<p>Tras diez años de viacrucis judicial, el Tribunal Supremo ratificó en mayo que el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) debe devolver las obras que custodia del monasterio de Sijena a Aragón. Pero debido a su fragilidad<strong> las obras corren un riesgo real y evidente de daños irreparables</strong>, alertan todos los informes técnicos presentados en la última década por el MNAC y firmados por expertos de primer nivel, desde <strong>miembros del CSIC</strong> hasta la presidenta del Comité Científico Internacional de Pintura Mural de ICOMOS, <strong>Simona Sajeva</strong>, una de las grandes autoridades en la materia.</p>
El equipo de restauración del museo realiza nuevos análisis que aportará en sede judicial para demostrar científicamente la fragilidad e incluso la desintegración de las pinturas ante un cambio de temperatura y humedad
Tras diez años de viacrucis judicial, el Tribunal Supremo ratificó en mayo que el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) debe devolver las obras que custodia del monasterio de Sijena a Aragón. Pero debido a su fragilidad las obras corren un riesgo real y evidente de daños irreparables, alertan todos los informes técnicos presentados en la última década por el MNAC y firmados por expertos de primer nivel, desde miembros del CSIC hasta la presidenta del Comité Científico Internacional de Pintura Mural de ICOMOS, Simona Sajeva, una de las grandes autoridades en la materia.
Según el último análisis del MNAC, realizado el pasado mes de junio, algunas pinturas de Sijena podrían desintegrarse, literalmente. «Ni siquiera podemos considerarlas pinturas murales. Técnicamente, los restauradores lo denominan artefactos. Hablamos de un bien calcinado de mil años, de 130 metros de superficie y en forma curva. La parte más gruesa tan solo mide un milímetro de espesor», explica el director del MNAC, Pepe Serra, refiriéndose a los frescos de la Sala Capitular del monasterio.
En 1936, en plena Guerra Civil y después de que el monasterio fuera incendiado por las milicias libertarias, el arquitecto Josep Gudiol arrancó las pinturas calcinadas de urgencia, con la técnica del strappo. «No fue un expolio ni nada que se le parezca sino un salvamento patrimonial en tiempos de guerra», reivindica Serra. Pero Gudiol no pudo recuperar todas las pinturas, al menos un tercio había desaparecido bajo las llamas, así que restauró esas partes con yeso para que se entendiera el conjunto. «Ese 30% todavía es más frágil», señala Serra.
Lo que diferencia las obras de Sijena de cualquier otra pintura mural extraída de las iglesias románicas, como las Sant Climent de Taüll con su famoso Pantocrátor -una de las obras magnas del MNAC- es precisamente ese incendio. «Las pinturas estuvieron expuestas a temperaturas de 800 o 900 grados. Eso cambió su composición química», explica la restauradora y química Núria Orriols.
El equipo de restauración -uno de los mejores de España junto al del Prado- extrajo un milimétrico fragmento de pintura de los arcos de Sijena y lo expuso a una temperatura de laboratorio que, aunque controlada, no es la misma que la de sala: si allí se produce una mínima fluctuación salta una alarma.
«El objetivo era ver qué sucede si sacamos las piezas de la situación de control que tenemos ahora, que es realmente estricta. Este entorno está específicamente diseñado para la problemática de estas pinturas. No solo hay un control climático y de humedad relativa sino de los contaminantes del aire», cuenta Carme Ramells, jefa del departamento de Restauración del museo. Los contaminantes del aire a los que se refiere pueden ser desde un perfume hasta la simple respiración y transpiración humanas.
Tras unos días expuesto a la temperatura del laboratorio, el fragmento de Sijena empezó a descomponerse. Las restauradoras lo compararon con otro fragmento extraído del mural de Taüll hace 25 años, conservado aún en el laboratorio: este último permanece intacto.
Solo con el aumento de un grado de temperatura suben en un 10% las emisiones de la madera sobre la que se colocaron las pinturas. «Los ácidos acéticos pueden reaccionar muy fácilmente con la caseína, que es el adhesivo que aguanta la pintura, la que lo une a la tela. De origen italiano, la caseína era una mezcla de queso hervido y calcio…», alerta Orriols.
Por eso los restauradores emplean la palabra artefacto: la capa de pintura es tan fina (apenas unas milésimas en ciertas zonas) que se sostiene por el adhesivo de origen orgánico -una proteína de la leche, en realidad- sobre una tela casi centenaria «de muy baja resistencia mecánica», incide Ramells. La tela está unida al soporte de madera por un engrudo de harina, más material orgánico.
Otro de los análisis recientes del equipo de restauración es el de una micromuestra extraída en 2021 y expuesta también a condiciones de despacho. Ramells muestra fotografías de 2021 y 2025: en la última se aprecia una clara zona gris, algo matérica. «Son cristales. Aumenta el volumen y afecta la adhesión entre capas: esa presión provoca el desprendimiento de la pintura«, señala. Es decir: se producen microlevantamientos -como el papel cuando se moja- que eliminan los pigmentos.
«Lo que sucede es que las capas del artefacto se están descohesionado fuera del entorno de estabilidad del museo, donde llevan 30 años instaladas», concluye. Se refiere al último movimiento de las pinturas, en 1995, tras la gran reforma del Palau Nacional.
«Hay muchas voces, opiniones y declaraciones en televisión, pero no he visto ningún informe técnico firmado y validado por un experto que diga que se pueden retirar las obras sin ningún riesgo», expone Serra. Y recuerda: «Desde el principio del litigio la prioridad absoluta ha sido la preservación del bien cultural, que es la misión del museo. Pero cumplir la sentencia, retirar y trasladar los bienes, implica necesariamente someterlos a un riesgo de daños que no son reparables. Existe un potencial enorme de reactividad química: un cambio de temperatura o humedad relativa que no esté controlado genera reacciones como la formación de sales que hace aparecer cristales y elimina la pintura». Es lo que alegará de nuevo el MNAC, que ya prepara más informes técnicos, cuando la jueza de instrucción de Huesca ordene la ejecución forzosa de la sentencia. «Reiteraremos con más pruebas y demostraciones científicas los riesgos del traslado», añade Serra.
¿Es posible retirar y trasladar las pinturas de Sijena? Sí, pero siempre con el riesgo de que sufran unos daños irreparables.
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