<p><strong>Leonor Watling</strong> (Madrid, 1975) aparece con el brazo izquierdo escayolado, fruto de una caída tonta. «La maldita edad», se ríe, aunque está fastidiada porque el accidente ha obligado a parar el rodaje de su próxima película. «Me siento como si estuviera en una silla de ruedas, no sé qué hacer. Hoy he logrado ponerme los zapatos y ha sido una fiesta. En fin, al menos puedo cantar», se resigna. Esto último es fundamental porque acaba de publicar<strong> ‘Leo & Leo’</strong>, su disco mano a mano con el estadounidense <strong>Leo Sidran</strong>, que llega acompañado de una gira por toda España. <br></p>
Estrena un lujoso proyecto musical como terapia contra el bloqueo. «No puedo escribir debido a dos crisis: la de la edad y la del mundo», reflexiona
Leonor Watling (Madrid, 1975) aparece con el brazo izquierdo escayolado, fruto de una caída tonta. «La maldita edad», se ríe, aunque está fastidiada porque el accidente ha obligado a parar el rodaje de su próxima película. «Me siento como si estuviera en una silla de ruedas, no sé qué hacer. Hoy he logrado ponerme los zapatos y ha sido una fiesta. En fin, al menos puedo cantar», se resigna. Esto último es fundamental porque acaba de publicar ‘Leo & Leo’, su disco mano a mano con el estadounidense Leo Sidran, que llega acompañado de una gira por toda España.
- Formáis una pareja inesperada. ¿Cómo surge este proyecto?
- Siempre he sido muy fan de Leo y de su padre, Ben Sidran. Desde la pandemia, estaba intentando componer y me embarré como letrista. No podía escribir y entré en un círculo vicioso: no puedo escribir, no puedo cantar, cada vez estoy más mustia. Y un día, viendo actuar a Leo en el Café Central con la Groovy French Band, que son tres músicos maravillosos con los que toca siempre, de repente dije: «¡Ostras! Y si…». Le llamé y le pregunté: «¿Te apetece que grabemos un disco donde yo canto tus canciones y lo produces tú?». Le dije que me encantaría que sonara como sonaban ellos en directo, que es un poquito más desordenado, y le pareció buena idea. Nos juntamos y en tres días estábamos en marcha. Ha sido todo un lujo.
- ¿Te gusta diluir tu protagonismo en la faceta musical? Lo hiciste con Marlango, lo haces ahora. Como si te incomodara ser la popular.
- Sí, me has pillado [risas]. En las pelis me gusta que sea una labor de equipo y en la música también quiero eso. No llevo muy bien el protagonismo. Me encanta cantar y asumo que, cuando eres cantante, eres la frontwoman de la banda y te toca dar la cara, pero no me mola demasiado. De hecho, me parece que si tengo algo que aportar al mundo de la música es poner luz en todo lo demás. Ya hay suficiente foco en los cantantes y me gusta decir que, sin todo lo demás, esto no es nada.
- ¿La nueva compañía supone el fin definitivo de Marlango? Lleváis en pausa desde marzo de 2023.
- No. Creo que no. Lo bonito que siempre ha tenido Marlango es que era y es lo que nosotros dos queramos que sea. Alejandro [Pelayo] ahora está componiendo muchísimo. Ha estrenado una obra basada en ‘Mortal y rosa’, de Francisco Umbral, y está haciendo muchas cosas. Pero en el momento en que yo pueda volver a escribir y él pueda tener tiempo, si tenemos algo que contarnos, nos lo contaremos. No hay prisa ni una separación definitiva.
- Hay músicos que a veces actúan, de Coque Malla a Pablo Alborán, y actores, como Luis Tosar, que tienen un grupo, pero una de las dos carreras es claramente dominante. Tú las has llevado casi al 50%. ¿Cómo se logra eso?
- Perdiendo un poco de impacto en las dos profesiones. Si hubiera estado al 100% en algo, habría apretado mucho más fuerte y seguramente mi carrera en eso habría sido más potente, pero no lo puedo hacer, no puedo quedarme con una. Lo intenté con el cine y me di cuenta de que me gustan muchísimo las dos y no quería renunciar. A veces es un poco complicado de agenda y, otras veces, sacrificas cosas. Pierdes algún papel o algunos conciertos por dedicarte a lo otro, pero al final me he apañado para llevar las dos carreras simultáneamente y siento que es una fortuna increíble.
- En realidad, hasta que una lesión lo frustró, ibas a ser bailarina. Eres un caso claro de «mamá, quiero ser artista… de lo que sea».
- [Risas] Totalmente. Al final, la pulsión es más la creación artística en sí que una faceta concreta. De hecho, hay muchos cantantes que pintan y muchos actores que escriben. Para mí, ser artista es como ser ludópata. Tienes una preferencia y una facilidad para un juego concreto, por ejemplo el blackjack, pero si entras al casino y no queda sitio en esa mesa, necesitas jugar, así que te sientas en la de póquer o en la ruleta. Juegas a otra cosa, pero juegas.
- ¿Sigues bloqueada a la hora de escribir?
- Sí. Creo que estoy con bloqueo creativo por dos crisis: la de la edad y la del mundo. Me cuesta mucho. Y por las redes sociales, también. Para escribir hay que aburrirse y ahora no te aburres. No hay forma. Eso nos afecta en mil cosas. Por ejemplo, para leer tengo que hacer un esfuerzo muy consciente porque me doy cuenta de que si tengo el móvil cerca, me acabo despistando y mirando cualquier chorrada en redes. He probado lo de comprar un teléfono Nokia antiguo sin internet y dejar en casa el bueno, pero al final… En la sociedad actual nos faltan vacío y silencio. Ahí te empiezas a aburrir y ahí empiezan a surgir cosas, al menos en mi caso.
