<p>En el número 660 del Boletín Oficial del Parlamento de Andalucía, publicado el 19 de marzo de 2018, quedó, negro sobre blanco, el pacto por la financiación autonómica que se aprobó, por amplia mayoría, en la cámara regional y con el respaldo de los principales partidos, desde el Partido Popular al PSOE andaluz, entonces en el gobierno de la comunidad. Aquel pacto armó <strong>un frente común</strong> de cara a la ya entonces pendiente reforma del sistema en el que se apostaba, entre otras cosas, por una revisión del concepto de población ajustada, cifraba en 4.000 millones anuales el déficit de financiación andaluz y apostaba por una «nivelación total» de la financiación que preservase el criterio de equidad. En la elaboración de aquel documento y la negociación que hizo posible el acuerdo tuvo un protagonismo principal la entonces consejera de Hacienda, María Jesús Montero, hoy ministra y aspirante formal a liderar el PSOE de Andalucía tras la renuncia de <a href=»https://www.elmundo.es/e/ju/juan-espadas.html»>Juan Espadas</a>.</p>
El papel de la vicepresidenta en el concierto catalán y las demás cesiones a los independentistas, el gran talón de Aquiles para liderar el socialismo andaluz
En el número 660 del Boletín Oficial del Parlamento de Andalucía, publicado el 19 de marzo de 2018, quedó, negro sobre blanco, el pacto por la financiación autonómica que se aprobó, por amplia mayoría, en la cámara regional y con el respaldo de los principales partidos, desde el Partido Popular al PSOE andaluz, entonces en el gobierno de la comunidad. Aquel pacto armó un frente común de cara a la ya entonces pendiente reforma del sistema en el que se apostaba, entre otras cosas, por una revisión del concepto de población ajustada, cifraba en 4.000 millones anuales el déficit de financiación andaluz y apostaba por una «nivelación total» de la financiación que preservase el criterio de equidad. En la elaboración de aquel documento y la negociación que hizo posible el acuerdo tuvo un protagonismo principal la entonces consejera de Hacienda, María Jesús Montero, hoy ministra y aspirante formal a liderar el PSOE de Andalucía tras la renuncia de Juan Espadas.
Ese boletín oficial, que entra en contradicción directa, por ejemplo, con el pacto suscrito con ERC para establecer una suerte de concierto catalán, le va a pesar, y mucho, en la mochila a la vicepresidenta en su desembarco andaluz, una vez despejada la incógnita sobre el futuro de la mayor federación socialista al menos en lo que a su liderazgo se refiere con la designación, por parte de Pedro Sánchez, de su mano derecha en La Moncloa y en Ferraz.
A falta de que se materialice la elección de Montero -hay un proceso previo de primarias al que aún podría tener que enfrentarse-, la ministra de Sánchez tiene la misión de reflotar la semihundida nave del socialismo andaluz, que una vez fue hegemónico y que, de la mano de Espadas, ha cosechado derrota tras derrota en las urnas hasta perder la mayor parte de su poder institucional.
Al margen de las dificultades obvias de la tarea (recuperar el espacio electoral perdido), la vicepresidenta carga con su propio lastre. Sobre todo porque es ella la que negoció y firmó con los independentistas catalanes el pacto que, en la práctica, supondrá la ruptura de la caja común de la financiación que con tanto ardor defendía en 2018. Montero es, además, una de las principales interlocutoras del PSOE -del que es vicesecretaria general- en todas las mesas de diálogo con los socios de investidura y, como tal, responsable de las cesiones a catalanes o vascos que son vistas en Andalucía como un agravio constante.
Pendiente tiene, entre otras cosas, la negociación para sacar adelante los presupuestos generales para los cuales precisa del respaldo de todos y cada uno de los socios, desde Sumar a Podemos, pasando por los secesionistas catalanes y vascos, que ya han adelantado que el precio que va a tener que pagar va a ser extremadamente elevado. La duda está en cómo va a ser capaz de contentar a sus aliados, que se han demostrado insaciables, y, al mismo tiempo, vender que no perjudica a Andalucía, una comunidad infrafinanciada que ve en estos pactos una grave amenaza a sus intereses.
El Partido Popular andaluz, que es muy consciente de las debilidades de Montero, tiene preparada toda la artillería para abrir fuego en cuanto Montero, de verdad, aterrice en la región.
Dentro de su partido, se es plenamente consciente de todo esto, aunque confían en que «hay tarta para todos», como dice un veterano del PSOE andaluz muy cercano a Sánchez, y se podrán compensar las cesiones a otras regiones. La propia Montero se ha apresurado estos días a señalar las «posibilidades de autogobierno» que quedan por explorar en Andalucía como receta para hacer frente a su curriculum de cesiones.
Estas fuentes tampoco dudan de la capacidad de Montero para ejercer en Andalucía mientras siga estando en el Gobierno, aunque ésa es otra de las debilidades de la futura líder, la dificultad para compatibilizar sus responsabilidades como vicepresidenta y ministra de Hacienda y las de máxima responsable del partido en Andalucía.
La mochila de Montero incluye, asimismo, el haber pertenecido a sucesivos gobiernos del PSOE en la Junta, marcados en los últimos años por el escándalo de corrupción de los ERE, del que Montero logró salir indemne. Desde Manuel Chaves a Susana Díaz, pasando por José Antonio Griñán, Montero ha estado en puestos de máxima responsabilidad en los ejecutivos socialistas, incluyendo su paso por la Consejería de Salud y, más tarde, por la Consejería de Hacienda.
Si de Hacienda queda el rastro del pacto por la financiación que promovió y del que ahora reniega, de Salud permanece la huella de los recortes que implantó y que sumieron al sistema sanitario público andaluz en una crisis que luego se vio agravada por la pandemia, además de decisiones que sublevaron a la plantilla como las fusiones de los hospitales y la reestructuración total del Servicio Andaluz de Salud (SAS), que el propio PSOE tuvo que enmendar.
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