<p class=»ue-c-article__paragraph»>La dirección nacional del <a href=»https://www.elmundo.es/e/pp/pp-partido-popular.html»>PP </a>siempre ha trabajado con el escenario de una legislatura larga. «Siempre, incluso en los momentos de mayor debilidad de <a href=»https://www.elmundo.es/e/pe/pedro-sanchez.html»>Sánchez</a>», reconocen en el equipo de <a href=»https://www.elmundo.es/e/al/alberto-nunez-feijoo.html»>Alberto Núñez Feijóo</a>. «Nunca hemos tenido motivos para pensar otra cosa», aseguran, porque saben que el presidente del <strong>Gobierno </strong>siempre «paga el precio» a sus socios. Y también saben que Junts no tiene «ningún incentivo» para cruzar al otro lado del «muro», más allá de votaciones puntuales. Y saben, por encima de cualquier otra cosa -por experiencia propia-, que cada vez que dieron por muerto a <strong>Sánchez</strong>, siguió adelante. Por eso son muchos los dirigentes ‘populares’ que recetan calma a su propio partido: «No vale de nada precipitarse».</p>
El partido se volcará en vivienda y conciliación para intentar erosionar al PSOE en un momento de tensión entre las dos alas ideológicas de los ‘populares’
La dirección nacional del PP siempre ha trabajado con el escenario de una legislatura larga. «Siempre, incluso en los momentos de mayor debilidad de Sánchez«, reconocen en el equipo de Alberto Núñez Feijóo. «Nunca hemos tenido motivos para pensar otra cosa», aseguran, porque saben que el presidente del Gobierno siempre «paga el precio» a sus socios. Y también saben que Junts no tiene «ningún incentivo» para cruzar al otro lado del «muro», más allá de votaciones puntuales. Y saben, por encima de cualquier otra cosa -por experiencia propia-, que cada vez que dieron por muerto a Sánchez, siguió adelante. Por eso son muchos los dirigentes ‘populares’ que recetan calma a su propio partido: «No vale de nada precipitarse».
El PP ha aprendido la lección del decreto ómnibus: la legislatura hay que afrontarla con las luces largas todo el tiempo, sin precipitarse en las decisiones. Así se lo ha transmitido el propio Feijóo a los barones, con los que habla muy a menudo: «Hay que trascender el regate corto», les ha dicho, literalmente. «La sangre no va a llegar al río porque unos y otros se necesitan», añade uno de esos presidentes autonómicos.
Precisamente por eso, los barones piden un revulsivo político. «Nos da la sensación de que el PP va por dos caminos: hay un clan muy cerrado en Génova y reinos de taifas en las comunidades. Es una situación igual que con Rajoy. Cada uno va a lo suyo, y a esperar que el poder caiga llovido del cielo», explica gráficamente un presidente regional. «No podemos esperar eso» como en los años de Rajoy, añade, porque ahora, a diferencia de 2011, hay un competidor en la derecha. «Vox sigue creciendo sin hacer nada», agrega, en una clara reivindicación de que el PP presente más planes alternativos de Gobierno.
Otro barón coincide, pero rebaja el efecto electoral de las medidas del PP: «Uno de los principales motores de cambio es el voto en contra y ese motor ya está activado: en España La Moncloa no se gana, se pierde», reflexiona, dando a entender que es el voto de castigo al presidente, el que más pesará a la hora de decantar los comicios. «Los nuestros piden caña», añade, y la clave es «medir bien». Eso sí, «mientras Podemos y Sumar vayan separados», la derecha sumará «seguro», ataja.
Medir es el verbo: «Feijóo tiene que medir mejor cuándo habla. Está acostumbrado a hablar todos los días», razona otro dirigente territorial, que se queja de que el PP tardase 24 horas en explicar su cambio de voto al decreto omnibus, del «no» al «sí». Los barones aplaudieron como un «acierto» esta nueva estrategia favorable al decreto, pero se quejan de que no se haya comunicado bien. El día en que Feijóo tenía que hablar, no habló, sino que se comunicó la decisión con un hilo de Twitter, lamentan.
Capeada la crisis del decreto ómnibus he alejado el fantasma del rechazo a la revalorización de las pensiones, el plan del PP es a tres años, dos como poco. De hecho, en estas dos últimas semanas Génova ha seguido trabajando en esa estrategia, por debajo de los radares mediáticos y de todo el ruido generado en torno a Junts. Mientras en el Congreso y en sus apariciones públicas los principales portavoces del PP insistían en el aroma a fin de ciclo -«la legislatura está agotada», decía Feijóo-, en el cuartel general de los ‘populares’ preparaban el próximo movimiento: volcarse en temas transversales como la vivienda, la conciliación, la financiación y la inmigración.
Son los cuatro flancos en los que el PP tiene puesta su mirada para horadar los ansiados caladeros templados del PSOE. Los populares creen que el «fracaso sin paliativos» de la política de vivienda de Pedro Sánchez les da una oportunidad para que se le preste más atención a su plan de choque, que está muy enfocado a los jóvenes. Y que tiene un eje principal: permitir cuatro años de excepcionalidad urbanística -con menos burocracia- para un shock de oferta «asequible» que aplaque los precios.
La otra bandera que el PP le quiere robar al PSOE es la de la conciliación, con ayudas y rebajas fiscales muy específicas para los colectivos más afectados. Génova cree que ha encontrado ahí otro punto débil del PSOE, como también el de la inmigración: sus encuestas internas apuntan que el electorado del PSOE pide mayoritariamente más restricciones. El resumen es que el PP será duro en inmigración, pero transversal en vivienda y conciliación.
Un PSOE que, a pesar de todos los escándalos, mantiene un suelo demoscópico alto, de más del 27%. El problema para Feijóo es que tiene que conjugar la crítica dura -para no perder votos frente a Vox– con las medidas de aroma estadista, para seducir a los socialdemócratas moderados. Y ambas cosas a veces chocan entre sí.
Esto se está evidenciando de manera muy clara en la diferencia que hay entre el discurso del ala «modera» y los acelerones dialécticos del sector que ellos llaman «brusco». La mayoría de los barones, con Juanma Moreno como mascarón de proa, quiere que el PP dedique más esfuerzos a visibilizar la alternativa y a lanzarse a la conquista del centro. Que no da «foco» televisivo, pero sí votos. Entre los pactistas destacan también Cuca Gamarra o Borja Sémper.
En el otro ala, perfiles como Isabel Díaz Ayuso, Miguel Tellado o Alejandro Fernández -que la semana pasada criticó irónica y abiertamente a Moreno en X- no dan tregua en la crítica. Ni siquiera al PNV. Un ejemplo claro de esta dicotomía es el de Trump: un sector del PP recela del presidente de EEUU, que es proteccionista, populista y de extrema derecha, y otro sector contemporiza de manera muy llamativa, no sólo por cuestiones diplomáticas, sino porque mira a Vox por el retrovisor.
¿Por qué el PP no se define más en asuntos importantes como la política exterior? Muchos ex ministros y dirigentes territoriales siguen insistiendo en la necesidad de reforzar el equipo sectorial del PP con portavoces visibles y que se dediquen a hacer pedagogía. No sólo a fijar la posición del partido, sino, sobre todo, a explicarla.
Entretanto, la dirección del PP está jugando con sus dos barajas, apostando más veces por la vía dura, ahora, que por el pactismo porque creen que la combustión actual de la legislatura así lo requiere. El equipo de Feijóo, de hecho, asegura que «ya están comenzando a venir los votos de los socialistas desencantados» con Pedro Sánchez. El «colchón» del bloque de la derecha «es cada vez mayor».
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