- La crisis del mundo, ¿cómo te afecta?
- Hay un reducto que tienes que proteger y lo hacemos de una manera inconsciente al seguir con nuestra vida, con nuestros cumpleaños y nuestros planes, pero hay un momento de silencio en el que te sientas a escribir y, o tienes muy construido un refugio en el que la creación va aparte, o es muy difícil que no te asalte todo lo que está pasando hoy en día. Casi imposible. Entonces, en ese silencio que necesito para escribir, aparecen las guerras, los niños asesinados, las mil crisis que nos rodean y me dan ganas de llorar. ¿Qué tengo que contar yo cuando está pasando todo esto? Veo mucha gente que sigue creando cosas y a mí su obra me ayuda, soy consciente de que es importante seguir, pero yo no soy capaz. Me cuesta un mundo desconectarme de esa realidad.
- ¿Y la crisis de la edad? No quiero hacer daño, pero acabas de cumplir 50.
- Curiosamente, me hicieron más daño los últimos cuarenta y muchos que los 50. Como si me fuera preparando para el golpe y luego la hostia no fuera para tanto. Cumplí 50 y fue como: «¿Ya está?¿Era esto?». Fueron mucho peor los 48 y los 49, cuando estaba asustada viendo venir los 50. Creo que es una cifra a la que damos un peso que se ha quedado antiguo para nuestra generación. Teníamos unos referentes de 50 muy pesados, muy mayores y con una vida muy machacada, muy dura, de posguerra… Veías esas caras y pensabas que los 50 eran otra cosa. Nosotros llegamos fenomenal [risas].
- Y, sin embargo, te frena a la hora de crear.
- Sí, eso en parte es porque soy muy poco exhibicionista a pesar de dedicarme a lo que me dedico. Sé que es paradójico, pero es verdad. Hay una parte de generosidad en contar cómo te sientes que a mí me da mucho pudor y es una pena, porque sería un momento estupendo para escribir, abrirme y decir cómo se siente una y cómo es cumplir 50 y haber estado trabajando desde los 16, pero todo eso me da vergüenza contarlo. Hay que ser muy generoso para abrirse así y yo no soy tan generosa.
- ¿Es menos inhóspita la música que el cine a la hora de cumplir años siendo mujer?
- Sí, aunque tiene lo suyo también. A mí hablar en macro me cuesta mucho y mi realidad es que mi experiencia personal como actriz es muy buena porque he llegado a la edad mala justo cuando se ha abierto la función para las mujeres de mi edad. Estoy trabajando un montón, entonces mi experiencia personal no sirve porque los datos reales son otros. Sigue siendo una edad problemática para muchas compañeras. Aun así, hay un cambio real y una mejoría tangible. Yo estoy haciendo protagonistas, que es una cosa que antes no pasaba a partir de los 40. En cuanto ya no eras la protagonista mona, no sabían muy bien qué hacer contigo. Y en la música es verdad que pasa menos, pero lees entrevistas a Blondie y te pinta el mismo escenario que una actriz de su generación.
- Te escuché una vez que el cambio existe en el cine, pero que la mirada de todo este cambio sigue siendo masculina, que hasta las escenas de sexo que dirige una mujer siguen plasmando la visión del sexo de un hombre. ¿Es así?
- Esther García, la productora, acaba de recibir el premio Donostia y decía una cosa que es verdad y es muy interesante: en los altos, altos, altos puestos de decisión sigue habiendo una aplastante mayoría de hombres. Y eso, quieras o no, se transmite a la obra. Es inevitable. Yo soy patriarcal y van a hacer falta muchas generaciones para que esa cultura imperante desaparezca. El género no importa en esto, las mujeres todavía tenemos muy metido el patriarcado dentro y se transmite a cómo contamos las cosas. Hay una generación de directoras alucinante, y de directores hombres también, que están contando las cosas de otra manera, pero todavía predomina el punto de vista masculino. Es algo social y es un proceso lento.
- Sobre esto, al preparar la entrevista vi que, en tu página de Wikipedia, alguien ha considerado un hito reseñable que en ‘Son de mar’ hiciste topless por primera vez.
- ¿En serio?
- Sí.
- [Leonor resopla y sonríe] Y ni siquiera es verdad. Es lo que te decía, esas cosas siguen ahí. Más chiquititas, pero se cuelan en el día a día. Esta cosificación antes era muy bestia, cuando existían ‘Man’ y todas aquellas revistas masculinas. Yo he hecho portadas para esas revistas, fotos de esas que ahora las veo y digo: «Ostras, qué chungo». Tardé mucho en ceder porque, precisamente por ‘Son de mar’, no quería apretar más esa imagen más sexual, pero al final lo hice. Te empujaban a ello tus propios equipos de promo, no era una opción, había que hacerlas y te preguntabas: «¿En qué momento cambiará esto?». Y ha cambiado, pero no tanto como debería.
- ¿A qué te refieres?
- Entra en Instagram y mira las fotos de las actrices o las cantantes. No son mucho menos sexistas que las de aquellas revistas. Ya no las hace ‘Man’, ahora nos las hacemos nosotras mismas. Es casi peor, antes te forzaban, ahora tú eres tu propio chulo. Si es un avance, es muy pequeño.
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