<p>Hace dos semanas se conocía el último informe de NielsenIQ para <strong>Audible </strong>(Amazon), una de las plataformas más relevantes de audiolibros del mundo junto a otras como Storytel o Scribd. Según dicho documento,<strong> 9,7 millones de españoles</strong> han recurrido a este formato al menos una vez en lo que va de año. Inicialmente pensado para personas con problemas de visión, este mercado ganó protagonismo rápidamente en <strong>EEUU</strong>, un país donde los desplazamientos en coche suelen ser mucho más largos que en Europa.</p>
El papel de la IA será clave para inventar novelas interactivas con infinitas subtramas. Más que autores individuales, habrá estudios de ficción
Hace dos semanas se conocía el último informe de NielsenIQ para Audible (Amazon), una de las plataformas más relevantes de audiolibros del mundo junto a otras como Storytel o Scribd. Según dicho documento, 9,7 millones de españoles han recurrido a este formato al menos una vez en lo que va de año. Inicialmente pensado para personas con problemas de visión, este mercado ganó protagonismo rápidamente en EEUU, un país donde los desplazamientos en coche suelen ser mucho más largos que en Europa.
También rema a favor un cambio obvio en los hábitos de consumo. La sociedad es más audiovisual que nunca, YouTube ha sustituido en muchos casos a la televisión de toda la vida y frente al monocultivo se impone la multitarea. En el Reino Unido, los audiolibros facturaron 268 millones de libras en 2024, un 31% más que el ejercicio anterior. Otra señal de que algo se mueve en la industria editorial.
Pero el cambio apunta más lejos. La propia Audible podría estrenar a finales de 2025 un elenco de narradores generados con IA y capaces de hablar en inglés, español, francés e italiano. Amazon matiza que estas traducciones quedarían en cualquier caso sometidas a la supervisión de verdaderos traductores profesionales.
El papel reservado a la IA no será menor. Además del planteamiento adelantado por Audible, esta herramienta ya es utilizada por ciertos escritores y podría servirles como una especie de asistente capaz de esbozar tramas e identificar contradicciones. Desde el ángulo editorial, la IA se convierte en un valioso corrector ortográfico y gramatical y puede insertarse en futuras novelas interactivas. Esa sería, de hecho, la reformulación de la pócima tiempo atrás cocinada por Timun Mas (escribe tu propia aventura), aunque con una capa de sofisticación capaz de ajustar el tono narrativo al interés o la sensibilidad de lector e incluso de urdir tramas en tiempo real a partir de las decisiones que aquel tome.
Se abre así el debate de la autoría, pues si una novela se gamifica, toca diferentes formatos transmedia (apps, canales de streaming, entornos de realidad aumentada) o se ramifica en diversas subtramas adaptables a cada individuo, resulta difícil ponerse en la piel de un escritor ortodoxo que arranca en la página uno y culmina su trabajo según un calendario y unos apuntes trescientas páginas después. Comprendida en su vertiente clásica, la literatura es un fenómeno lineal enraizado en el esquema planteamiento-nudo-desenlace. Si el algoritmo entra en juego y controla el destino de los personajes y del mensaje, lo que hoy es un oficio solitario podría dar paso a algo similar a un estudio de videojuegos y proyectos como el del colectivo italiano Wu Ming quedarían parcialmente en manos de empresas ajenas al círculo literario pero muy capaces de monetizarlo.
La otra mitad del acogedor sistema de siempre es el papel. Al fin y al cabo, el objeto que adorna salones de andar por casa, universidades de medio mundo y maltrechos negocios de barrio todavía vende tres veces más que la suma de audiolibros y libros electrónicos, según WordsRated. Igual que ocurre con vinilos, cartuchos de videojuegos o cámaras analógicas, si el envoltorio es potente, el artículo ganará valor. Caben asimismo las ediciones especiales y la hibridación que ya se practica a veces y que armoniza lo tangible y lo digital (comprar un libro en papel y acceder a material adicional a través de un código QR, por ejemplo).
¿Qué hará, por último, el propio sector editorial, largamente apalancado en el formato convencional? Sin la menor duda, la tecnología será usada para anticipar mejor las decisiones de publicación: tanto si se trata de un sello muy comercial como si la casa apuesta por las obras de autor, el big data despejará dudas sobre el camino a seguir. Podrían tantearse, además, los modelos de suscripción, permitiendo el consumo de una novela popular (¿la saga del capitán Alatriste?) por entregas o habilitando algunas píldoras adicionales (una sesuda entrevista con Pérez-Reverte) gracias a los micropagos. Y serán inevitables las sinergias con esos futuros estudios marca blanca donde el escritor desaparece y su rol lo asume la IA. Malos tiempos, una vez más, para el artesano.
Actualidad Económica