, está sufriendo en los últimos meses el déficit de gasolina en muchas estaciones de servicio. Por ahora, el fenómeno, que tiene origen en los ataques ucranios con drones sobre refinerías, se limita a cuatro regiones del país. Pero ya ha obligado a imponer controles sobre las ventas al exterior y a disparar las compras, sobre todo desde la India, para espantar el temido fantasma de la escasez.
La nueva dinámica es clara: Rusia exporta grandes volúmenes de crudo en bruto, sin refinar, a sus dos mayores socios comerciales en Asia —China y la propia India, que el año pasado supusieron el 44% y el 35% de las ventas rusas— para luego importar una parte de ese petróleo en forma de gasolina y otros derivados. Este flujo, aunque habitual desde antes de los ataques ucranios sobre refinerías, se ha acelerado en los últimos meses. En gran medida, por la drástica caída en su capacidad de procesamiento: en octubre puede refinar poco más de 4,8 millones de barriles diarios, casi medio millón menos que en julio y muy lejos de los 5,6 millones de otoño de 2021, según cifras de la plataforma OilX recopiladas por Bloomberg.
Una fuente del mercado energético ruso ha revelado al diario Kommersant que la escasez de gasolina en el mercado interno alcanza un 20% del suministro habitual debido a las interrupciones sufridas por las refinerías bajo el acoso de los drones ucranios. La reducción en el número de gasolineras operativas se ha notado especialmente en el suroeste de Rusia, donde más del 14% se han visto obligadas a echar el cerrojo. En otras regiones problemáticas, este porcentaje es mucho más bajo.
Para suplir su déficit, el Kremlin se plantea, además, suspender los aranceles a la importación de este combustible procedente de China, Corea del Sur y Singapur. Según el medio Agentstvo, sería la primera vez que ocurre desde la grave crisis sufrida por Rusia tras el colapso de la URSS.
Bielorrusia, además, ha salido al rescate de Vladímir Putin: el régimen de Aleksandr Lukashenko cuadriplicó en septiembre el envío de gasolina a Rusia por ferrocarril, según los datos que maneja la agencia Reuters.
Bombardeos constantes
El diario Financial Times reveló que el Pentágono ha indicado a Kiev las vías para sortear los antiaéreos rusos, según sus fuentes de la inteligencia de Estados Unidos y Ucrania.
Los bombardeos de Kiev sobre infraestructuras energéticas rusas son constantes en las últimas semanas: ninguna está a salvo, incluso si se encuentra a miles de kilómetros de la frontera. Constituyen, en parte, una respuesta a la ofensiva del Kremlin sobre centrales eléctricas críticas para el suministro en el país invadido.
El último ejemplo del año se dio el fin de semana pasado en la segunda mayor refinería rusa, en Kírishi (Leningrado, oeste). Tras un potente ataque ucranio, sus reparaciones durarán un mes y operará mermada, al 70% de su capacidad, siempre y cuando los drones no vuelvan a dañarla. Algo ni mucho menos seguro.
“Los ataques ucranios contra refinerías rusas probablemente se intensificarán con el apoyo de Estados Unidos”, escribe Gregory Brew, de la consultora de riesgos Eurasia. “Ya han reducido su capacidad de refino, pero aún no ha afectado a los flujos de crudo ruso [hacia el resto del mundo]. Sin embargo, dado que es probable que estos ataques se intensifiquen, la amenaza de interrupciones en los flujos [globales] seguirá presente”.
Kilómetros de cola y ‘efecto llamada’
En las últimas semanas, Rusia ha visto cómo se hacían virales los vídeos de colas kilométricas de coches en varias gasolineras del país. Con varios factores detrás: el cierre masivo de puntos de repostaje en algunas regiones derivado de la escasez; el súbito encarecimiento del combustible; el efecto llamada; y el pánico al desabastecimiento desatados por las imágenes diarias de refinerías ardiendo.
El mayor problema está en la gasolina, el carburante que consumen la mayoría de vehículos ligeros que se mueven por el país y, paradójicamente, también el segmento en el que la capacidad de suministro interno siempre ha sido más limitada.
