<p>Ya había comenzado la sesión en el Tribunal de Orden Público, con 10 sindicalistas de Comisiones Obreras en el banquillo, cuando ETA activó la carga que hizo volar el coche de <strong>Luis Carrero Blanco</strong>. Ese acto terrorista, 20 de diciembre de 1973, que acabó con la vida del presidente del Gobierno y referente del búnker franquista, fue agitado por el mundo <i>abertzale </i>durante décadas como un resquicio de legitimidad. Pero se suele rememorar aislado del otro hecho histórico de aquella jornada, el <i>Proceso 1.001</i> contra la cúpula de la organización más peligrosa para el franquismo, CCOO, el sindicato hermano del PCE.</p>
Los legatarios de ETA, en el panteón del franquismo, tomaron palabras de quienes, sin más sangre que la propia, arañaron a la dictadura
Ya había comenzado la sesión en el Tribunal de Orden Público, con 10 sindicalistas de Comisiones Obreras en el banquillo, cuando ETA activó la carga que hizo volar el coche de Luis Carrero Blanco. Ese acto terrorista, 20 de diciembre de 1973, que acabó con la vida del presidente del Gobierno y referente del búnker franquista, fue agitado por el mundo abertzale durante décadas como un resquicio de legitimidad. Pero se suele rememorar aislado del otro hecho histórico de aquella jornada, el Proceso 1.001 contra la cúpula de la organización más peligrosa para el franquismo, CCOO, el sindicato hermano del PCE.
El asesinato de Carrero Blanco provocó un receso en el Tribunal de Orden Público. El juicio, que se presentaba con expectativas de penas aminoradas, sin cárcel para algunos, concluyó con condenas de prisión para todos (162 años en total) y sin fianza ni atenuantes. No había pena más dura posible para 10 culpables de libertad y no cuesta creer cuál habría sido el final para alguien con carga real de culpa.
Aquel 20 de diciembre es la prueba nítida de cuál fue siempre la estrategia antifranquista de ETA. De hecho, los vínculos, tibios, con el PCE se quebraron del todo tras el siguiente atentado, contra la cafetería Rolando, el primero sin atender a víctimas civiles. Murieron 13 personas y se volvió a señalar, como colaboradores, a escindidos del PCE (Alfonso Sastre, Eva Forest o Antonio Durán). El Partido (único contra Franco) vetó que sus letrados defendiesen a los implicados.
ETA vivió el antifranquismo como un medio, porque su objetivo no fue acabar con una dictadura. Como la extrema derecha, quiso quebrar la Transición y torpedear a la organización indispensable para el cambio. El horizonte de ETA era otro: llevaba el dictador 35 años largos de tumba cuando la banda anunció que renunciaba a matar.
Este jueves, Sortu, matriz de Bildu, sorprendía con una acción en Cuelgamuros, el renombrado Valle de los Caídos de Franco. Desplegaron una pancarta donde se ve a un hombre fusilado. La postal se integra en la campaña de Bildu en recuerdo de los 50 felices años sin pena de muerte en España. Entre los últimos 5 ejecutados, el 27 de septiembre de 1975, había dos miembros de ETA.
Los chicos de Sortu acompañaron la pancarta con las fechas «1936-1975». Hay que haber alcanzado un supremo grado de desvergüenza o saber de un grado superior de desmemoria para agitar fechas parciales de un todo. En 1975 se clausuró la pena de muerte impune del Estado y falleció el fascista mayor, pero se siguió ejecutando a rivales políticos durante décadas.Lo hizo ETA, de manera mayoritaria y sin que sea justificable ninguno de los casos contrarios (del GAL a las torturas). Por tanto, a la lona de ayer en Cuelgamuros, para ser completa, se debe adjuntar el periodo «1975-2010», y una cifra: «669 víctimas de ETA».
Los trepadores de Sortu desplegaron una segunda pancarta. En euskera, se leía Viva Euskal Herria Libre, y en castellano: «Ni pudisteis, ni podéis, ni podréis». No cuesta reconocer en la rima la musicalidad del lema de Marcelino Camacho, en una de sus salidas de prisión: «Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar». Como comunista y líder de CCOO, condenado a 20 años en el 1.001, pasó una década en cárceles franquistas, antes y después de Carrero Blanco.
Los legatarios de ETA, en el panteón del franquismo, ayer, buscaron blanquear su vida criminal y su estrambótica derrota; su absurdo. Y tomaron palabras de quienes, sin más sangre que la propia, arañaron a la dictadura.
El show de Sortu encaja en una estrategia ambiciosa de legitimación en la izquierda estatal. En el último año, los líderes de IU (Antonio Maíllo), Podemos (Ione Belarra) y Sumar (Lara Hernández) se han visto con Bildu al máximo nivel (Arnaldo Otegi). Ni Pablo Iglesias, en sus coqueteos plurinacionales, dio ese paso. IU, Podemos y Sumar, herederos en distinto grado del PCE, deberían saber que un nacionalista, incluso el disfrazado de izquierda Bildu, ERC, BNG o CUP, siempre tiene su plan, propio.
España