<p>Tres años han pasado entre la primera temporada de <i><strong>La Ruta</strong></i> y la segunda, recién estrenada en <strong>Atresplayer</strong>. Es mucho tiempo, pero si hay una serie española que puede permitírselo es esta ficción creada por <strong>Clara Botas</strong>, <strong>Borja Soler</strong> y <strong>Roberto Martín Maiztegui</strong>. Sus primeros (y premiados) episodios, emitidos en 2023, jugaban constantemente con los tiempos narrativos. <i><strong>La Ruta</strong></i> empezó contando la ruta <i>destroy </i>valenciana de los años 90, recorriendo las vidas de sus personajes hacia atrás. En su segunda temporada, ambientada en Ibiza, <strong>el dispositivo cambia pero la idea de los varios tiempos se mantiene</strong>: su historia ocurre en dos momentos, los 70 previos a la primera temporada y los 90 posteriores.</p>
Esta ficción, ya disponible en Atresplayer, e toma a sí misma muy en serio y, afortunadamente, no se despeña por el barranco de la solemnidad afectada
Tres años han pasado entre la primera temporada de La Ruta y la segunda, recién estrenada en Atresplayer. Es mucho tiempo, pero si hay una serie española que puede permitírselo es esta ficción creada por Clara Botas, Borja Soler y Roberto Martín Maiztegui. Sus primeros (y premiados) episodios, emitidos en 2023, jugaban constantemente con los tiempos narrativos. La Ruta empezó contando la ruta destroy valenciana de los años 90, recorriendo las vidas de sus personajes hacia atrás. En su segunda temporada, ambientada en Ibiza, el dispositivo cambia pero la idea de los varios tiempos se mantiene: su historia ocurre en dos momentos, los 70 previos a la primera temporada y los 90 posteriores.
Parece lioso pero no lo es. Tampoco que algunos intérpretes tengan varios personajes. Ni que a algunos de ellos los hayamos conocido con la cara de otros. Pese a toda esa complicación, La Ruta se entiende perfectamente. Porque es un prodigio de escritura, dirección y montaje. La serie de Botas, Soler y Martín Maiztegui solo puede resultarle engañosa al espectador en una cosa: va de discotecas pero no es frívola, la protagonizan jóvenes pero es absolutamente adulta. Es un drama y lo es de verdad. Puede que no sea la serie que imaginas: es mejor.
La Ruta se toma a sí misma muy en serio y, afortunadamente, no se despeña por el barranco de la solemnidad afectada. Incluso teniendo episodios quizá demasiado largos y una producción a la que le habría venido bien algo más de dinero, esta serie está muy por encima de lo que imaginábamos. Tan pendientes de retratar bien a sus personajes y sus heridas, sus guionistas a veces se olvidan de jugar la carta de lo retro o lo nostálgico. Y podrían. En mi playlist favorita sigue estando el Espiral de Dunne. Cuando suena en los garitos más oscuros (y no de manera irónica, como Loco Mía) siempre es como la primera vez.
Ibiza es la segunda vez de La Ruta. Vol 2, llaman a la temporada (eso sí es un poco solemnidad impostada, la verdad) que empieza con Marc (Àlex Monner) trabajando como DJ en Ibiza. En otra línea temporal visitamos la Ibiza de los primeros 70, la de los hippies, el desarrollismo y la princesa Smilja Mihailovitch. Con ella se codeará Manuel, el padre de Marc, al que ya conocimos en el Vol 1 interpretado por Luis Bermejo y aquí también… en la línea temporal de los 90. En los 70 es Monner quien hace de Manuel… y de su hijo en el futuro. Algo similar ocurre con Marina Salas, que interpreta a Leonor, madre de Marc y esposa de Manuel, paralelamente a Sonia Almarcha. Se entiende. Y funciona. Incluso tras el desconcierto del doble registro vocal de Monner como padre e hijo. Pasada la sorpresa inicial, cuela.
También funcionan los resortes emocionales que impulsan a los personajes. Su pérdida, su ambición, su nobleza (o falta de) y su maldad (o falta de) trascienden el cliché del chaval nihilista entregado al bakalao valenciano o, años después, al trance ibicenco. Ahora, además, vemos cómo los abuelos del presente fueron padres en el pasado y jóvenes inquietos antes. Pocas cosas más emocionantes he visto este año que a Marina Salas en La Ruta descubriendo Ibiza (y a sí misma, otro cliché que no lo es) con ganas y dudas, con miedo y sin él, con marido o sola. Como hemos visto a su personaje en los años 80, casada y cansada, sabemos que sola no se quedará. A menos que La Ruta retuerza todavía más su propuesta multitemporal. Podría. Sabría. Molaría.
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