“Históricamente, el diésel se veía como más importante porque todo se destinaba a la exportación, mientras que la gasolina solo se necesitaba para consumo propio”, explica una fuente del sector energético bajo condición de anonimato. “Ahora, en cambio, con los ataques con drones, ha surgido escasez en las zonas con conectividad limitada a los principales oleoductos rusos, especialmente en Crimea”.
La zona más afectada es, de lejos, esa península ucrania anexionada por Putin en 2014. Allí, la mitad de las gasolineras se ha visto obligada a cerrar temporalmente, y el gobernador impuesto por el Kremlin desde 2014, Serguéi Aksionov, ha anunciado una restricción de 20 litros por cliente. Sin embargo, no es la única: otras tres regiones rusas han fijado límites a los repostajes.
En Rusia, el precio de la gasolina y el diésel fluctúa mucho por regiones, pero la media nacional acumula un encarecimiento medio del 8,5% en lo que va de año respecto a 2024, unas décimas más que el 8% de inflación oficial, según el banco central. Este incremento se ha acelerado en las últimas semanas y amenaza los esfuerzos del Kremlin para controlar una métrica desatada tras casi cuatro años guerra.
Para tratar de anticiparse a lo que estaba por llegar, el Gobierno ruso ya prohibió el verano pasado la exportación de combustibles para automoción, con la excepción de algunos tratos firmados por el Kremlin con sus aliados. Ahora, el vice primer ministro, Alexander Novak, ha adelantado que el veto se prolongará hasta final de año. La gran paradoja para las empresas rusas del sector es que, con la política de descuentos impuesta por el Gobierno, les es más rentable vender en el exterior que suministrarlo dentro del propio país.
Para incentivar el suministro interno, el Kremlin ha anunciado también una moratoria hasta mayo del año que viene en el complejo baremo con el que compensa a las petroleras por las desviaciones entre los precios mayoristas fuera y dentro del país. Las compañías perdieron esta subvención en agosto debido al encarecimiento interno provocado por los cierres de refinerías, y Moscú intenta compensarlas de esta forma.
Mucha capacidad de refino fuera de juego
Un informe de la consultora Sial citado por el medio ruso RBK cifraba en alrededor de un 38% la capacidad de refino rusa inactiva por reparaciones a finales de septiembre. El 70% de esas obras tienen que ver con reparaciones de daños causados por drones ucranios. Si en Kiev se afanan estos días en devolver a su ser las centrales eléctricas golpeadas por Moscú, en el lado ruso hacen lo propio con las refinerías.
La consultora energética OMT-Konsalt ha analizado unas 17.000 gasolineras rusas desde el 28 de julio al 25 de septiembre. Según sus datos, alrededor de un 1,6% de la red dejó de operar totalmente por la interrupción del abastecimiento. “A primera vista, esta cifra no parece crítica para el mercado en su conjunto, pero para empresas y regiones concretas el cierre de cientos de establecimientos puede tener consecuencias significativas”, se leía en el informe.
Los problemas, sin embargo, se siguen acumulando. La cadena de estaciones de servicio Prime anunció esta semana que dejaba de vender gasolina de 92 octanos en la capital de Siberia, Novosibirsk, “debido al cese de los envíos desde las refinerías de petróleo”.
Las restricciones a los repostajes en Crimea fueron emuladas después por Cheliábinsk, Sverdlovsk —ambas en los Urales, la cordillera que hace de frontera natural entre Europa y Asia— y, desde el martes pasado, por la provincia siberiana de Tiumén, donde el límite es de 30 litros. En algunos casos hay más de un centenar de kilómetros hasta la siguiente estación de servicio.
“El mercado ruso se mantiene estable, pero las perturbaciones localizadas en algunas regiones podrían tener un impacto significativo en los consumidores y provocar una reacción en cadena en la logística y el segmento mayorista a pequeña escala”, advierte OMT-Konsalt.
El Kremlin, mientras, se afana en llamar a la calma a sus ciudadanos. “Surgen preguntas”, reconocía el miércoles pasado el portavoz de Putin, Dmitri Peskov. A renglón seguido, aseguraba —con un circunloquio— que el Gobierno “está tomando medidas para garantizar la estabilidad en la situación sobre el combustible”.
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