<p class=»ue-c-article__paragraph»><strong>Sonia Sierra</strong>, profesora de Lengua en un instituto de <strong>Barcelona</strong>, vive cerca del barrio de El Raval. Cada día suele cruzarse con dos o tres mujeres que van <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2024/11/04/6728e0f0e4d4d8692e8b4578.html»>tapadas </a>de arriba abajo. Con velo, mascarillas y guantes, completamente de negro haga frío o calor, sólo muestran sus ojos. Los hombres que las acompañan no llevan esas prendas. «A mediados de los años 90, yo daba clases de español para extranjeros a mujeres marroquíes y ninguna iba con <i>hiyab</i>. Ahora la situación ha cambiado a peor. Ningún precepto del islam obliga a llevar pañuelo; se trata, en realidad, de una imposición de la <i>sharia</i>, una visión radical del islam contraria a los derechos humanos», denuncia. </p>
Piden una norma estatal que regule el ‘hiyab’ en las escuelas y el ‘burka’ en los espacios públicos por considerarlos «símbolos de sumisión»
Sonia Sierra, profesora de Lengua en un instituto de Barcelona, vive cerca del barrio de El Raval. Cada día suele cruzarse con dos o tres mujeres que van tapadas de arriba abajo. Con velo, mascarillas y guantes, completamente de negro haga frío o calor, sólo muestran sus ojos. Los hombres que las acompañan no llevan esas prendas. «A mediados de los años 90, yo daba clases de español para extranjeros a mujeres marroquíes y ninguna iba con hiyab. Ahora la situación ha cambiado a peor. Ningún precepto del islam obliga a llevar pañuelo; se trata, en realidad, de una imposición de la sharia, una visión radical del islam contraria a los derechos humanos», denuncia.
Sierra, ex diputada del Parlament de Cataluña por Ciudadanos, es una de las dos profesoras que reclaman una ley estatal que prohíba el pañuelo islámico o hiyab en los colegios e institutos y vete en todos los espacios públicos el burka, la túnica que oculta el cuerpo y la cabeza por completo a excepción de los ojos, velados por una rejilla.
La otra profesora es la jurista Elena Ramallo, activista nominada a varios premios humanitarios que se encuentra investigando en La Coruña los usos de la inteligencia artificial para la Justicia. Ambas se definen como feministas, sin apellidos ni etiquetas . «Entendemos el feminismo como la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida», explica Ramallo. «Somos mujeres feministas que luchamos por derechos que tendrían que estar defendiendo los políticos». Ramallo y Sierra han llamado a las puertas de los partidos nacionales y autonómicos, consejerías y representantes del Gobierno y han logrado un respaldo desigual.
Escribieron a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, y a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, y hasta la fecha no han obtenido respuesta. Hoy se reunirán con una diputada nacional de Vox, mañana verán a una representante del PP de Cataluña y en los próximos días se entrevistarán con una delegación de diputados nacionales del PSOE y con un conseller de la Generalitat. «Estamos recibiendo mucho respaldo social de todos los colores y de todas las ideologías y también nos hace falta el de los partidos de Estado. El PP nacional nos ha dicho que no tenía hueco», lamentan.
La guerra por el velo, en realidad, la inició a finales del pasado febrero el Sindicato de Estudiantes, cercano a Podemos, que lideró una protesta en la que participaron estudiantes musulmanas de tres institutos públicos de la localidad madrileña de Parla en contra de la prohibición de los equipos directivos de llevar hiyab. Con gritos como «No al racismo» y «Señor director, respeta mi fe, respeta mi elección», estas jóvenes acusaron a los institutos de fomentar «la islamofobia» y pidieron «libertad» en su vestimenta.
Ahora estas dos profesoras, curtidas en todo tipo de luchas en defensa de la igualdad, responden a esa movilización con una propuesta de modificación legal que ha hecho crecer la polémica y por la que han recibido todo tipo de insultos y amenazas en redes sociales. En ella dejan claro que tanto el hiyab como el burka «son símbolos de sumisión machista que atentan contra la libertad». «Pueden suponer una forma de coacción sobre las menores y un obstáculo para la integración en la sociedad. En un estado democrático liberal, no podemos aceptar que haya mujeres y niñas cubiertas con el pretexto de la diversidad cultural», advierten.
Actualmente, son los centros educativos, en el ámbito de sus competencias, los que tienen la potestad de regular en sus reglamentos internos todo lo relacionado con la forma de vestir de sus alumnos. En la Comunidad de Madrid, hay centros que prohíben llevar gorros, pañuelos o crucifijos por razones de convivencia. «No conozco ningún instituto de Cataluña en el que el hiyab esté prohibido. Silvia Orriols, de Aliança Catalana, quiere vetarlo en los colegios de su localidad», precisa Sierra. «Los institutos que deciden ponerle freno al velo acaban recibiendo amenazas», apunta Ramallo.
Creen que la cuestión es suficientemente importante como para que no se deje en manos de cada centro. También piensan que hay margen para una ley estatal porque «se están violando derechos fundamentales». Ramallo asegura que el velo «vulnera el derecho a la igualdad, a la libertad y a la dignidad de las mujeres»: «Entra en choque con el artículo 14 de la Constitución porque el hiyab y el burka sólo se exigen a las mujeres, y se imponen por el hecho de ser mujeres, porque la mujer es impura y hay que cubrirla. Es invisibilizar a una persona por el hecho de ser mujer».
La propuesta de ley anima a seguir el ejemplo de Francia, que en 2004 aprobó una ley que prohíbe el uso de símbolos religiosos ostensibles en las escuelas públicas, incluyendo el hiyab, y que en 2023 prohibió en las aulas la abaya, una túnica que cubre todo el cuerpo salvo cabeza, cuello, manos y pies. También Austria vetó en 2019 el velo en las escuelas primarias, aunque su Tribunal Constitucional anuló la norma en 2020 alegando que violaba la igualdad y la libertad de pensamiento y religión.
La reivindicación de estas profesoras coincide con el polémico pacto por la inmigración entre Junts y el PSOE. Ambas lo rechazan y dicen que no sabía que iba a producirse y que una y otra cosa «no tienen que ver». «Lo que planteamos es una cuestión de libertad e igualdad de las mujeres y niñas», dice Elena, que añade que, «si a nivel mundial ha habido un viraje hacia la extrema derecha, ha sido porque la izquierda ha traspasado ciertos límites y hay temas que no ha sabido abordar».
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