<p class=»ue-c-article__paragraph»>La educación se ha convertido en la gran señal del malestar del mundo contemporáneo, desde la primaria a la que van los niños hasta las universidades de élite que chocan contra el Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos y los postgrados técnicos que terminan de formar a los profesionales. «Lo que nos une es que <strong>somos todos docentes y llevamos mucho tiempo muy preocupados con el trabajo que hacemos</strong>, con la devaluación de la educación que ofrecemos», decía hace unos días el arquitecto Patxi Mangado y repetía, casi con las mismas palabras, su colega Andrea Deplazes. «La educación se ha devalúa sistemáticamente. Pasamos de transmitir conocimientos y de trabajar con proyectos a generar unos artefactos desconectados por completo de la realidad».</p>
Patxi Mangado y Andrea Deplazes lanzan en Navarra el BAI, un exigente posgrado para arquitectos adaptado a la construcción robotizada y empeñado en devolver su disciplina a sus esencias. O sea: proyecto e innovación
La educación se ha convertido en la gran señal del malestar del mundo contemporáneo, desde la primaria a la que van los niños hasta las universidades de élite que chocan contra el Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos y los postgrados técnicos que terminan de formar a los profesionales. «Lo que nos une es que somos todos docentes y llevamos mucho tiempo muy preocupados con el trabajo que hacemos, con la devaluación de la educación que ofrecemos», decía hace unos días el arquitecto Patxi Mangado y repetía, casi con las mismas palabras, su colega Andrea Deplazes. «La educación se ha devalúa sistemáticamente. Pasamos de transmitir conocimientos y de trabajar con proyectos a generar unos artefactos desconectados por completo de la realidad».
Mangado y Deplazes son profesores -uno en Navarra y otro en el Instituto Politécnico de Zúrich, que siempre aparece nombrado como la mejor escuela de Arquitectura deEuropa- y los dos estaban la semana pasada en Ultzama, en el valle de Navarra del mismo nombre, trabajando con los 15 alumnos del Campus de Fundación Arquitectura y Sociedad. El campus, el octavo que acoge Mangado en su casa de Ultzama, es este año especialmente importante porque es también el prólogo del primer curso del Instituto BAI, (Building & Architecture Institute). La nueva escuela recibirá a sus primeros alumnos en enero, en Pamplona, con un programa de postgrado de tres semestres centrado, por primera vez en Europa, en hacer arquitectura con la tecnología del siglo XXI, con la construcción prefabricada en factorías y robotizada.
«La gente quiere salvar el mundo y, entonces, se pone a hablar y hablar sobre cosas de las que no entiende. Hay demasiada narrativa en el mundo y poco foco», dice Deplazes, autor de Construir la arquitectura, uno de los primeros textos que denunciaron la deriva de su disciplina, cada vez más hueca de conocimientos técnicos y cada vez más cercana a las ciencias sociales. «Al final, nuestros escuelas no hacen arquitectura sino que hacen sociología. Pero sociología mal hecha, sociología de eslóganes políticos», dice Mangado.«Por supuesto que un arquitecto tiene que leer mucho sobre desigualdad y sobre sostenibilidad para hacer bien su trabajo.Pero queremos que su trabajo sea hacer arquitectura, no escribir manifiestos», añadía Mangado.
El BAI nace de una hipótesis: la construcción está en el comienzo de una gran transformación tecnológica. Las imágenes de las hormigoneras móviles y de los albañiles que enladrillan fachadas desaparecerán poco a poco del mundo y serán sustituidas por piezas fabricadas en factorías e instaladas en los solares. La construcción será más rápida, más precisa y menos contaminante y estará mejor terminada. ¿Será más barata? Sí, pero no inmediatamente. Pero lo importante para Mangado y Deplazes es que, en esas condiciones, el oficio de arquitecto puede recuperar su autonomía después de lo que, según Mangado, han sido décadas de resignación. «La mayoría de nuestros alumnos son, si tienen suerte, asesores de fachadismo de empresas de ingeniería. Asesores no muy bien pagados y sin mucha capacidad de cambiar los proyectos».
Según Mangado y Deplazes, el cambio tecnológico abre la posibilidad de que esos alumnos de arquitectura vuelvan a estar en el centro del proceso. A que sean los profesionales que conozcan qué fabricantes pueden hacer las estructuras, los cerramientos, las fachadas y los suelos que mejor funcionen en cada proyecto, en cada presupuesto. Y a que sean los mediadores que trabajen con esos fabricantes en sus factorías, los que terminen de desarrollar los productos y los que controlen su factura.
En otras palabras: el cambio tecnológico animará a los arquitectos a que ocupen el lugar que en este momento tienen las empresas constructoras, a las que Mangado describía en Ultzama como a unas mediadoras ineficientes y caras, que no aportan verdadero valor. ¿No es un poco osado imaginar un futuro sin constructoras, ahora que España tiene un déficit de viviendas de 200.000 unidades anuales? «Ese es un modelo que ha existido siempre y que es dominante en América Latina», respondía Mangado un Ultzama.
Algunos datos interesantes: el BAI nacerá en Pamplona, con la iniciativa de un profesor de la Universidad de Navarra, pero su principal homologación académica la pondrá el Politécnico de Zúrich. La Empresa de Suelo y Vivienda de la Comunidad Foral de Navarra apoyará a la escuela pero el objetivo de Mangado y Deplazes es conseguir la autonomía financiera en dos años. El aulario estará junto a una nave industrial de Pamplona. En ella, los alumnos, 40 por promoción, tendrán que trabajar en encargos reales que, entre otras cosas, servirán para financiar a la escuela y para becar al mayor número de estudiantes posible.«El proyecto tiene que estar en el centro de la educación en Arquitectura», explicaba en Ultzama Deplazes. «Porque el proyecto es el pensar. Es un proyecto de viviendas sociales el que nos permite preguntarnos que es una vivienda social, cuáles son sus problemas y sus posibilidades reales.En el caso de la vivienda social, por ejemplo, se habla siempre de las rentas de los adjudicatarios y nunca de los placeres que ofrecen esas viviendas sociales».
El programa se anuncia exigente: el máster del BAI se completará con 200 créditos universitarios ECTS (unas 25 horas de trabajo por crédito), que es más del triple de lo que exigen muchos másters. «Habrá jornadas que vayan de ocho de la mañana a ocho de la noche. Buscamos a alumnos apasionados e inconformistas, más que a expedientes brillantísimos», decía Mangado en Ultzama, donde algunos de los profesores del futuro BAI participaban en el Campus de la Fundación Arquitectura y Sociedad: Carlos Jiménez de Houston, João Pedro Serôdio de Oporto… En su esquema hay módulos que pueden sorprender en una escuela como el BAI: pensamiento arquitectónico, ciencias sociales, historia de la construcción… «No podemos hacer 600 viviendas sociales en Vigo sin entender cómo funciona la familia en el sur de Europa, por ejemplo».
Hay algo más que contar sobre el BAI de Pamplona: que funcionará como un laboratorio de investigación y desarrollo que pondrá en el mercado productos nuevos y que también espera autofinanciarse así. Mangado explicaba estos días que esa ha sido su gran pelea en los últimos años: atraer a las empresas industriales para que trabajen con sus alumnos. Navarra, en principio, es un territorio propicio, porque es la comunidad autónoma con las mejores estadísticas de inversión en I+D. Pero la paradoja es la misma que se da en todas partes: las empresas medianas, según Mangado, se interesan por el proyecto más que las grandes.
Él, que ha sido profesor en Harvard, decía estos días que esa es la referencia.
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