<p>Preguntada por la idea de financiar películas con petrodólares árabes, <strong>Christine Vachon</strong> dijo que no la contemplaba «por motivos obvios». Vachon, una de las productoras cinematográficas más importantes de las últimas décadas, es mujer y lesbiana. Y sus películas, desde <i>Materialistas </i>hasta <i>Secretos de un escándalo</i>, no son las que uno imagina interesando a los jeques y emires del Golfo. <strong>Vachon tiene motivos obvios de sobra para buscar el dinero en otros sitios</strong>.</p>
A Matt Belloni no le interesa tanto si las películas o las series son buenas o malas como a quién hacen rico y a quién arruinan. Su periodismo es más económico que cultural
Preguntada por la idea de financiar películas con petrodólares árabes, Christine Vachon dijo que no la contemplaba «por motivos obvios». Vachon, una de las productoras cinematográficas más importantes de las últimas décadas, es mujer y lesbiana. Y sus películas, desde Materialistas hasta Secretos de un escándalo, no son las que uno imagina interesando a los jeques y emires del Golfo. Vachon tiene motivos obvios de sobra para buscar el dinero en otros sitios.
A ella, que ahora está en la Mostra de Venecia vendiendo Late Fame, su último proyecto, le sacó el tema del dinero árabe Matt Belloni. Belloni es uno de los periodistas más importantes de Hollywood. Tan relevante como para interpretarse a sí mismo en The Studio, la serie de Seth Rogen sobre los funcionamientos de la industria del entretenimiento. Su podcast, The Town, es de obligatoria escucha para cualquiera que quiera entenderla. A Belloni no le interesa tanto si las películas o las series son buenas o malas como cuánto cuestan y por cuánto se venden, a quién hacen rico y a quién arruinan. Su periodismo es más económico que cultural, porque hacer una película, como bien sabe Christine Vachon, es muy distinto a escribir un libro: requiere más gente, más tiempo y más dinero. Las obras audiovisuales son, por definición, colectivas, complicadas y caras y, por tanto, arrastran infinidad de contradicciones y tensiones entre el arte y el comercio. Una película buena que no gana dinero condiciona el futuro de quienes la han hecho. Y una mierda que ingrese millones en taquilla (o tenga a sus fans replicando en casa los bailes de su protagonista) se ríe de festivales de cine, críticos y estudiosos.
En The Town, aparte de hablar del dinero saudí, Matt Belloni y Christine Vachon dedicaron un rato a comentar las salas VIP de las líneas aéreas. El periodista le preguntó a la productora por el vino que se servía en ellas. Ella, consciente del jugueteo, respondió con total naturalidad. A ver si ahora una productora de cine de su nivel tiene que negar que viaja en primera clase. O no reconocer que su negocio se compone de películas que ganan mucho dinero (las menos) y películas que lo pierden (las más). Según ella, ha vuelto la figura del productor-mecenas, hombres con fortunas ganadas en otros sectores que invierten en cine por razones más artísticas que económicas. O quizá lo que hay ahora son billonarios aburridos que, cuando ya tienen 10 yates, 15 aviones, un cohete y la pirámide de Kefrén, les apetece tener una supermodelo en la cama y una Palma de Oro del Festival de Cannes en la mesilla.
Por motivos obvios no daremos nombres.
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