<p class=»ue-c-article__paragraph»>Dice el refrán que donde no hay harina todo es mohína. Lo extraño de la actual mohína de Vox -cristalizada en la salida de su líder en Castilla y León, <strong>Juan García-Gallardo</strong>- es que se produce cuando la derecha radical parece andar sobrada de harina. Las victorias en los últimos años de <strong>Meloni</strong>, <strong>Milei </strong>y <strong>Trump</strong>, así como la buena salud electoral de dirigentes y formaciones similares en Francia, Alemania, Austria, Países Bajos, etc. indican que en todo Occidente se han producido cambios sociales y de opinión muy profundos; cambios que impulsan a la familia ideológica en la que se ubica Vox. Hay un giro -en temas como la inmigración, el feminismo o la relación con las élites- que ha vuelto más atractivos los planteamientos de las nuevas derechas, tanto ante sus potenciales votantes como ante aquellos partidos que podrían pactar con ellos.</p>
Dice el refrán que donde no hay harina todo es mohína. Lo extraño de la actual mohína de Vox -cristalizada en la salida de su líder en Castilla y
Dice el refrán que donde no hay harina todo es mohína. Lo extraño de la actual mohína de Vox -cristalizada en la salida de su líder en Castilla y León, Juan García-Gallardo– es que se produce cuando la derecha radical parece andar sobrada de harina. Las victorias en los últimos años de Meloni, Milei y Trump, así como la buena salud electoral de dirigentes y formaciones similares en Francia, Alemania, Austria, Países Bajos, etc. indican que en todo Occidente se han producido cambios sociales y de opinión muy profundos; cambios que impulsan a la familia ideológica en la que se ubica Vox. Hay un giro -en temas como la inmigración, el feminismo o la relación con las élites- que ha vuelto más atractivos los planteamientos de las nuevas derechas, tanto ante sus potenciales votantes como ante aquellos partidos que podrían pactar con ellos.
No se puede decir, por otra parte, que en España la derecha radical se vea muy limitada por la tradicional. Es cierto que, en comunidades como la madrileña, la andaluza o la gallega, el PP ha logrado achicar el espacio de Vox. Pero también hay muchas experiencias de colaboración y hasta de gobierno conjunto entre ambos partidos; y el episodio del decreto ‘ómnibus’ recordó que, en el plano nacional, los ‘populares’ se exponen con frecuencia a críticas desde la propia derecha. Críticas que suelen fortalecer a los de Abascal.
Además, Vox es un caso muy particular dentro de su familia ideológica: se trata del único partido de las nuevas derechas que debe su despegue electoral a una crisis separatista. Recordemos que la formación de Abascal -fundada en 2013- fue irrelevante hasta la eclosión de la crisis catalana y la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa… de la mano de los mismos que habían proclamado la independencia de Cataluña. Esto fue el auténtico motor del crecimiento de Vox; un motor al que la política de alianzas del PSOE ha seguido echando combustible. Es difícil que los votantes olviden lo ocurrido en 2017 mientras los socialistas gobiernen junto a los principales responsables de aquel episodio.
Así, no cuesta entender por qué Vox va relativamente bien en las encuestas -la última publicada en este diario le daba nueve escaños más de los que obtuvo en las generales de 2023-. La pregunta es por qué no va mucho mejor. Por qué, por ejemplo, parece descartada cualquier perspectiva de sorpasso al PP, cuando en otros países la derecha radical ha sido capaz de mirar de tú a tú, e incluso de adelantar, al partido conservador tradicional.
La dimisión de García-Gallardo, junto a las de otros dirigentes destacados en los últimos años, apunta a una respuesta: la gestión de la vida interna del partido es pésima. No sorprende que se produzcan conflictos en formaciones que crecen muy rápido y acaban reuniendo perfiles y corrientes distintos. Sí resulta llamativo que esas tensiones se salden tan a menudo con la salida de dirigentes que fueron muy relevantes. Si a esto se suman decisiones polémicas -como la salida de los gobiernos de coalición con el PP y la integración en el grupo europeo de Orban-, se va comprendiendo mejor la extraña situación actual de Vox. Las grandes transformaciones importan, pero también lo hacen las decisiones y la habilidad -o falta de ella- de los dirigentes. El viento de cola no elimina la necesidad de un buen piloto.
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