<p class=»ue-c-article__paragraph»>A finales de los 90, buscando el vino perfecto para la boda de su hija el entonces presidente de las bodegas Cvne, Luis Vallejo, recordó fugazmente un blanco olvidado en los pasillos infinitos de sus bodegas. Aquel vino llevaba embotellado desde los años 70, cuando encontraron por casualidad unas barricas de la añada de 1939 que habían permanecido olvidadas durante décadas, fruto de una vendimia realizada casi exclusivamente por mujeres, pues la mano de obra masculina se había visto muy mermada por la Guerra Civil. Prácticamente por accidente, surgió un vino muy distinto, el Corona 1939, que no solo convenció al padre de la novia, en 2015, también se convirtió en el primer blanco en lograr los 100 puntos Parker, algo así como el equivalente vinícola a la triple A de Standard & Poor’s.</p>
María Urrutia, consejera de una de las bodegas más longevas de España que sigue en manos de la familia fundadora, analiza las tendencias que retan a uno de los sectores más emblemáticos del país
A finales de los 90, buscando el vino perfecto para la boda de su hija el entonces presidente de las bodegas Cvne, Luis Vallejo, recordó fugazmente un blanco olvidado en los pasillos infinitos de sus bodegas. Aquel vino llevaba embotellado desde los años 70, cuando encontraron por casualidad unas barricas de la añada de 1939 que habían permanecido olvidadas durante décadas, fruto de una vendimia realizada casi exclusivamente por mujeres, pues la mano de obra masculina se había visto muy mermada por la Guerra Civil. Prácticamente por accidente, surgió un vino muy distinto, el Corona 1939, que no solo convenció al padre de la novia, en 2015, también se convirtió en el primer blanco en lograr los 100 puntos Parker, algo así como el equivalente vinícola a la triple A de Standard & Poor’s.
La anécdota demuestra que el trillado cliché de que, a veces, las mejores cosas ocurren por casualidad sí aplica al negocio del vino, donde la cuenta de resultados sigue siendo vulnerable a fenómenos tan poco controlables como la meteorología o las tendencias juveniles. Lo sabe bien María Urrutia Ybarra (Nueva York, 1980), según el organigrama, consejera y directora de Márketing de Cvne [sí, escrito con v, no con u]; según el árbol genealógico, miembro de la quinta generación de la familia fundadora, quien ahora lidera las bodegas junto a su hermano Víctor. Asume que el sector vive «un panorama muy complicado y duro, con mucho en contra, pues hoy el vino y, en general, el alcohol, no es trendy». Urrutia lo achaca a la irrupción de ciertos lobbies y a una exaltación de la sobriedad que en los últimos meses ha cristalizado a nivel mundial en retos virales, como el dry January (enero seco), o la tendencia sobercurious o curiosidad sobria, el empeño creciente entre los jóvenes por reducir el consumo de alcohol.
«Nos afecta muchísimo», reconoce. Frente a ello, desde Cvne tratan de marcar distancias con bebidas de alta gradación, así como de revisar la imagen de marca para destacar el componente gastronómico y cultural del vino. ¿Habrá un Cvne sin alcohol? «No lo tenemos ahora mismo en la cabeza. No sabemos hacerlo y no estamos en eso, sino en cómo preservar todo nuestro patrimonio y nuestra historia, todas nuestras añadas actuales y las del pasado».
La consejera recibe a Actualidad Económica en la bodega Imperial, en el barrio de la Estación de Haro (La Rioja), donde sus tatarabuelos, los hermanos Real de Asúa, iniciaron allá por 1879 una de las firmas vinícolas más longevas de España que todavía siguen en manos de la familia fundadora. A juzgar por las últimas cuentas de Cvne, con los Real de Asúa no ha funcionado aquella frase de que la primera generación funda la empresa, la segunda la hace crecer y la tercera la hunde o la vende. En 2023, último ejercicio disponible, la cifra de negocio de Cvne alcanzó los 122,8 millones de euros y registró un resultado de explotación de 36 millones, unas cifras muy semejantes a las de 2022. «Fueron dos buenos años», asegura. El futuro, en cambio, viene con viento de cara.
