Desde la llegada de las primeras imágenes con inteligencia artificial (IA) se habla de su peligro político. Por ahora, quizá por la complejidad de crearlos y por sus evidentes inexactitudes, parecían ser asimilados con cierta naturalidad por el público. Incluso el anunciado riesgo de los deepfakes, aunque muy real, fue recibido con cierta indiferencia. Está por ver aún que ocurre cuando estos vídeos sean indistinguibles de la realidad.
Los ejemplos de Donald Trump y del Partido Popular son los últimos casos de una tecnología cuyo objetivo público es por ahora más sorprender que engañar
Desde la llegada de las primeras imágenes con inteligencia artificial (IA) se habla de su peligro político. Por ahora, quizá por la complejidad de crearlos y por sus evidentes inexactitudes, parecían ser asimilados con cierta naturalidad por el público. Incluso el anunciado riesgo de los deepfakes, aunque muy real, fue recibido con cierta indiferencia. Está por ver aún que ocurre cuando estos vídeos sean indistinguibles de la realidad.
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