El cambio climático es una amenaza constante que ya está alterando muchos hábitos, como cultivar parras en altitudes que antes eran impracticables o descartar añadas por falta de calidad. «Llevamos dos años de sequía en los que la viña está sufriendo muchísimo. Si el clima no es el correcto, no podemos llevar el producto a la condición óptima que exigen algunos de nuestros buques insignia, como el vino Imperial», enfatiza. En concreto, la añada de 2023, «nos la vamos a saltar porque no hemos visto la calidad suficiente para elaborarlo».
«Hay una presión enorme por los precios», destaca. En parte, por la caída del consumo en hostelería y su sustitución progresiva por canales de venta particular, como los súper, donde su producto compite con botellas low cost. «Si estás haciendo un producto de calidad y una imagen, no puedes tirar los precios por los suelos. El mundo vinícola debería darse cuenta de esto porque nos daña a todos», enfatiza. «Una persona va al lineal y ve vinos Rioja desde los tres euros hasta los 80 y se pregunta cuál es la diferencia. Y es compleja. El vino conlleva mucho trabajo, tiempo y trayectoria, y si tú tiras los precios echas todo eso para abajo porque parece que hacer vino es coger uvas, aplastarlas y hacer un zumo», denuncia Urrutia.
En la lista de desvelos de la consejera también está Washington. España es el cuarto exportador de vino a Estados Unidos por valor, y aunque el pulso proteccionista de Donald Trump contra Europa no ha golpeado todavía al sector, Urrutia da por descontado que los aranceles llegarán pronto: «En esta vida hay que ser realistas, nos va a afectar muchísimo». Trump, de hecho, ya fijó en su primer mandato barreras comerciales del 25% al vino español. «Ya lo hemos sufrido, por eso, en lo que estamos es en buscar medidas para sortearlos». A diferencia de lo que ocurre con otras industrias, como la metalurgia, los bodegueros no pueden trasladar sus viñas a Florida, Oklahoma o Nueva York. La enología (y la denominación de origen) tienen sus reglas. Por eso, desde Cvne apuntan a la diversificación.
Crecer en geografías, pero también en control sobre la cadena que va desde el embotellado hasta el cliente. Esta es una de las prioridades que se ha marcado la empresa en el marco de su expansión internacional, y lo que la ha motivado a abrir distribuidoras propias en Estados Unidos, Japón y, «una muy pequeñita» en China donde el proceso «cuesta un poco más». «Es algo que teníamos intrínseco y que sabemos hacer, por eso lo hemos extrapolado al mercado exterior», explica.
A nivel nacional, Cvne ha ido aumentando su porfolio de vinos a base de adquisiciones que han extendido su catálogo a múltiples denominaciones de origen (Rioja, Rías Baixas, Valdeorras, Ribera del Duero y Cava), muchas veces, gracias a relevos generacionales en bodegas familiares que han acabado en venta. Además, Cvne ha crecido en el área de distribución con la adquisición de Vinoselección, un canal de venta online dirigido para particulares en el que además de sus productos venden vinos de otras bodegas. «Nos enfocamos mucho en la parte de distribución y comercialización para poder llegar al cliente. Estamos haciendo un gran producto y hay mucho riesgo en cómo éste llega al mercado y en todo lo que son precios. Por eso, cuanto más controlemos eso, será mejor para nuestra marca y para la firma», expone.
La compañía cotizó en bolsa durante casi dos décadas, hasta el 2015. Dado que la mayoría de sus acciones seguían en manos de la familia, sus títulos apenas tenían liquidez, lo que convertía el hecho de cotizar en un lujo demasiado caro. «Estuvimos en bolsa, principalmente, por darle un valor a los accionistas, para entender lo que valíamos. Hubo algo de movimiento», asegura Urrutia. A día de hoy, volver al mercado tampoco está en sus planes: «Para nosotros no tiene sentido».
Actualidad Económica